Inseguridad ciudadana y diferenciación social en el nivel microbarrial: el caso del sector Santo Tomas, Santiago de Chile. - Vol. 42 Núm. 125, Enero - Enero 2016 - EURE-Revista Latinoamericana de Estudios Urbanos Regionales - Libros y Revistas - VLEX 632388525

Inseguridad ciudadana y diferenciación social en el nivel microbarrial: el caso del sector Santo Tomas, Santiago de Chile.

AutorLunecke, Alejandra
CargoEnsayo

Introducción

Las ciudades en Chile han sufrido profundas transformaciones a lo largo de las últimas dos décadas. La ampliación del radio urbano, la disminución de la segregación residencial a gran escala, la aparición de barrios cerrados en comunas tradicionalmente pobres (Márquez, 2003; Sabatini & Salcedo, 2007) y la consolidación de extensas zonas de concentración de viviendas sociales en la periferia (Sugranyez & Rodríguez, 2005; Hidalgo, 2007) definen hoy la morfología social de los centros urbanos. Además, destacan zonas precarizadas que se caracterizan por una alta homogeneidad social, concentración de desventajas materiales (físicas y económicas) y segregación física. Así lo evidencia el estudio realizado por Atisba en 2010, que da cuenta de la existencia de 64 territorios en Chile que fueron clasificados como guetos (1), y que concentran una población de casi 1,7 millones de habitantes, de los cuales 44% se encuentra en Santiago, y el 56% restante en regiones (Atisba Consultores, 2010).

La situación descrita aparece más grave aún si consideramos que, además de la pobreza y la exclusión socioeconómica, los vecinos de muchos de los barrios caracterizados como guetizados enfrentan la presencia y acciones de grupos vinculados a la delincuencia y la violencia (Dammert & Oviedo, 2004; Lunecke & Eissmann, 2004; Manzano, 2010). Las principales consecuencias de estos fenómenos refieren a los sentimientos de deterioro de la calidad de vida e inseguridad que expresan los vecinos, y a su abandono de los espacios públicos. Específicamente la percepción de inseguridad refuerza la ruptura de los vínculos sociales, debilita el tejido social e incrementa la desconfianza interpersonal en estos vecindarios (Lunecke, 2012; Núñez, Tocornal & Henríquez, 2012), procesos que a su vez favorecen la criminalidad (Sampson, 2013).

Este artículo busca comprender cómo se producen estos procesos de debilitamiento del tejido social en territorios desaventajados, e indaga en aquellos mecanismos que--instalados en la vida cotidiana--generan diversas dinámicas de ruptura de los vínculos sociales. Con ello, se analiza el papel que desempeña (o no) la inseguridad ciudadana en tales procesos, poniendo especial énfasis en las prácticas discursivas y en las representaciones de los vecinos con respecto al espacio urbano que habitan.

Inseguridad ciudadana, peligrosidad y diferenciación social: aproximaciones teóricas

La inseguridad que genera la criminalidad ha sido abordada desde distintas aproximaciones, y diferentes explicaciones han surgido para dar cuenta de este fenómeno. Entre ellas, es posible observar al menos dos grandes tendencias: aquellos estudios que se inscriben en la tradición cuantitativa y que identifican las causas que determinan el fenómeno (económicas, sociales, culturales y políticas); y, por otro lado, aquellas investigaciones socioculturalistas que lo relacionan con la inseguridad y la ansiedad que experimentan las personas frente a los cambios y los riesgos asociados a la vida contemporánea (Kessler, 2009).

Dentro de esta última línea teórica, destacan aquellas propuestas que indagan en el fenómeno buscando desentrañar el proceso por medio del cual se elaboran las percepciones de inseguridad y riesgo en la vida cotidiana. Entre ellas, por ejemplo, la propuesta simbólico-estructuralista de Mary Douglas (1992), quien propone que la percepción de inseguridad contiene elementos simbólicos de los juicios sobre "el peligro", "la contaminación" y la percepción del "otro'. En sus estudios sobre riesgos, la antropóloga explica por qué algunos peligros son identificados como riesgos y por qué otros no; por qué algunos sujetos son percibidos como peligrosos y por qué otros no. Sus principales explicaciones se refieren a las barreras que construyen los grupos sociales, las organizaciones o las sociedades entre "el yo" y "el otro", las cuales a su vez se definen con base en lo que entienden por "desviado" y a partir de cómo los grupos definen el "orden social". Para la autora, tras la evaluación de riesgos que hacen los individuos existen otras preocupaciones y distinciones que son cultural y socialmente construidas. En esta definición, el uso de "lo peligroso" y de "lo riesgoso" remite a marcos morales y políticos particulares.

De manera similar, Lupton (1999) destaca que la inseguridad y la percepción de riesgo son "aprendizajes que deben ser considerados como convenciones compartidas, expectativas y categorías culturales establecidas sobre claras funciones y responsabilidades sociales" (p. 39). Lo que enfatiza esta aproximación es el relativismo cultural de los juicios sobre los riesgos, incluyendo las diferencias existentes incluso dentro de un mismo grupo social, relativismo que explica que en determinados contextos algunos hechos sean considerados riesgosos y en otros, no.

