El debate sobre los territorios inteligentes: el caso del area metropolitana de Sevilla. - Vol. 35 Núm. 105, Agosto - Agosto 2009 - EURE-Revista Latinoamericana de Estudios Urbanos Regionales - Libros y Revistas - VLEX 67241415

El debate sobre los territorios inteligentes: el caso del area metropolitana de Sevilla.

AutorCaravaca Barroso, Inmaculada

RESUMEN Los cambios profundos y rápidos que están experimentando las sociedades, las economías y las lógicas territoriales durante las últimas décadas, demandan nuevas lecturas e interpretaciones por parte de los investigadores y nuevas respuestas de los responsables públicos para poder hacer frente a los problemas y retos que ahora se perfilan. En este contexto general de referencia, el objetivo de este artículo es participar en el debate sobre el concepto de territorio inteligente, aunando la perspectiva economicista con aquella otra más ligada a la idea de desarrollo territorial integrado. Ello, a través del análisis de la evolución experimentada por d área metropolitana de Sevilla, realizado con esta doble mirada.

PALABRAS CLAVES: territorio inteligente, transformaciones socioeconómicas, área metropolitana de Sevilla.

ABSTRACT The fast and deep transformations experienced by the societies, the economies and the spatial patterns during the last decades, demands that researchers make new interpretations and public managers come up with new answers to face the current problems and challenges. In this general context, the purpose of this article is to participate of the debate about the concept of intelligent territory, combining economicist approaches with others ones related to the idea of integrated territorial development. In order to achieve this aim the evolution experienced by the metropolitan area of Sevilla will be analyzed, using this double approach.

KEYWORDS: intelligent territory, socioeconomic transformations, metropolitan area of Seville.

Las fuerzas ciegas de la urbanización, fluyendo a lo largo de las líneas de menor resistencia, no muestran ninguna capacidad de crear un modelo urbano e industrial que sea estable, sostenible y renovable. Por el contrario, según aumenta la congestión y prosigue la expansión de la ciudad, tanto el paisaje urbano como el rural se desfiguran y se degradan, al tiempo que las inútiles inversiones para solucionar la congestión, como la construcción de nuevas autopistas o la utilización de recursos hídricos más distantes, aumentan las cargas económicas y sólo sirven para promover más ruina y desorden del que intentan paliar.

(Historia Natural de la Urbanización, Lewis Mumford, 1956)

¿Qué se entiende por territorio inteligente?

Las aceleradas y profundas transformaciones que están experimentando las sociedades, las actividades económicas y los territorios durante las últimas décadas, están dando lugar a toda una serie de lecturas e interpretaciones por parte de los investigadores y hacen necesarias nuevas respuestas de los responsables públicos para hacer frente a los problemas y retos que se están generando.

Especial importancia adquieren dichas transformaciones en las aglomeraciones metropolitanas que si, por una parte, son consideradas territorios que ganan al actuar como centros neurálgicos de poder y principales nodos de articulación del espacio de redes (Benko y Lipietz, 1994; Veltz, 1996; Caravaca, I. 1998), por otra, están especialmente afectadas por graves problemas y disfuncionalidades que las hacen social y ambientalmente insostenibles (Fernández Durán, 1993; Acselrad, 1999; Cano, A., 2004). Se trata, pues, de territorios muy cambiantes y complejos en los que los impactos de los grandes procesos en curso están siendo especialmente profundos y significativos. El esquema de la figura 1 pretende sintetizarlos y relacionarlos con toda una serie de categorías conceptuales que se vienen utilizando por investigadores de distintas disciplinas y que, aunque pueden resultar expresivas, también parecen a veces algo confusas y son "un síntoma de las dificultades para precisar el sentido, las claves explicativas y la dimensión de tales cambios" (Méndez- Rodríguez Moya, 2007, p. 106).

Entre las múltiples tensiones y contradicciones a que las sociedades actuales deben hacer frente adquiere especial importancia la forma en que se articulan los distintos ámbitos territoriales al espacio global de los flujos y las redes, existiendo un cierto consenso en que la capacidad innovadora, que ha permitido la consolidación de la sociedad de la información y del conocimiento, es la que en mayor medida condiciona la forma de inserción de empresas y territorios en un espacio mundial, desequilibrado y muy cambiante, en el que se contraponen áreas innovadoras, capaces de responder con éxito a los nuevos retos, a aquéllas otras marginadas o incluso excluidas porque, además de razones estructurales, su falta de espíritu innovador les impide reaccionar para adaptarse a la lógica de las redes y a los incesantes cambios económicos, sociales, laborales, institucionales y territoriales que se vienen produciendo.

