Acciones colectivas territoriales en Chile, 2011-2013: de lo ambiental-reivindicativo al autonomismo regionalista. - Vol. 42 Núm. 125, Enero - Enero 2016 - EURE-Revista Latinoamericana de Estudios Urbanos Regionales - Libros y Revistas - VLEX 632388545

Acciones colectivas territoriales en Chile, 2011-2013: de lo ambiental-reivindicativo al autonomismo regionalista.

AutorValenzuela, Esteban
CargoEnsayo

Introducción (1)

En este artículo se dará cuenta de la politización de movimientos regionalistas en Chile en el último decenio, a partir del análisis de conflictos que no pueden ser reducidos a un mero localismo defensivo ante un daño ambiental o a una lucha social anticapitalista o reivindicadonista, puesto que evidencian la construcción de discursos favorables a la autonomía política y a la coparticipación en los ingresos que se producen territorialmente. Los conflictos estudiados transitan de lo defensivo, puntual o sectorial, a luchas politizadas de más largo alcance (Castells, 2003). Ejemplo de ello es el caso de Calama, en que se yuxtaponen elementos de identidad ancestral y reinventada, pampina y atacameña, con un grito plural de rabias que incluye tanto dimensiones de clase como identidades emergentes (Holloway, 2011). En los casos estudiados se observan discursos potenciados por la generación de riquezas que no quedan en el territorio, sin paquetes ni servicios de calidad (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos [OCDE], 2013), y que solo dejan externalidades negativas, como contaminación. En síntesis, se trata de un conjunto de movimientos que reclaman el derecho a ser ciudad (Lefebvre, 1969; Sabatini & Wormald, 2004).

Al igual que Calama, los movimientos de Magallanes por mantener el precio del gas o el de Freirina por expulsar una megaempresa de carnes blancas generadora de malos olores, se inscriben no solo como motines de resistencia puntual: hay un giro creciente (no consolidado) hacia discursos politizados, que manifiestan que los males se deben a un modelo sociopolítico y económico centralista. Ante tal proceso, el artículo se hará cargo del crecimiento de los grupos territoriales que piden autonomía, especialmente en el extremo norte y sur del país. Para el análisis se ha optado por un enfoque híbrido, en el cual se integran miradas estructuralistas, marxistas y posestructuralistas, en torno al polisémico concepto de politización.

Esta noción, la de "politización", plantea uno de los principales problemas a la hora de caracterizar las acciones colectivas y movimientos sociales, puesto que adquiere diferentes connotaciones según sea el tipo de actores involucrados. Puede tratarse, entre otros, de grupos de interés, partidos políticos, organizaciones sociales, organizaciones no gubernamentales, cada uno de ellos con una agenda particular a la hora de participar. Para el estudio de la acción colectiva, es esencial considerar la diversidad intramovimiento y su discursividad, principalmente a la hora de explicar, por ejemplo, qué ha pasado en Chile a partir de 2011 con el conflicto social y el eventual "nuevo ciclo" entre Estado y sociedad al que se han referido diversos intelectuales (Mayol, 2013; Opplinger & Guzmán, 2012; Garretón, 2013; Salazar, 2013). En este contexto, el estudio en profundidad de casos permite romper la categoría única de movimiento social o grupos en conflicto, para identificar particularidades y fenómenos únicos.

La investigación aquí presentada se sustenta en un trabajo de campo desarrollado entre mayo y noviembre de 2013, a través de cuarenta entrevistas en profundidad 1 a informantes calificados, dirigentes, políticos y líderes locales de Arica, Calama, Tocopilla, Copiapó, Aysén y Punta Arenas. El estudio tiene como objetivo principal caracterizar e identificar los relatos regionalistas manifestados en los movimientos sociales entre los años 2011 y 2013, relevando sus particularidades y principalmente el proceso de tránsito desde lo social reivindicativo hacia lo político. Para ello se privilegió la estrategia de estudio de casos, dadas las potencialidades de esta metodología para indagar fenómenos de causalidad compleja, en entornos reales y utilizando múltiples fuentes de información. En esta línea se recurrió, además de las entrevistas en profundidad, a indicadores cuantitativos y técnicas documentales (Martínez, 2006, p. 174).

La investigación llevada a cabo es de carácter descriptivo-exploratorio, y contempla--como se ha dicho--el estudio de casos múltiples, de carácter genérico ejemplar típico (Coller, 2005). Los seis casos seleccionados lo fueron a partir de cuatro criterios, según los cuales se trata de:

* acciones colectivas con discursos regionalistas;

* acciones colectivas con grados de estabilidad y procesos de socialización y articulación superior a cinco años;

* acciones colectivas con episodios conflictivos relevantes (paros regionales, tomas de terreno, cortes de ruta, marchas regionales); acciones colectivas con presencia y relevancia mediática a nivel nacional.

Explícitamente se ha dejado fuera el movimiento mapuche, que amerita una mirada más amplia por su propia importancia y por el predominio en él de la cuestión étnico-nacional por sobre un proceso de descentralización con autonomía regional (Marimán, 2012; Tricot, 2013).

