Comunes urbanos: de la gestión colectiva al derecho a la ciudad. - Vol. 42 Núm. 125, Enero - Enero 2016 - EURE-Revista Latinoamericana de Estudios Urbanos Regionales - Libros y Revistas - VLEX 632388529

Comunes urbanos: de la gestión colectiva al derecho a la ciudad.

AutorCastro-Coma, Mauro
CargoEnsayo

Comunes y ciudad

Desde su aplicación a los recursos naturales y posteriormente a los recursos digitales, la mirada sobre los bienes comunes se está aplicando también al fenómeno urbano. La literatura, aunque reciente, es bastante amplia y destaca por la existencia de múltiples interpretaciones sobre qué se entiende por "común" (1), y su aplicación al territorio urbano y a la gestión de la ciudad. Ante esta situación, consideramos necesario realizar una reflexión que evalúe las posibilidades y límites del marco teórico de los comunes como proyecto explícitamente urbano, retomando dos de los principales caminos o "puntos de entrada" (Hess, 2008) transitados por la literatura especializada, teniendo en cuenta las numerosas conexiones transversales que existen entre ellos.

Así, como primer punto de entrada encontramos la denominada vertiente neoinstitucionalista, cuya principal exponente es la politóloga estadounidense Elinor Ostrom, corriente que pone el acento en analizar los paradigmas institucionales y las normas de gobernanza de las que se dotan las comunidades para gestionar los llamados recursos comunes (RC) o de acervo común (common-pool-resources) (2). El segundo punto de entrada lo situamos dentro de la corriente marxista que vincula los comunes y su compleja interrelación con las prácticas socioeconómicas de cercamiento, centrando su atención en las múltiples formas en que el proceso está siendo tanto implementado como resistido en el ámbito urbano.

El artículo se estructura de la siguiente manera: en el primer apartado abordaremos la literatura relativa a las formas de gobernanza de los rc y las importantes diferencias que existen entre los recursos naturales que Ostrom analiza y los recursos físicos, sociales y culturales que encontramos en el ámbito urbano. En un segundo apartado ponemos el foco en aquellos autores que han vinculado las luchas por el común como respuesta a los cercamientos y a las lógicas de apropiación por desposesión en la ciudad neoliberal, enfoque muy próximo a la literatura sobre movimientos sociales urbanos y las luchas por el derecho en la ciudad. Por último, terminaremos con algunas conclusiones sobre la aportación al campo que produce el diálogo entre ambas aproximaciones.

Si bien la literatura en el ámbito de los comunes urbanos (urban commons) ha estado dominada hasta ahora por el mundo anglosajón (tal y como lo refleja la bibliografía utilizada), es importante destacar otras realidades, como la latinoamericana, con una importante tradición en la temática de los bienes comunes y experiencias concretas de gran calado y relevancia social (véase, entre otros, a Gutiérrez, 2008; o Spronk & Webber, 2007).

La autogestión de los "recursos comunes urbanos"

Los trabajos de Elinor Ostrom (1990) sobre la gestión de los recursos naturales han sido de gran inspiración y guía para repensar las formas de gestión colectiva de los recursos urbanos de uso común. Desde una perspectiva basada en la racionalidad individual y colectiva, Ostrom analiza las críticas, los problemas y las posibilidades de la acción colectiva--ni estatal ni privada--para una gestión eficiente de los recursos naturales. Su contribución arranca con una crítica a la metáfora de la "tragedia de los comunes" popularizada por Garret Hardin (1968), muy próxima a las aportaciones de Olson (1965) sobre la lógica de la acción colectiva. Hardin señala cómo un recurso común que es abierto a todo el mundo (3), terminará por degradarse, porque cada individuo tenderá a maximizar su propio beneficio en detrimento del mantenimiento del recurso de forma colectiva, incluso cuando los beneficios de una estrategia colectiva fueran mayores.

Siguiendo tal argumentación, la única solución a esta "tragedia" sería establecer o bien un sistema de regulación basado en la propiedad privada y en el mercado, en el que cada individuo se responsabilice de su propiedad, o bien un sistema de control estatal, basado ya sea en la planificación o bien en la jerarquía. En cambio, Ostrom señala, por un lado, los costes--normalmente invisibilizados--que suponen tanto la mantención de la propiedad en calidad de privada (vallas, vigilancia, menos capacidad de rentabilizar las inversiones ...) como el control, conservación y mejora continuada que también existen para una entidad externa como el Estado. Por otro lado, ilustra a través de una serie de casos concretos la viabilidad de la acción colectiva para la gestión de recursos comunes, siempre que se dé una serie de condiciones que faciliten la gobernanza colectiva de ese recurso.

Recursos, comunidad y gobierno

Si nos centramos en el ámbito urbano, se detectan importantes diferencias en relación con los ejemplos de rc autogestionados investigados por Ostrom y los recursos comunes urbanos autogestionados por las propias comunidades en las ciudades. Tal y como analiza Hess (2008) al hablar sobre la literatura referida a los "nuevos comunes" (recursos compartidos que recientemente han evolucionado o han sido reconocidos como comunes), el término ha perdido conexión con los conceptos académicos sobre los recursos comunes tradicionales (RC) y ha pasado a ser definido de forma más abierta y expansiva--y, por tanto, más difusa analíticamente (Colding & Barthel, 2013)--, no limitada a un tipo específico de bien económico (que cumple las características de rivalidad y no exclusividad) o a un tipo de régimen de pro piedad (Hess, 2008, p. 34).

Recursos

La primera cuestión es qué recursos existentes en la ciudad se pueden considerar como bienes comunes. La literatura diferencia los recursos comunes entre aquellos materiales (suelo, viviendas, infraestructuras, equipamientos, espacios públicos, espacios verdes) e inmateriales (información, conocimiento, creaciones culturales, cooperación, seguridad, etcétera); los naturales (el agua, el aire, la riqueza de la tierra) de los artificiales (es decir, sociales, culturales o saberes colectivos); universales (cuyo acceso debe ser garantizado a todos y todas) o producidos localmente (con una comunidad de referencia); abundantes y escasos, etcétera.

En un intento de concretar, Efrat Eizenberg (2012) habla de "los comunes realmente existentes" para referirse a aquellos recursos compartidos en entornos urbanos gobernados por regímenes de propiedad común; es decir, arreglos institucionales que no suponen ni la administración del Estado ni la propiedad privada, sino que están basados en la autogestión de una comunidad local. Esta autora cita como ejemplos los jardines comunitarios de Nueva York, cooperativas de trabajadores y experiencias de propiedad colectiva de vivienda destinada a poblaciones urbanas pobres y administrada por ellas. Otros autores se refieren a estos mismos ejemplos como "comunes vecinales" (Hess, 2008), destacando su capacidad de proteger, preservar, gestionar, etcétera, recursos locales a partir de comunidades próximas a ellos. De todas formas, la revisión de la literatura existente muestra una amplia variedad a la hora de hacer referencia a este tipo de recursos urbanos, cada uno con sus particularidades en relación con el régimen de propiedad y su gestión. Casos de estudio habituales son jardines y huertos comunitarios (Fernández & Burch, 2003; Foster, 2006; 2011; Sheldon, 2010), los mercados callejeros (Parker & Johansson, 2011), parques y otras instalaciones recreativas (Matisoff & Noonan 2012) y espacios públicos más en general (Cooper, 2006; Kassa, 2008; Low & Smith, 2006), casas ocupadas (Hodkinson & Chatterton, 2006), cooperativas de viviendas (Saegert & Benitez, 2005), o incluso las comunidades cerradas (Colding, 2011 ; Le Goix & Webster, 2006; Lee & Webster, 2006) entre otros.

También hay autores que incluyen como recursos compartidos aspectos más inmateriales, como el de la seguridad, abordando--por ejemplo--cómo la comunidad se organiza para prevenir la criminalidad en un área determinada de la dudad (Bennett, Holloway & Farrington, 2006; Wagenaar & Soeparman, 2004). En una escala mayor, ha habido tentativas de conceptualizar las infraestructuras básicas que posibilitan la vida en la ciudad como comunes urbanos (Bravo & De Moor, 2008; Frischmann, 2005; 2006). Los ejemplos van desde los sistemas de distribución de agua (Bakker, 2007; Wutich, 2009), de infraestructuras portuarias (Selsky & Memon, 1997), de carreteras (Blomkvist & Larsson, 2013), de electricidad (Byrne, Martínez & Ruggero, 2009; Lambing, 2012) o de recolección y tratamiento de desechos (Cavé, 2012; Post & Baud, 2003), los ecosistemas naturales en la ciudad (Svendsen & Campbell, 2008) o incluso los sistemas de regulación del suelo (Porter et al., 2011; Salingaros, 2010). Debido a su importancia como facilitadores de la vida urbana y a la complejidad de su gestión, suele apelarse a las instituciones públicas para la provisión, cuidado y mantenimiento de estos recursos, ya sea de forma directa (Sofoulis & Williams, 2008) o bien utilizando formas híbridas de cogestion o coproducción con la sociedad civil (McShane, 2010).

Lo anterior introduce la cuestión de la escala: existen recursos que pueden estar sujetos a formas de gestión local por parte de comunidades claramente delimitadas (y por lo general de dimensiones reducidas) y existen comunes (por ejemplo, el espacio público o las infraestructuras colectivas) que tienen como referencia comunidades mucho más amplias, que necesitan una gestión más abierta y no propietaria y que deben pensarse, por tanto, en términos de acceso incluyente y de una participación expansiva.

En suma, qué es un recurso común urbano y qué no es, constituye una cuestión abierta, contextual y sobre todo política: como veremos a continuación, un recurso común es un recurso común cuando existe una comunidad que lo reclama como tal.

Comunidad

Tal y como puso de relieve Ostrom, los comunes, más allá de ser considerados simplemente como unos recursos (el software, el agua o el espacio público) con características concretas (rivalidad en el consumo y no...

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