En este análisis, un elemento que se destaca es la elaboración del "otro" (la construcción de la "otredad") y cómo dicha representación tiene un lugar determinante en la elaboración de lo peligroso. Para Douglas (1966), las ansiedades y el miedo son proyectados sobre determinados grupos sociales, aquellos que son marginalizados y estigmatizados como "los grupos de riesgo". En esta matriz analítica, "el otro" es concebido como diferente al "yo", es un sujeto que causa ansiedad y preocupación y del cual hay que proteger al propio cuerpo (objeto simbólico del yo).

Cercanos a esta perspectiva, también se encuentran aquellos estudios según los cuales lo que las personas expresan sobre el delito y el orden social está relacionado con valoraciones y significaciones culturales relativas al crimen y, por tanto, no constituye una respuesta racional frente a los riesgos percibidos. El delito a menudo opera como un símbolo que expresa otros problemas, conflictos, inseguridades y ansiedades relacionados con la vida comunitaria de las personas, sus vínculos interpersonales, su propio estatus social, su lugar en el mundo y el sentido que les dan a problemas que están fuera de su control. Así, el temor al delito no es siempre una respuesta al crimen, sino más bien una construcción sociocultural (Lupton, 1999). Esto es confirmado por Low (2001), quien realiza un estudio en dos barrios cerrados (uno en Los Angeles y el otro en Nueva York) y establece que lo sustantivo es que el "discurso seguritario" está fundado en lógicas de exclusión social basadas en la clase y, por tanto, la inseguridad se instala en la forma en que se construye al "peligroso".

Al respecto, Pain (2000) da cuenta de una serie de estudios que ponen el énfasis en el vínculo entre la estructura social, la identidad, las relaciones de poder y el temor al delito. Según la autora, "el crimen, la violencia, el peligro y el temor tienen un rol significativo en la exclusión social de grupos marginalizados. El etiquetamiento social de "los peligrosos" incide sobre la percepción de riesgo, puesto que en múltiples relatos sobre el peligro este se asocia a "extraños-distintos a uno" y, por tanto, la configuración del otro está socialmente mediada" (p. 373). Carvalho y Lewis (2003), quienes indagan en diversas reacciones y respuestas frente al crimen, concluyen que en barrios con alta incidencia de crimen y violencia, las personas no siempre manifiestan alto temor. En muchos casos, la cotidianidad de la violencia lleva a naturalizar y normalizar los riesgos del entorno y, por tanto, el temor puede estar asociado a otros factores sociales. Entre ellos, destaca la desconfianza interpersonal, los modos en que se configuran los lazos comunitarios, y la percepción que las personas tienen sobre sí mismas, sobre los otros y sobre el estatus que ocupan en la estructura comunitaria. Al respecto, Walklate (2000) destaca que "entender la naturaleza de las relaciones interpersonales es una clave importante para comprender quiénes son los que tienen alto temor frente al delito" (p. 55). Y en la misma línea, Ian Taylor (1996) da cuenta de cómo este temor no solo se da en relación con el delito, sino que también responde a las preocupaciones que los vecinos tienen respecto al crecimiento de la ciudad y la desorganización del espacio, actuando como defensas contra "el otro diferente", a quien se considera una amenaza.

A lo anterior Wacquant (2007) agrega que, en barrios guetizados, la estigmatización que recae sobre este tipo de territorios también agudiza las condiciones de aislamiento y de distanciamiento social interno, disminuyendo la confianza interpersonal y minando la solidaridad local. En la misma línea, Bauman (2004) destaca:

[E]n la actualidad, el barrio (...), se convierte en un espacio de competencia y conflicto, un campo de batalla lleno de peligros para la lid diaria de supervivencia. Este debilitamiento de los lazos comunitarios con la base territorial alimenta a su vez una retirada a la esfera del consumo privatizado y las estrategias de distanciamiento que socavan aún más las solidaridades locales y confirman las percepciones despreciativas del barrio, (p. 179) En este sentido, Saraví (2004) propone que la segregación espacial de barrios y las condiciones de precariedad afectan no solo la forma en que se vive en la ciudad, sino también el sistema de relaciones sociales que se entretejen en y sobre el espacio urbano; es decir, incide sobre la fragmentación socioespacial de la interacción social y la conformación de espacios diferenciados de sociabilidad. Como señala el autor, "para bien o para mal, los vecinos son conocidos o extraños antes que amigos, e incluso cabe agregar que estas relaciones no necesariamente están exentas de conflictos o dominadas por valores y normas contrastantes" (p. 35).

Así, la inseguridad asociada a la criminalidad cristalizaría diversas preocupaciones y ansiedades públicas y privadas, definidas ya sea por los discursos imperantes, o por las mayores condiciones de incertidumbre, por relaciones y posiciones de poder, por el tipo de interacciones y vínculos construidos, y por...

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