De dioses y fundamento. - Núm. 2003, Septiembre 2003 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56593245

De dioses y fundamento.

AutorRuiz, Arturo
CargoTextos

DE DIOSES Y FUNDAMENTO

En una clase acerca de temas educativos, cierta profesora dijo a cierto alumno que provenía de una formación filosófica, que Platón ya era un tema superado. Ante semejante muestra de barbarie intelectual, el alumno se retiró del programa de pedagogía.

¿Qué hace de una afirmación que, de acuerdo al sentido común, sería completamente lógica, una afirmación aberrante? Continuamente, vemos como saberes van quedando desplazados por saberes nuevos y continuamente el cambio en la disposición del mundo suele abrumar, ya no tan sólo a los mayores de entre nosotros, sino incluso también a los más jóvenes. Mientras, la Filosofía continúa pensando los mismos temas de siempre. Es cierto que cuestiones como la bioética la han hecho "mantenerse a la moda del progreso", sin embargo, la Filosofía primera, continúa pensando el mismo problema que ha pensado siempre, lo cual ha llegado ser incluso motivo de escándalo para los practicantes de otras disciplinas.

El problema que motiva a todo el pensar filosófico, hasta en el fondo esencial de su rama más nueva llamada la bioética, es el problema del Ser. El pensar de Heidegger, que habla de superación de la Metafísica, es pensar que supera precisamente por el hecho de apropiarse de la esencia de la Metafísica, por tanto, continúa en la mismidad de la tradición filosófica, continúa preguntando el Ser y su Verdad y en ese preguntar continúa, por cierto, dialogando con Platón, sin dejarlo necesariamente atrás ala manera del progreso, sino justamente apropiándose de la esencia del pensamiento de Platón, así como también de toda correspondencia con el Ser, enunciada por el pensar.

El mundo, sin embargo, ahora fundamentado precisamente en dicha tradición, ha hecho suya la proposición del fundamento de Leibniz, que se ha dado en expresar: "nihil est sine rationem", al punto que es algo que ya ni siquiera puede pensarse, a no ser que lo hagamos dentro de la misma tradición que le dio origen, esto es, dentro de la Filosofía misma, apropiándonos de la esencia de la metafísica.

Dicha proposición ha caído en la obviedad, pese a que necesitó más de dos mil años para incubarse y ser enunciada, aún siendo que previo a su enunciación, dicha proposición ya operaba como principio de todo razonamiento. Dicha proposición es la proposición que rige el pensar en cuanto un representar "a la manera de la metafísica". Representar quiere decir volver a presentar lo ya presente, o sea volver a dar el fundamento de lo presente. El pensar de la representación llegó a representar el propio Ser como algo fundamentado y para ello lo fundamentó en el "ente más ente", al que comúnmente se llama Dios.

Este Dios era, por cierto "causa incausada", "causa sui", "motor inmóvil" ... Ese día. El hombre mató a Dios y sembró las bases del nihilismo.

¿Cómo es que una representación tan excelsa de lo divino fue justamente la causa de su muerte?

Antes de pensar esta pregunta, debemos primero preguntarnos por la naturaleza de aquello llamado lo divino y debemos preguntarnos que significa la muerte de lo divino para el hombre, quien es el ente que pregunta y el ente a quien "le van" estas cosas. Para preguntarnos estas cosas, debemos también, primero, preguntarnos por nuestra propia esencia, ya que es a partir de nuestra propia esencia que hemos conocido aquello llamado lo divino, algo que ahora hemos olvidado y ya no sabemos qué mentamos cuando hablamos de lo divino, tanto, que debiéramos acaso extirpar dicha palabra de la Filosofía, para de esa forma hacernos cargo del deicidio que hemos cometido "vosotros y yo".

Se nos ha dicho que la "esencia del ser-ahí está en su existencia" y que esa existencia es un estado de apertura que permite que el Ser mismo se manifieste en este ente al que le va el Ser. Al hombre le va el Ser, en la medida que el Ser es en cada caso mi ser, y en la medida que precisamente mortal. La condición de mortal es la condición de la apertura del hombre sobre la Tierra, su modo de morar en ella.

El hombre mora sobre la tierra a la manera del mortal, su morar es un morar que se cuida de los entes y al que "le va" su ser. Morar quiere decir, para Heidegger, "habitar en la cuaternidad del mundo", también es morar el habitar en lo dispuesto (Gestell). Habitar es el modo de ser del mortal en el mundo. El mortal mora en el mundo, este morar es morar junto a los intramundanos, el "ser yo y mi circunstancia" de Ortega.

Cuando se dice "yo y mi circunstancia" cuando se dice el Ser "en cada caso mío", no se está anteponiendo un sujeto como medida de las cosas en sentido cartesiano, no aparece que los entes sean "una inspección del espíritu". Cuando se dice "Ser en cada caso mío" o bien "yo y mi circunstancia", se dice al mundo en su ser ante mí y me digo en mi ser en el mundo. El sujeto no es aquí fundamento del mundo al modo de Descartes o al modo de Kant. El sujeto no puede ser fundamento u2pokeímenon, pues el sujeto no es el mortal, sino su representación en un plano que en el fondo nunca dejó de ser el mundo de la idéa, aquel mundo que ha desaparecido con la muerte de Dios.

Cuando cambiamos de un modo del representar al modo de la presentación, entonces estamos fuera del ámbito de la metafísica de Leibniz y entramos en el ámbito que pretende pensar al modo de Parménides, en el sentido de un pensar en el que tó gar alutó noeïn e1stin tè kái elînai, es decir, "así pues lo mismo es pensar y ser". En este pensar que se sale de la idea del principio, los fundamentos no son necesarios o más bien no son posibles, pues será justamente aquello fundamental en lo que permanecerá nuestra rememoración, tras lo cual, no debiera aparecer otro fundamento, pues si así fuera, no pensaríamos el fundamento último. Pensar el fundamento último significa pensar el ser. Hablamos de fundamento último pues no podemos salir de buenas a primeras de la metafísica, pues nuestro hablar es todavía el hablar que se ha forjado según el temple de la metafísica, sin embargo, el pensar es requerido por lo más memorable, que se presenta a su rememoración. El pensar descubre ahora la rememoración como modo de permanecer en aquello que da que pensar y da que pensar que precisamente aún no lo pensamos.

Pero en la era aún dominada por el "platonismo'*, la carencia de fundamento para nosotros mismos, es, en la medida en que el "ens realisimum" ha muerto, el advenimiento del nihilismo. El advenimiento del nihilismo se produce porque el "platonismo" ha separado a los hombres de su habitar, poniendo el fundamento de su ser en el mundo justamente en otro mundo. Quien ve la caída de ese mundo y la muerte de Dios, no es sino aquel que ha dado cuenta del advenimiento de dicho nihilismo**.

No viene al caso, al caso de esta presentación en particular, claro, lo que Platón realmente haya dicho - y no dicho - acerca del mundo de las ideas y el mundo aparente. Lo que viene al caso es más bien, como dichas nociones llegaron a configurar una "era de la técnica" y ello fue precisamente en el corolario al platonismo de la proposición del fundamento. En la era del nihilismo, el mortal se ha perdido, reemplazado por este sujeto "inmortal", "inmortal" justamente porque es este sujeto es un concepto y como tal no puede morir propiamente, es decir viviendo la muerte como verdadera muerte. Decimos "inmortal", porque este sujeto tampoco es un divino o un inmortal.

La perdida del mortal es la perdida del ente que vive el ser en cuanto "en cada caso mío", la perdida del mortal en cuanto que mortal, es la perdida del modo de habitar en la cuaternidad, o del modo de ser auténtico del ser- ahí en el mundo. La pérdida del mortal es la perdida en el olvido, tanto en el olvido del Ser, como en el olvido del ser que es mío. Cuando rememoramos el ser que es mío, entonces nos revelamos como siendo, ante todo, una apertura por la cual, el ser puede a su vez morar, en cuanto que mora en el habla en que habita el ente al que le va su ser en cuanto ser propio. En el hablar del mortal.

Así, ex-istencia es, ante todo, apertura. La esencia del mortal es el ser abierto, el ser la Apertura. Una apertura es un lugar. La apertura es ante todo un lugar en el que se puede habitar y en el que se puede contener. El mortal es ante todo, dicha apertura, dicho lugar, dicho continente. La esencia del mortal no es...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR