Presentación de "Carta de amor y sujeto femenino en Chile. Siglos XIX y XX", de Leonidas Morales: V. Diarios íntimos de mujeres chilenas: el no-lugar aristocrático de enunciación. - Núm. 29, Enero 2004 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56656792

Presentación de "Carta de amor y sujeto femenino en Chile. Siglos XIX y XX", de Leonidas Morales: V. Diarios íntimos de mujeres chilenas: el no-lugar aristocrático de enunciación.

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Aun cuando los cuatro ensayos anteriores giran en torno a un mismo género discursivo, la carta, y a una misma y específica modalidad de ésta, la carta de amor, predominio temático suficiente como para justificar el titulo do este libro, no me gustaría sin embargo cerrar aquí el análisis sin dar cuenta (y abordar con un mínimo de desarrollo) de cómo la misma problemática de que se ocupa el cuarto de esos ensayos, por lo menos sus núcleos principales, se reitera, curiosamente (¿tal vez sintomáticamente?) en el escenario de otra escritura, también escritura producida por mujeres chilenas, y todas igualmente intelectuales, pero dentro de los condicionamientos formales de un género discursivo diferente. En efecto, el hito conductor de la unidad de los epistolarios de Carmen Arriagada, Gabriela Mistral y Violeta Parra, dejado al descubierto por el análisis de los tres primeros ensayos, y críticamente procesado en el cuarto ensayo, es decir, la percepción de la figura de un sujeto femenino que se enuncia desde un no lugar, desde un lugar de enunciación transformado en un lugar de exilio, donde los rasgos diferenciadores de la figura en cada uno de los tres casos se dejan articular, metafóricamente a determinados momentos, de carácter coyuntural (en el fondo, momentos de crisis), en la historia cultural del Chile moderno (momentos de inflexión, de transición o clausura), es también el hilo visible, y la misma figura resultante, con remisiones metafóricas a referentes histórico-culturales de sentido comparable, en la escritura, como ya dije, de un género discursivo diferente, pero igualmente referencial: el diario íntimo, como estructura, género vecino al de la carta, con el cual comparte algunas propiedades [74]. Se trata, por lo demás, de los tres únicos diarios íntimos escritos por mujeres chilenas (me refiero, desde luego, a los publicados hasta hoy [75]): Páginas de un diario, de Lily Iñiguez, escrito entre 1913 y 1926, Páginas de diario, de Teresa Wilms Montt, escrito entre 1915 y 1921, editado por Ruth Gonzalez [76] , y Diario de una pasajera, de Ágata Gligo, escrito entre 1992 y 1994 [77], y publicado póstumamente.

Además de su condición de intelectuales, en tanto escritoras, estas tres mujeres tienen también en común una segunda variante, ahora desde un punto de vista de clase (social): todas pertenecen a estratos sociales altos, aristocráticos las dos primeras, de clase media alta la última, y todas exhiben asimismo en sus apellidos la mezcla de componentes hispanos de larga data con otros procedentes de inmigraciones posteriores, del siglo XIX (inglesa, alemana), o más tardía, del XX (italiana), una mezcla que parece ser la regla en la formación de la burguesia chilena a partir del siglo XIX [78] . Pero, dentro de esos espacios sociales a los que las tres se adscriben, en principio, es decir, al margen de que terminen identificándose, o no, con ellos, ¿qué figura concreta y singular de sujeto femenino permiten construir sus diarios íntimos? O dicho muy directamente: ¿cuáles son los rasgos con que se presenta, en cada caso, es decir, en cada uno de los tres diarios íntimos, la figura de un sujeto femenino enunciándose desde un no lugar, desde un lugar de enunciación como lugar de exilio, y a qué momento cultural, a qué coyuntura histórica se dejan asociar tales rasgos? Me referiré a estos diarios en el mismo orden cronológico en que fueron escritos, que también es el orden en que fueron siendo publicados.

El primero, el diario de Lily Iñiguez (hija de Rebeca Matte, conocida escultora chilena), escrito en francés (la lengua canónica de la cultura moderna durante todo el siglo XIX, hasta la primera guerra mundial), pone al lector frente a un sujeto femenino que en las décadas del 10 y del 20 del siglo XX, si bien se enuncia geográficamente desde Europa (desde Italia), social y culturalmente lo hace desde el interior de una burguesía acomodada que ha convertido en su estilo de vida el placer sensual (el de la "belle époque", el mismo, como contexto, de las novelas de Proust), una suerte de carpe diem decadente [79] , expresado en el goce visual de objetos "bellos" (tanto los incorporados a la decoración doméstica como los del "gran" arte), en los constantes viajes como disfrute de paisajes y arquitecturas urbanas marcadas por un prestigio artístico secular [80]. Para la diarista, un orden éste, desde el punto de vista familiar o biográfico, representado ejemplarmente, como modelo idealizado en sus dimensiones estéticas, éticas y sociales, por su madre, e inimaginable, por otra parte, sin su complemento y sostén: el régimen de servidumbre, el coro silencioso de los subordinados, los que trabajan para hacerlo posible, en Italia, donde viven, y en Chile, de donde provienen, y que la diarista recubre (o encubre) con imágenes piadosas, que para el lector resultan, más allá de su ingenuidad o espontaneidad, abiertamente ideológicas.

Al comienzo, todo funciona bien para Lily. Las primeras páginas de su diario son de una exaltación gozosa y permanente de los sentidos. Ella sueña con ser "escritora", y la escritura del diario es un modo de preparar y probar las armas. Anota en diciembre de 1921, desde una ética y una práctica social propias de su clase, asumidas complacientemente por ella: "Escribo cartas, coso. Los trabajos manuales tan desdeñados por mí hasta hace poco, ahora me entretienen. Visto muñecas para los niños pobres. Así paso horas tranquilas llenas de felicidad" [81]. Ese lugar de enunciación del sujeto, un lugar biográfico, que evoca el viejo tópico medieval del locus amoenus, pero aquí en una versión burguesa, había comenzado ya, y de pronto, a llenarse de sombras. Dos acontecimientos, de distinta naturaleza, introducen el cambio. El mismo año de 1921 había enfermado de tuberculosis, esa enfermedad, común en el siglo XIX hasta las primeras décadas del XX (Kafka la padeció y Thomas Mann la convirtió en el tema de su novela La montaña mágica), una enfermedad de connotaciones ideológicas aristocratizantes en su percepción y elaboración discursiva [82] . A Lily se le aparece, la tuberculosis, como un convidado de piedra, venido a arruinar el proyecto de su vida, que es el de su clase social. Protesta, pero intuye al mismo tiempo la inutilidad de su gesto, y hasta el lector vislumbra el horizonte de una aceptación resignada.

Distinta es la reacción ante el segundo acontecimiento perturbador del orden que rige el lugar de enunciación, por que es distinta también su naturaleza: la agitación revolucionaria, en Italia y otros países europeos, excitada con el triunfo de la Revolución Rusa de 1917. Ya no se trata de la tuberculosis, una fatalidad sumable a tantas otras que en conjunto forman parte de los avatares de la condición humana. Por lo tanto, la tuberculosis, si bien interrumpe brutalmente un estilo de vida, no afecta al código social, cultural y político que lo fundamenta. La revolución, en cambio, representa una amenaza al código desde fuera de él, desde un fundamento alternativo, opcional, y subversivo...

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