De la Política - Summary - Manual de Derecho Político. Las Fuerzas Políticas y los Regímenes Políticos. Tomo II - Libros y Revistas - VLEX 318981131

De la Política

AutorMario Verdugo Marinkovic - Ana María García Barzelatto
Cargo del AutorProfesor de Derecho Político y Derecho Constitucional , Universidad de Chile - Profesor de Derecho Político y Derecho Constitucional , Universidad de Chile
Páginas7-23
7
1. CONCEPTO DE POLÍTICA
Si hay un concepto equívoco, es sin duda
el de la política. La sola palabra suscita aso-
ciaciones y significados muy variados. “Es
una de las palabras más ambiguas” –dice
Catlin– y de ello dan crédito las indigentes
definiciones que proporcionan los diccio-
narios: “arte o ciencia del gobierno…”.
En esta contingencia la solución meto-
dológica no puede residir en una simple
recopilación de definiciones y puntos de vista
más o menos arbitrariamente sistematizados
de acuerdo a un esquema artificial.
Parece más acertado buscar en la eti-
mología de la palabra una orientación más
segura. En tal sentido, debe tenerse pre-
sente que la palabra política se origina en
las palabras polis (estructura sociológica),
politeia (organización jurídica, constitución
diríamos actualmente), política (todo lo
concerniente a la polis), y politikë (arte de
la política).
En consecuencia, resulta evidente que, en
sus orígenes, la palabra política se encontra-
ba asociada al fenómeno de la convivencia
humana, a su organización y a la actividad
vinculante a esa relación.
Cobra relevancia aquí la temática sobre
la sociabilidad y politicidad del hombre desa-
rrollada en el primer tomo de este Manual
1
y que se sintetiza en el siguiente enunciado:
los hombres viven en sociedad; pero ello
no es posible sin organización, es decir,
sin coordinación y encauzamiento de la
vida social.
Para los griegos –en rigor para los ate-
1
Ver Tomo I de este Manual, Secciones Primera
a Tercera.
Sección Primera
DE LA POLÍTICA
1. Concepto de política;
2. Las dos fa ses de la política;
3. Política y Derecho;
4. Formas de conocimiento político.
nienses– la secuencia sociabilidad politici-
dad aparecía tan obvia que la definición
aristotélica “el hombre es un animal po-
lítico” resultaba con estricto apego a los
cánones de la lógica. Es más, la no menos
célebre sentencia: “hay que ser una bestia
o un dios para poder vivir fuera de la polis”,
se tomaba al pie de la letra. No es por falta
de sociabilidad por lo que las bestias y los
dioses están excluidos de la polis, sino sim-
plemente porque las asociaciones vigentes
entre las unas y las otras son bien distintas
por los caracteres que respectivamente les
atañen, de esta forma de vida tan única que
es la polis: forma de vida en que intervienen
tanto la razón como la coacción, y que, por
lo primero, excluye a los entes inferiores
(las bestias) y por lo segundo, a los que son
superiores al hombre.2
Para la mentalidad clásica griega es sólo
en la polis donde puede el hombre desa-
rrollar plenamente todas sus virtualidades.
De ahí que no exista oposición ni práctica-
mente una distinción entre el ideal indivi-
dual y el ideal colectivo de la polis, entre el
“hombre bueno” y el buen ciudadano. Es
evidente –agrega Aristóteles– que el fin de
la comunidad y del individuo es el mismo
y que necesariamente ha de ser también
el mismo el fin del hombre mejor y el del
mejor régimen.
Efectivamente, “la ciudad es la unidad
tipo, y la vida ciudadana es la forma tipo
de vivir. Vivir como un ciudadano, como
un cives, es idéntico a civilización. La vida
de ciudad es esencial para poseer plenos
2 Ver ARISTÓTELES, Política, versión de Antonio
Gómez Robledo, Universidad Nacional Autónoma
de México, 1963, págs. 7 y ss., y Libro Primero.
8
Manual de Derecho Político
derechos políticos, para ser miembro igual
de la comunidad y para tener cualquier
posición social o política. Todo hombre es
ciudadano sólo en la medida en que esté de
hecho presente en la ciudad y participe de
un modo activo en sus diversas funciones
