'Aullido', poema de Allen Ginsberg. Traducción inédita de Rodrigo Olavarría. - Núm. 2003, Septiembre 2003 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56583968

'Aullido', poema de Allen Ginsberg. Traducción inédita de Rodrigo Olavarría.

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ALLEN GINSBERG, poeta norteamericano, nació el 3 de Junio de 1926, hijo de Naomi Ginsberg, inmigrante rusa y Louis Ginsberg, poeta. Estudió en la Universidad de Columbia, época en la que entra en contacto con los escritores que, junto a él, serían el núcleo del grupo Beat: Gregory Corso, Jack Kerouac y William Burroughs. En 1957 publica el poema Aullido, libro que es censurado por obscenidad. En 1963 publica Kaddish, poema de largo aliento dedicado a su madre muerta. Durante las décadas siguientes estará en el centro del activismo político, del que se retirará aquejado por una enfermedad que el 5 de Abril de 1997 le cobrará la vida. Otros títulos de la obra de Ginsberg son Reality Sandwiches (1960), Planet News (1968), The Fall Of America (1972), Mind Breaths (1977), Plutonian Ode (1981), White Shroud Poems (1985), Cosmopolitan Greetings Poems (1994), Illuminated Poems (1996)

RODRIGO OLAVARRÍA nace el año 1979 en Puerto Montt. Desde 1997 es miembro del grupo Quercipinión. Entre 1998 y 1999 cursa la carrera de Derecho en la Universidad de Concepción. El año 2000 publica con sus compañeros el libro Quercipinión (Ediciones Lar, Concepción). Durante el año 2001 es becario de la Fundación Pablo Neruda. Poemas suyos han sido publicados en revistas como La Mueca Del Dragón, Cyber Humanitatis y en Pájaro Verde, entre otras. En la actualidad estudia la carrera de Literatura en la Universidad de Chile y se ocupa de la recopilación de la obra de los poetas del grupo "Mandrágora".

AULLIDO por Allen Ginsberg traducción de Rodrigo Olavarría Para Carl Salomón I Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo, hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna, que pobres y harapientos y ojerosos y drogados pasaron la noche fumando en la oscuridad sobrenatural de apartamentos de agua fría, flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz, que desnudaron sus cerebros ante el cielo bajo el El y vieron ángeles mahometanos tambaleándose sobre techos iluminados, que pasaron por las universidades con radiantes ojos imperturbables alucinando Arkansas y tragedia en la luz de Blake entre los maestros de la guerra, que fueron expulsados de las academias por locos y por publicar odas obscenas en las ventanas de la calavera, que se acurrucaron en ropa interior en habitaciones sin afeitar, quemando su dinero en papeleras y escuchando al Terror a través del muro, que fueron arrestados por sus barbas púbicas regresando por Laredo con un cinturón de marihuana hacia Nueva York, que comieron fuego en hoteles de pintura o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte, o sometieron sus torsos a un purgatorio noche tras noche, con sueños, con drogas, con pesadillas que despiertan, alcohol y verga y bailes sin fin, incomparables callejones de temblorosa nube y relámpago en la mente saltando hacia los polos de Canadá y Paterson, iluminando todo el inmóvil mundo del intertiempo, realidades de salones de Peyote, amaneceres de cementerio de árbol verde en el patio trasero, borrachera de vino sobre los tejados, barrios de escaparate de paseos drogados luz de tráfico de neón parpadeante, vibraciones de sol, luna y árbol en los rugientes atardeceres invernales de Brooklyn, desvaríos de cenicero y bondadosa luz reina de la mente, que se encadenaron a los subterráneos para el interminable viaje desde Battery al santo Bronx en benzedrina hasta que el ruido de ruedas y niños los hizo caer temblando con la boca desvencijada y golpeados yermos de cerebro completamente drenados de brillo bajo la lúgubre luz del Zoológico, que se hundieron toda la noche en la submarina luz de Bickford salían flotando y se sentaban a lo largo de tardes de cerveza desvanecida en el desolado Fugazzi's, escuchando el crujir del Apocalipsis en el jukebox de hidrógeno, que hablaron sin parar por setenta horas del parque al departamento al bar a Bellevue al museo al puente de Brooklyn, un batallón perdido de conversadores platónicos saltando desde las barandas de salidas de incendio desde ventanas desde el Empire State desde la luna, parloteando gritando vomitando susurrando hechos y memorias y anécdotas y excitaciones del globo ocular y shocks de hospitales y cárceles y guerras, intelectos enteros expulsados en recuerdo de todo por siete días y noches con ojos brillantes, carne para la sinagoga arrojada en el pavimento, que se desvanecieron en la nada Zen Nueva Jersey dejando un rastro de ambiguas postales del Atlantic City Hall, sufriendo sudores orientales y crujidos de huesos...

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