Transformaciones del lenguaje acotacional en el texto dramático chileno contemporáneo. - Núm. 29, Enero 2004 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56656779

Transformaciones del lenguaje acotacional en el texto dramático chileno contemporáneo.

AutorDubbl
CargoMurmuraciones en torno a la muerte de un juez, obra del dramaturgo Gustavo Meza - Ensayo cr

Me referiré a la construcción de la obra Murmuraciones en torno a la muerte de un Juez (1995), de Gustavo Meza. Específicamente, a su lúdica aproximación al género narrativo, manifiesta en la elaboración de las acotaciones y en su articulación con textos ambiguamente limítrofes y complementarios de ellas. En mi lectura de la obra, estos textos superan largamente la función de entregar instrucciones para el montaje. Su examen permite deducir que los dramaturgos, conscientes de las polémicas sobre la primacía del texto dramático o del montaje escénico, a la hora de escribir, han aprovechado la tensión entre las dimensiones literaria y espectacular de la obra teatral como una posibilidad más para potenciar estéticamente su creación, jugando con su hibridez artística. Lo mismo podría decirse de su juego con los elementos narrativos y líricos en la elaboración del texto dramático.

La especial situación del texto acotacional en los limites de la literatura, ha atraído comprensiblemente la atención teórica de los estudiosos, quienes lo consideran, junto al diálogo de los personajes, como una de las dos formas de discurso que integran el texto dramático. Para Roman Ingarden, las acotaciones cumplen la función de entregar información para el montaje de la obra; por ello, cuando éste se lleva a efecto, desaparecen en su condición de discurso lingüístico, para transmutarse en elementos escénicos que conforman sistemas sígnicos de otra naturaleza. Luis Vaisman recoge esta idea y propone que la diferencia del lenguaje acotacional con el discurso dramático es de estatus ontológico: mientras el diálogo de los personajes responde a las características de ficcionalidad que Félix Martínez Bonati postula para el lenguaje literario, las acotaciones constituyen un tipo de lenguaje técnico orientado directamente al montaje escénico; su emisor es el dramaturgo real y su destinatario es el potencial realizador de la puesta en escena; en consecuencia, están constituidas por frases reales, integrantes de una situación comunicativa real y no por pseudofrases sustentadoras de situaciones comunicativas imaginarias. Para Vaisman, las acotaciones constituyen una forma de "semia sustitutiva", puesto que su referente no sería el mundo dramático generado por el diálogo de los personajes, sino los signos escénicos, cuyo lugar ocupan en el texto escrito. En los casos en que las acotaciones trascienden esta limitada función de "semia sustitutiva", adoptan la de un narrador o "hablante dramático básico" en los términos que propone Juan Villegas, y el texto dramático altera su construcción en cuanto tal, aproximándose a la narrativa. Existe en las acotaciones esta potencialidad literaria de constituirse en un narrador básico; al respecto, Vaisman opina que considerarlas como simple "semia sustitutiva" o como discurso narrativo básico, depende de la actitud del lector en su recepción del texto. Si el lector escoge la segunda posibilidad, agrega, la obra dramática derivará en una modalidad de la narrativa.

Autores como Anne Ubersfeld y Patrice Pavis coinciden en observar como las acotaciones tienen variaciones históricas a través de las distintas épocas en la producción teatral. Ambos observan que, desde el siglo XlX, la creciente complejidad de la realidad social y humana exigió, para su representación en el teatro, un notable crecimiento de las acotaciones en el texto dramático, determinando este proceso una aproximación del género teatral a la narrativa y a la lírica.

La función del lenguaje acotacional, según Ubersfeld, consiste simplemente en indicar las condiciones pragmáticas del uso de la palabra en la obra. Por eso, ella prefiere denominarlas "didascalias" e incluye entre ellas, por ejemplo, a las indicaciones de los nombres de los personajes en la escritura de los diálogos en el texto. En su opinión, la gran diferencia lingüística entre el discurso dialógico de los personajes y el de las didascalias, atañe al sujeto de la enunciación: mientras en el primero esta función corresponde a los personajes, en las segundas habla el dramaturgo para nombrarlos e indicar cuál de ellos habla en cada caso, en qué circunstancias y con qué gestos acompaña su discurso. Agrega que las didascalias constituyen la única parte del texto dramático en que puede hablar el autor...

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