Frente a la búsqueda de respuestas innovadoras capaces de mejorar la competitividad de las empresas y los territorios, se valora también cada vez más la capacidad tanto de las sociedades --para incorporar conocimiento y ser creativas en la búsqueda de formas que permitan poner en valor todos los recursos--como de las instituciones --para aplicar políticas y formas de gestión comprometidas y responsables que tengan como objetivo prioritario mejorar la calidad de vida de todos las personas--. En este sentido, como señala Méndez, "frente a visiones de la innovación que muestran un acusado sesgo tecnológico y económico, preocupadas ante todo por la mejora competitiva de las empresas y la inserción de las ciudades en los mercados mundiales, aquí se plantea la necesidad de lo que Bradford (2003) califica como innovación comunitaria, destinada también a lograr mejoras en la gestión de los asuntos urbanos, una profundización en la democracia participativa y una más efectiva satisfacción de las necesidades de la población" (Méndez, 2009, p. 28). La innovación, entendida, pues, tanto desde la perspectiva económica como desde la vertiente social e institucional, se convierte de este modo en un importante factor que condiciona no sólo el dinamismo económico sino también y sobre todo el desarrollo territorial.

No es de extrañar, por consiguiente, que en los últimos años la innovación se haya erigido en el punto de confluencia de diferentes corrientes epistemológicas y disciplinas científicas preocupadas por las relaciones entre las actividades económicas y los territorios (Feldman, 1994; Maillat-Kebir, 1998; Cating-Lacour-Lung, 2001; Camagni-Maillat, 2006), haciéndose en algunos casos una lectura muy abierta de la innovación, al entenderla no sólo desde la perspectiva empresarial y económica sino también desde la social e institucional (McKimmon-Cumbers-Chapman, 2002; Moulart-Sekia, 2003; Méndez, 2002 y 2007; Albertos-Caravaca-Méndez-Sánchez, 2004; Moulaert y Nussbaumer, 2005). Junto a esta pluralidad de planteamientos, se observa también la existencia de una cierta confusión en las formas en que se utiliza el concepto de innovación, en bastantes ocasiones excesivamente vinculado a las nuevas tecnologías; asimismo, la proliferación de ciertas expresiones, como la de territorio inteligente, para hacer referencia a aquellos ámbitos en los que adquiere mayor protagonismo la incorporación de conocimiento (Florida, 1995; Morgan, 1997; Jambes, 2001; Komninos, 2002; Martínez Fernández, 2004).

Si bien es cierto que la categoría conceptual de territorio inteligente se está utilizando más generalizadamente en relación con la capacidad competitiva de algunos ámbitos, cabe también otra forma muy distinta de entenderla e interpretarla. Así, y tal como apunta Marina (1993), sólo deberían merecer la categoría de inteligentes aquellos territorios capaces de generar o incorporar los conocimientos necesarios para poner en valor de forma eficiente y racional sus propios recursos para así contribuir a mejorar la calidad de vida de la sociedad que los habita y a estimular el desarrollo personal de todos los ciudadanos. En este último sentido se ha utilizado en algunas publicaciones (Caravaca-González-Silva, 2005; García-Ojeda-Torres, 2008).

Desde esta segunda perspectiva se debe incidir en la importancia de conceptos subjetivos como el arraigo, la identidad o el reconocimiento, cuestiones éstas que cualifican y dan sentido pleno a la idea de sostenibilidad ambiental y desarrollo territorial y que ponen de relevancia la urgencia de tratar aspectos como el patrimonio, el paisaje o la diversidad de usos del territorio (Carmona-Heath-Tiesdell, 2001). Se entiende así que desde esta segunda perspectiva un territorio inteligente, además del producto de una gestión eficiente de sus recursos, también requiere su uso inteligente por parte de los ciudadanos que deben aprovechar las oportunidades creadas, al mismo tiempo que generar o reclamar otras.

En este contexto general de referencia y teniendo en cuenta estas dos formas de acercarse al conocimiento de los territorios inteligentes, el objetivo de este artículo es participar en el debate sobre el concepto de territorio inteligente, aunando la perspectiva economicista con aquella otra más ligada a la idea de desarrollo territorial integrado. Ello, a través del análisis de la evolución experimentada por la aglomeración metropolitana de Sevilla, realizado con esta doble mirada.

No resulta baladí la utilización de un ámbito territorial específico como el que se presenta, ya que, además de la bibliografía de carácter teórico y general que nos ayuda a profundizar en el significado de la innovación, la sociedad del conocimiento y el carácter más o menos inteligente de los territorios, permite utilizar también algunos trabajos de carácter empírico, así como una serie de indicadores que nos permiten analizar el comportamiento de esta aglomeración desde la perspectiva que aquí interesa.

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