y actividades, en las ceremonias y fiestas
del culto, en las deliberaciones, decisio-
nes, legislación y servicio militar. Hasta muy
tarde, en las últimas etapas del Imperio
Romano, no existe una forma de vida del
tipo que nosotros llamamos vida privada.
Dentro de la polis, una vida privada, como
indica el sentido claramente negativo de
la palabra latina privatus, es una existencia
‘privada’, una existencia despojada de todos
los derechos y privilegios de la comunidad.
La palabra griega para ‘privado’ tiene un
carácter negativo todavía más fuerte: idiotas,
en el sentido de un hombre que sólo se
interesa por sí mismo y, en consecuencia,
un hombre bajo, sin talento ni educación,
un completo ignorante. Podemos colegir
el tenor de esta palabra del significado de
la nuestra que se deriva de ella. Llega a ser
enteramente imposible, hasta inconcebible,
un hombre retirado de la vida pública que
no tenga interés por los asuntos públicos.
Su posición sería la de un desterrado de
nuestros días, la de un hombre sin ciuda-
danía, y estaba tan fuera de la ley como un
exiliado”.3
Esta identificación entre el destino in-
dividual y el colectivo, esta absorción del
hombre por el Estado en una comunidad
que no es meramente política sino que es
también ética, no habría de perdurar por
largo tiempo. Efectivamente “se empieza ya
a quebrar en las últimas fases de la historia
griega y se rompe claramente con la difusión
y triunfo del Cristianismo. Para el cristiano
no cabe la fusión de la individualidad en
la comunidad política. El hombre tiene un
valor propio, un destino individual y una
conciencia personal que el Estado debe
respetar como un dominio exento a su po-
der. El cristiano debe dar ‘al César lo que
3
E
RICH
K
AHLER
, Historia Universal del Hombre,
Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 3ª
edición, 1960, pág. 78.
es del César’ pero no ‘lo que es de Dios’,
con lo que surge o al menos se desarrolla
(porque en las filosofías helenísticas han
sugerido ya la distinción) el principio de
que el aspecto político del hombre es sólo
una parte de su personalidad, mientras que
otro sector de la misma queda al margen de
aquel campo. La organización del Cristia-
nismo como Iglesia hace que sea ésta, como
institución distinta del Estado, la que asume
unos derechos y unas funciones en la vida
del hombre que chocan de plano con la
visión ‘totalitaria’ del mundo clásico. Desde
el Renacimiento y la Reforma hasta nuestros
días ha existido la tendencia creciente, no
sin retrocesos y reacciones, a acentuar este
valor de la personalidad humana frente al
poder político del Estado”.4
Se ha producido de esta suerte una es-
cisión entre lo público y lo privado y, con-
secuencialmente, el ámbito de lo político
queda necesariamente restringido, limitado.
En la concepción griega todo el quehacer
del hombre estaba impregnado de conno-
tación política. La identidad de destinos
(hombre polis) así lo determinaba.
La polis, como se ha dicho, es la forma
política de la vida social. El adjetivo políti-
ca tiene aquí una significación doméstica,
familiar. La ocupación de los ciudadanos
era precisamente la ordenación y adminis-
tración de la polis. Y hasta en la vida familiar
se cumplía el papel político, pues la familia
era un elemento activo de la polis.
Con el derrumbamiento de la polis co-
mienza la desintegración de la vida comuni-
taria. Ya se pueden concebir las actividades
políticas separadas de las actividades profe-
sionales o privadas. Hay hombres dedicados
a la política, a la ordenación y administra-
ción del Estado, y otros hombres, ajenos a
la política, que se limitan a comportarse
dentro de las leyes. Aún más, dentro de
los políticos se distingue entre sus activida-
des como político, correspondientes a la
función que desempeña y sus actividades
como profesional privado o frente a sus
negocios.
4
Á
NGEL
L
ATORRE
, Universidad y Sociedad, Editorial
Ariel, Barcelona, 1964, págs. 55-56.

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR