El contrabando del siglo - Grandes procesos. Mis alegatos - Libros y Revistas - VLEX 370608258

El contrabando del siglo

AutorEduardo Novoa Monreal
Páginas161-193
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Abunda la impresión de que el delito común organizado es un fenó-
meno ajeno a la realidad chilena. Es bien posible que la asociación
ilícita –nombre con que lo conoce la ley penal chilena– o el “crimen
organizado”, designación que le asignan los criminólogos norteameri-
canos, no sea frecuente en Chile, pero ello no significa que no exista.
Como demostración suficiente presento el caso que se contiene en
este capítulo.
Muestro aquí a una organización constituida para cometer variados
delitos, con vastas conexiones en medios sociales influyentes, aptas para
facilitar sus ilegales propósitos, asistida por técnicos y especialistas en
cada una de las diversas fases que debe cumplir su plan ilícito, que a lo
largo de los años en que desarrolló tal plan adquirió una experiencia
cada vez mayor, mediante la cual fue “perfeccionando” siempre más
sus métodos defraudatorios.
Que la administración de justicia chilena no está preparada para
hacerse cargo de una persecución penal eficiente contra una orga-
nización delictuosa con un cierto poder y desarrollo, lo prueba pre-
cisamente este caso. Basta que se trate de hechos que se ramifiquen
hacia diversos puntos del territorio nacional, para que resulte difícil
realizar una pesquisa coordinada en los diferentes lugares en que ella
debe tener lugar. Para qué decir cuando se trata de ramificaciones en
el extranjero. Todas las reglas legales sobre acumulación de procesos,
destinadas a lograr la necesaria unidad en la dirección de las actuaciones
judiciales, fracasan y perjudican aun a las tareas sectoriales, cuando se
trata de asociaciones de delincuentes. Curiosamente podría anotarse,
de paso, que mientras más numerosos son los hechos punibles, mien-
tras más graves son las responsabilidades penales y mientras mayor es
el número de los responsables, más grandes son las posibilidades de
que todo se vea cubierto por una gran confusión que determine la
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EL CONTRABANDO DEL SIGLO
Empresas dedicadas al delito de cuello blanco
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impunidad final. Y conste que no me he referido todavía a la posición
social y económica de los delincuentes.
No se diga que este caso es una demostración de lo contrario, pues
para unificar finalmente todas las pesquisas dentro de una apenas mí-
nima dirección superior de ellas, la defensa fiscal hubo de realizar tan
ímprobos esfuerzos, que buena parte de su labor debió destinarse no
ya al éxito pleno de la investigación, sino apenas a conseguir que un
caso de esta especie no se convirtiera, como ocurrió en otras ocasiones,
en el más sonado revés. Muchas veces, en los instantes azarosos de
los primeros momentos de la investigación, la organización delictiva
manifestó altaneramente su capacidad para desviar las diligencias,
para anular las gestiones policiales, para engañar al tribunal y, en
resumen, para frustrar las averiguaciones judiciales; resistió con éxito
la actuación del tribunal sin que se advirtiera grieta alguna en su plan
defensivo, cuidadosamente elaborado con antelación para el caso de
ser descubierto. Hubo instantes en los que este proceso, de tan vastas
proporciones, estuvo a punto de convertirse en un expedientillo más,
relativo a un contrabando intrascendente y ocasional. De no ser por
el tesón y la perseverancia de la defensa del Fisco, todo habría termi-
nado en mucho menos que un volador de luces y habría permanecido
intacta y sin desmontar no sólo la organización delictiva de tan gran
envergadura que pudo ser descubierta, sino que habría continuado
inserto en los servicios de Aduana ese apreciable conjunto de funcio-
narios venales que, en lugar de cumplir con su deber y de velar por
la protección de los intereses fiscales, se dedicaba concertadamente
a lucrar personalmente por medio del prevaricato. Apréciese lo que
significa solamente la depuración que estos afanes originaron en los
servicios aduaneros.
Otra manifestación de la insuficiencia de la administración de
justicia para abordar un proceso criminal de estos alcances se halla
en las monstruosas dimensiones materiales que llega a adquirir
un expediente al cual se acumulan muchos otros. En el caso que
presento, el expediente, formado por decenas de cuadernos, inclu-
yendo profusos cuadernos de documentos, llegó a componerse de
alrededor de dos decenas de miles de papeles escritos por anverso
y reverso, lo que implica una gran dificultad para formarlo, cus-
todiarlo y conocerlo. Cada vez que un recurso especial de alguna
de las partes reclamaba la intervención de un tribunal superior, el
relator de éste debía destinar semanas enteras a recorrer las miles
de fojas que le permitirían informarse de la causa y del punto es-
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pecial elevado al conocimiento de dicho tribunal superior. Para
trasladar el conjunto de las piezas judiciales hacía falta un camión
grande. Un expediente de tan inauditas proporciones pasa a ser
algo completamente inmanejable y termina por entorpecer y dilatar
aún más las lentas actuaciones judiciales. Además, provoca repulsa
en los jueces que deben intervenir en él, debido a la imposibilidad
material de imponerse debidamente de su contenido, con lo que,
en último término, se favorece la impunidad de los responsables.
Para facilitar la acción judicial la defensa fiscal hubo de preparar,
por consiguiente, resúmenes del expediente o síntesis parciales
referentes a algunos aspectos de él, gracias a los cuales era posible
llegar a un conocimiento relativamente completo de los puntos más
salientes de las investigaciones.
El altísimo monto de las utilidades ilícitas obtenidas por los delin-
cuentes permitió crear una organización delictiva de gran eficiencia,
que en público aparecía como un conjunto de firmas comerciales
y financieras respetables, pero que contaba con todos los medios
y recursos para ejecutar las operaciones delictuosas que realizaba
clandestinamente y que constituían su verdadero objeto. Decenas
de expertos en tramitaciones de importación, en transportes, en
bodegaje, en desembalaje y en comercialización de la mercadería,
proporcionaron una colaboración consciente a las cabezas de la
organización delictuosa. Sirvieron también para el éxito de esta
actividad delictuosa organizada algunas selectas conexiones que
esas últimas se procuraron en los servicios de Aduana, en ciertos
bancos, en determinadas casas de cambio, en círculos de financistas
y de proveedores extranjeros, aparte de algunas empresas de alto
comercio. Hasta contaron con prestigiosas casas de martillo, de re-
tumbantes apellidos, encargadas de dar salida a cierta mercadería
fina ilegalmente internada.
Esta misma preparación previa, destinada a escabullir las responsa-
bilidades penales en el caso de ser descubiertos, daba gran confianza
y seguridad a los comprometidos de alcurnia. Todos los documentos
delicados estaban ocultos, o eran hechos desaparecer después de
utilizados, o aparecían extendidos por personas inexistentes. Las di-
recciones que debían proporcionarse para realizar las tramitaciones
más compromitentes eran falsas. Se inventaban empresas y sociedades
ficticias. El soborno de los personajes medios cuya intervención era
necesaria y una generosa participación en las utilidades ilícitas para los
de mayor importancia, contribuían a mantener el sigilo, a lograr un

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