Calas sobre el amor lesbiano en la literatura espanola anterior al siglo XX. - Núm. 48, Marzo 2009 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 634575065

Calas sobre el amor lesbiano en la literatura espanola anterior al siglo XX.

AutorGalván González, Victoria
CargoCreación

Abordar el tratamiento del lesbianismo en la literatura española anterior al siglo XIX implica el acercamiento a un ámbito de estudio aún desconocido, poco transitado y, en cierto sentido, desértico. Para comprender con cierta precisión su desarrollo en las letras españolas hemos de considerar lo siguiente: por una parte, el hecho de recrear en textos literarios una sexualidad no autorizada y sus consecuencias; por otra parte, que sea la mujer el sujeto protagonista; por último, la particular dialéctica que se establece entre la centralidad y lo periférico en el sistema literario. Se trata de una cuestión que requiere una mayor atención investigadora para juzgar, ya sea mínimamente, el recorrido de esta temática con perspectiva diacrónica. Y no debe obviarse que se habla desde una perspectiva contemporánea y con una terminología que define la sexualidad a partir del siglo XIX. En un estudio reciente acerca de la presencia de la homosexualidad en la narrativa hispánica entre 1875 y 1975, su autor, R. Krauel [1], señala la existencia de trabajos de conjunto o de artículos dedicados a escritores y a obras concretas contemporáneos, como Juan Goytisolo y Esther Tusquets, entre otros. Destaca los trabajos de W. Foster [2], que ha publicado un repertorio bio-bibliográfico centrado en distintos períodos y autores de la literatura española. El interés, por tanto, sobre lo que R. Krauel denomina las "heterologías genérico-sexuales" en la literatura española moderna es cada vez más creciente a tenor de los trabajos publicados, pero quedan aún amplias parcelas de la literatura por estudiar y con mayor intensidad, si nos retrotraemos en el tiempo hacia períodos anteriores al siglo XX. Desde este déficit histórico-crítico, no pretende este trabajo realizar una investigación exhaustiva de la presencia y del tratamiento de la temática lésbica en la literatura española, sino seleccionar algunos testimonios desde los Siglos de Oro hasta el siglo XIX con la intención de proponer para la reflexión casos concretos de nuestra literatura. No persigue entrar, asimismo, ni en la sempiterna disquisición acerca de si existe o no una literatura gay, ni identificar las situaciones evocadas en los textos literarios con la realidad social, a pesar de las evidentes relaciones que mantienen en virtud de la no neutralidad de los textos y sus representaciones. En relación con la mujer homosexual en el espacio literario hispánico hay un vacío crítico que no permite emitir juicios con el rigor necesario. Sí se han incrementado los estudios en torno al siglo XX, como se sabe, sobre obras que aparecen en el panorama literario de forma paralela a la toma de conciencia de la identidad homoerótica. Pero en relación con el período cronológico en el que fijará la atención este trabajo no podemos sino presentar algunos retazos, algunas calas en la medida en que no se trata de obras en las que la homosexualidad las determine en su totalidad, sino que ésta se presenta de forma tangencial o velada. No es el caso de novelas españolas contemporáneas como las que ha escrito Esther Tusquets, por ejemplo. No podía ser de otra manera, si atendemos a la concepción harto divergente de la sexualidad en épocas anteriores al siglo XIX en relación al XX. Si el homosexual nace en torno a 1870, si en esas fechas asistimos a la construcción de la sexualidad moderna, es congruente que la literatura lo refleje y lo incorpore de forma diferente a otras épocas. En cualquier caso, este estudio no puede realizarse sin tener en cuenta la construcción de la sexualidad en las épocas tratadas, pues desde Foucault [3]--como se sabe--el sexo obedece a unos patrones culturales, que varían en función de las distintas sociedades y tiempos.

La Diana de Jorge de Montemayor y la variedad amorosa

Un ejemplo sugerente en la historia de la literatura española lo constituye Los siete libros de la Diana (1558 o 1559), del lusitano Jorge de Montemayor, la primera novela pastoril española, que alcanza hasta ocho ediciones en 1562. Se trata de una novela con un gran impacto editorial, que presenta un particular recorrido por las prensas extranjeras y por el camino de las imitaciones, las adaptaciones y las traducciones. Cuenta en su haber dos continuaciones inmediatas al tiempo de su publicación: Segunda parte de la Diana (1563), de Alonso Pérez, y La Diana enamorada (1564), de Gaspar Gil Polo. La fórmula literaria propuesta por Montemayor se caracteriza por su diversidad, como indica Juan Montero, resulta ser el punto de convergencia donde se reúnen los diversos aspectos e intereses de una cultura literaria compleja. Una cultura que se caracteriza por el sincretismo entre actitudes provenientes de esferas vitales contrapuestas, como espiritualidad y mundanidad o retiro y cortesanía, y por la conjunción de elementos ligados a tradiciones literarias hasta cierto punto enfrentadas (por ejemplo, poesía octosilábica y poesía italianizante) [4].