El artículo comienza con un desarrollo teórico, continúa con una caracterización histórica de las protestas regionales, para finalmente presentar los principales hallazgos de la investigación.

Desde lo gregario a lo reivindicativo social y a lo político

La construcción del orden social--parafraseando a Norber Lechner (1984)--es conflictiva y nunca acabada. Por esta razón, el orden resultante en un determinado contexto histórico y social es la expresión del poder hegemônico que establece estructuras, verdades y consensos (Gramsci, 1988; Foucault, 1979; Laclau & Moffe 1986, Marx & Engels, 2006); es decir, la dominación no solo se ejerce a través de la coerción, sino también desde el "sentido común", definido por Vico como "un juicio sin reflexión, umversalmente experimentado por todo un grupo, por todo un pueblo, por el conjunto de una nación o por el conjunto de la raza humana" (citado en Nun, 1986, p. 203) (2). Desde esta perspectiva, si bien todas las acciones colectivas conflictivas son portadoras de fisuras en el orden dominante, esto ocurre con distintos grados e intensidades. De esta manera, si bien "el grito" (Holloway, 2011) es un proceso de oposición y rechazo a lo existente, en muchos casos no representa un proyecto unificado desde lo político transformador, sino una expresión regresiva gregaria de defensa de intereses particulares y sectoriales.

El concepto de "movimiento social" es uno de los de más difícil delimitación dentro de las ciencias sociales, razón por la que, al revisar la literatura especializada, "no puede haber seguridad sobre que se estén dedicando al estudio de un mismo objeto de investigación" (Ravilla, 1996, p. 1). De hecho, un conjunto de fenómenos diversos es sometido a una misma categoría analítica (Santamarina, 2008; Garcés, 2012; Ramos, 1997). Para Arciga (2012), es posible sostener que "todo movimiento social es agente de conflicto, que vincula su acción opositora con la imagen de una comunidad que posibilita la realización del hombre, la concreción de la unidad nacional, la defensa del bien común, el libre desarrollo de las fuerzas productivas, etcétera" (p. 53). Es decir, en los términos de John Holloway (2011), se trata del "grito". Sin embargo, esta definición acotada es demasiado amplia desde el punto de vista fenomenológico, puesto que el "grito" como categoría de análisis puede referirse a distintos elementos. Al respecto, señala Penaglia (2014), la literatura establece distintos tipos de acciones colectivas:

De defensa egoísta a intereses creados, los que, como acota Touraine (1997), "no constituyen nada más que acciones defensivas y son incapaces de dotar a su lucha de una significación general" (p. 100). Bajo esta categoría se pueden agrupar fenómenos como los nimby--not in my back yard--, los cuales, para Amézaga y Marti (2012, p. 4), constituyen plataformas egoístas de defensa territorial en oposición a determinadas acciones públicas o privadas; por ejemplo, la construcción de un basural o una cárcel. Este tipo de acción colectiva no cuestiona el fondo del proyecto y no se opondría a la ejecución del proyecto en otro territorio; por tanto, no porta más que un rechazo primario centrado en el "nosotros" inmediato.

Por otro lado, también se puede constatar fenómenos de tipo caudillista, como el que Aldo Panfichi (2011) denomina "representación contenciosa", caracterizada por acciones colectivas centradas en liderazgos locales o regionales (generalmente alcaldes o concejales), que crean plataformas personalistas para legitimarse a través de conflictos en que el oponente es el Estado central.

Defensas colectivas y aisladas, las que, si bien tienen una perspectiva social, no se conforman como proyecto en el largo plazo. En esta categoría se puede constatar lo que Scribano (2012) denomina "interdicción colectiva" (IC), caracterizada como "freno a las violencias, usurpaciones y desposesiones de lo que un(os) colectivo(s) designa(n) como compartido. En este sentido, las IC son acciones colectivas cuya intención central es prohibir la apropiación privada de un bien considerado común" (p. 30). También se pueden agregar las acciones de estallido, huelga o motín (Grez, 2007), que son principalmente aisladas, descoordinadas, de rebeldía primaria y sin proyecto de cambio social. De transformación social, esto es, acciones colectivas en las que, siguiendo a Touraine (1997), existe un "llamamiento al Sujeto, a la vez como libertad y como cultura, llamamiento que encontramos tanto en los movimientos de mujeres como en los que se preocupan por las minorías" (p. 100). Se caracterizan por una duración en su temporalidad y por la existencia de proyectos transformadores.

Más allá de la extensa discusión sobre el sujeto (véase, por ejemplo, Retamozo, 2009; Charry, 2006; Moriconi, 2009; Rauber, 2003; Tassin, 2012; Moreno, 2010; Arciga, 2012) e independientemente de la posición epistemológica--sea la adhesión a las perspectivas de sujetos históricos, o a las de sujetos heterogéneos, sujetos como proceso--, aun en las visiones más críticas se pueden encontrar acuerdos mínimos...

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