Es una novela compleja en su entramado constructivo en el marco de la boga alcanzada por lo pastoril y lo bucólico en la cultura renacentista. Incorpora elementos heterogéneos, procedentes de patrones formales ajenos a lo pastoril, deviniendo así una estructura mixta, como señalaran F. López Estrada [5], S. Avalle-Arce [6], A. Rallo [7] o A. Egido [8].

En relación con el asunto que nos trae aquí, la novela presenta situaciones, anécdotas pastoriles, protagonizadas por unos personajes, los pastores, dedicados por entero a la exaltación del amor, a su vivencia y a su análisis, en un espacio idealizado, aunque admita espacios reales e históricos (León, Portugal), caracterizado por los rasgos del locus amoenus y por el mito de la eterna primavera. Las experiencias de los pastores se desarrollan en jornadas que transcurren entre el amanecer y el ocaso. A diferencia de la bucólica tradicional, aquí Montemayor consigue una estructura dinámica, frente al estatismo clásico, en la medida en que la trayectoria biográfica de los personajes cambia; insertándose, por tanto, en la dinámica de la historia con sus inesperados efectos sobre la existencia humana.

Desde la perspectiva amorosa que anima toda la obra y, como se sabe, la bucólica en general, los personajes de la novela de Montemayor se dividen en dos: los que aman y los que no aman. Se contraponen los pastores, auténticos protagonistas que conocen el amor por propia experiencia, a las ninfas y a la maga Felicia, representante de la ciencia amorosa. El amor se transmuta en la fuerza motriz de las acciones de la obra y la razón de la existencia de sus actores. Es aquello por lo que hacen acto de presencia en la novela los distintos personajes y las historias que narra cada uno de ellos. La obra, dividida en siete libros, cuenta los avatares sentimentales de diferentes personajes, sin que pueda hablarse de un solo protagonista. Se cuentan los casos amorosos de Sireno, Diana, Selvagia, Felismena y Belisa, entre otros. La diversidad de las historias amorosas define el tratamiento de la temática preeminente en la obra. Montemayor ofrece al lector una casuística sentimental, teñida de pena y de llanto, pues los personajes viven el amor a partir del dolor y del desengaño. Experimentar en este campo les conduce a reflexionar y a volver continuamente sobre sus sentimientos. Se establece, además, una subdivisión entre el amor honesto y el deshonesto. La teoría dominante en el tratamiento del amor, el neoplatonismo, se recrea en el libro IV, en el que se exponen las tesis en un diálogo entre los pastores y las ninfas. Éste vertebra y explica toda la trayectoria amorosa expuesta en el libro. A esta filosofía se adscribe, posiblemente, el episodio amoroso entre mujeres recreado en la obra.

Los momentos de amor entre mujeres tienen lugar en el libro I, centrado en la pastora Selvagia, que cuenta sus cuitas amorosas a los atentos Sireno y Silvano. La historia se enmarca en un espacio pagano (templo de Minerva, ninfas) en una aldea a orillas del río Duero durante las fiestas en honor a la diosa Minerva. Aquí se encuentra un grupo de pastoras, que se separan de los pastores a la entrada del templo, en una reminiscencia de las populares y paganas fiestas de mujeres. En ese preciso instante, la narradora Selvagia relata:

Pues habiendo entrado las pastoras que digo en el suntuoso templo, después de hechas sus oraciones y de haber ofrecido sus ofrendas delante del altar, junto a nosotras se sentaron. Y quiso mi ventura que junto a mí se sentase una dellas para que yo fuese desventurada todos los días que su memoria me turase. Las pastoras venían disfrazadas, los rostros cubiertos con unos velos blancos y presos en sus chapeles de menuda paja sutilísimamente labrados con muchas guarniciones de lo mismo, tan bien hechas y entretejidas que de oro no les llevara ventaja. Pues estando yo mirando la que junto a mí se había sentado vi que no quitaba los ojos de los míos y que, cuando yo la miraba, abajaba ella los suyos, fingiendo quererme ver sin que yo mirase en ello. [...]

Pues estando yo con toda la atención posible sacó la más hermosa y delicada mano que yo después acá he visto y, tomándome la mía, me la estuvo mirando un poco. Yo, que estaba más enamorada della de lo que podría decir, le dije:--"Hermosa y graciosa pastora, no es sola esa mano la que está aparejada para serviros, más también lo está el corazón y el pensamiento de cuya ella es". [...]--"Graciosa pastora, soy yo tan vuestra que como tal me atreví a hacer lo que hice. Suplícoos que no os escandalicéis, porque en viendo vuestro hermoso rostro no tuve más poder en mí". Yo entonces muy contenta me llegué más a ella y le dije medio riendo:--"¿Cómo puede ser, pastora, que siendo vos tan hermosa os enamoréis de otra que tanto le falta para serlo, y más siendo mujer como vos?".--"¡Ay pastora!", respondió ella, "que el amor que menos veces se acaba es éste, y el que más consienten pasar los hados, sin que las vueltas de Fortuna ni las mudanzas del tiempo les vayan a...

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