Presentacion del libro de Leonidas Morales: novela chilena contemporanea. Jose Donoso y Damiela Eltit: II. Jose Donoso. 1. La mirada del testigo. - Núm. 31, Junio 2004 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56656754

Presentacion del libro de Leonidas Morales: novela chilena contemporanea. Jose Donoso y Damiela Eltit: II. Jose Donoso. 1. La mirada del testigo.

CargoVida

*

José Donoso, el novelista, nunca deja de sorprendernos. Como es previsible, por lo demás, en narradores de su complejidad y coherencia interior, cada relectura vuelve a confirmar algunas constantes (temáticas, estructurales) ya familiares para un lector asiduo de sus novelas, pero al mismo tiempo suele abrirse al descubrimiento de nuevos nudos de sentido, que al desenvolverlos críticamente iluminan desde otro ángulo una novela, o aspectos fundamentales de una o más de las constantes que atraviesan todo el orden narrativo del autor. Una de esas constantes me interesa recordar aquí, para empezar a encuadrar y definir el objeto de mi ensayo. Es la siguiente: en Donoso las historias de los personajes tienden regularmente a configurarse en el juego ambivalente de unas relaciones de poder, relaciones que, a su vez, y también con la misma regularidad, adoptan la forma de relaciones entre patrón y sirviente. Modelo este último sin duda un acierto, puesto que el contexto elegido para el anclaje y el despliegue de esas relaciones de poder es la historia social de Chile, una historia, justamente, presidida y estructurada alrededor de estos dos polos, patrón y sirviente, más allá de la variación en sus nombres. Ahora bien, me propongo en las páginas siguientes ocuparme precisamente de las relaciones de poder entre patrón y sirviente, y dentro de ellas, como objeto especifico de mi ensayo, de una figura narrativa esencial, a mi modo de ver, en el orden narrativo de Donoso, aunque al parecer ignorada por la crítica: la figura del testigo. Especial importancia tendrá en mi análisis la mirada del testigo. Aun cuando el corpus textual incluye sólo dos de sus novelas: El lugar sin limites y El obsceno pájaro de la noche (con Casa de campo, sin duda las tres mejores), las conclusiones deberían permitir, espero, recomponer, o resituar desde un punto de vista inesperado, la perspectiva de comprensión de uno de los núcleos de sentido más profundos y seductores de la narrativa de Donoso, como lo son las relaciones de poder entre patrón y sirviente, y su participación en la identidad del sujeto.

La figura del testigo, y su discurso, el testimonio, no han estado ausentes en la critica literaria y cultural de América Latina durante las últimas décadas. Más bien al revés: en las décadas del 70 y del 80 del siglo XX se produjo, en efecto, una verdadera avalancha crítica sobre la literatura testimonial latinoamericana, representada ésta por textos narrativos en su mayoría de carácter "referencial", es decir, no ficcionales, publicados desde la década del 50 en adelante. Hay algunos de retorno persistente en citas y análisis: Juan Pérez Jolote, 1952, de Ricardo Pozas, Biografía de un cimarrón, 1966, de Miguel Barnet, Hasta no verte Jesús mío, 1969, de Elena Poniatowska, Si me permiten hablar ... Testimonio de Domitila, 1977, de Moema Viezzer, La montaña es algo más que una inmensa estepa verde, 1982, de Omar Cabezas, Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, 1985, de Elizabeth Burgos, y otros.

Le interesaba a esa crítica, muy condicionada como óptica por patrones elaborados desde el interior de la academia estadounidense (la más "liberal" desde luego), sobre todo la función política de los testimonios. Algo propiciado por lo demás por los textos mismos: todos los testigos y testimonios considerados estaban asociados, o a la marginalidad urbana, o a la represión criminal de las dictaduras militares (particularmente sangrientas en ese período), y a luchas de liberación nacional o de las minorías étnicas, etc. En el plano propiamente discursivo, y ya en el colmo del entusiasmo crítico-teórico, hasta se llegó a hablar del testimonio en términos que le daban la identidad de un "género" literario, postulado como "nuevo", tal vez por su presencia expansiva en ese momento, pero al que se le reconocían antecedentes en la literatura anterior, desde la época colonial. Este "género" narrativo, no sólo les parecía, a quienes así definían al testimonio, inseparable de la historia de las sociedades del tercer mundo, sino que podía leerse casi como una metáfora, a nivel discursivo, de la condición dependiente de esas sociedades, puesto que si bien el testimonio lo era de los efectos de un poder dominante, pero doméstico, ejercido con particular violencia, se trataba de un poder con amplias ramificaciones y complicidades dentro del continente, todas orquestadas, en última instancia, por los intereses hegemónicos de Estados Unidos.

Pero la reflexión en torno al testigo y su testimonio no fue muy lejos. Por ejemplo, no se discutió la asignada condición de "género" al testimonio, una atribución demostrable, desde un estricto concepto de género, como impropia [1] . Ni se detuvo a examinar más de cerca, y con más detalle, la identidad misma del testigo, las diversas variables de su definición, y si el registro de un testimonio es el supuesto de la existencia misma del testigo, en otras palabras, si puede haber testigo sin testimonio. Además esa critica de las décadas del 70 y del 80 cuyo objeto era un testigo socialmente subordinado o sometido, un "subalterno" según la nomenclatura siempre hipercodificada de la crítica estadounidense, tampoco abordó ni desarrolló, dentro del complejo cuadro en el que se insertaba el testigo, el de las relaciones de poder, aspectos fundamentales, como el del modo en que se dan efectivamente las relaciones con el otro cuando de por medio está la cuestión del poder. ¿Son relaciones unidireccionales: desde quien ejerce el poder hacia el sometido a él? Usando los términos de Hegel [2] , ¿es el "señor" el que, por sí y ante si, instituye, libremente y sin mayores compromisos o implicaciones, la figura del "siervo"? En otras palabras, ¿podría el "señor" seguir siendo lo que es, el "señor", sin el "siervo"? ¿,Sería el "siervo" un accidente en la historia del "señor"? ¿O estarían ambos marcados en sus roles por la categoría del "destino"? ¿Cuáles son en verdad las relaciones entre ambos? En definitiva, ¿,cómo se definen las relaciones de identidad entre uno y otro?

En las dos novelas de Donoso elegidas como corpus textual de referencia, El lugar sin limites y El obsceno pájaro de la noche, hay pasajes o momentos de la acción donde el testigo ocupa el primer plano y pasa a ser figura narrativa protagónica en la estructuración del significado. Todos son momentos secretamente cargados de sentido desde el punto de vista, primero, de las relaciones entre patrón y sirviente como relaciones de poder, y segundo, de las relaciones entre el sujeto y el otro. El análisis de estas relaciones en ambas novelas debería poder llenar la mayoría de los vacíos denunciados por la serie de preguntas referidas a la critica de las décadas del 70 y del 80 sobre el testigo y el testimonio en América Latina. Pero antes de examinar aquellos momentos en esas novelas y en el contexto ya definido de relaciones, es necesario retornar aquí una afirmación hecha al comienzo de este ensayo. Subrayé entonces la importancia de la mirada en mi reflexión sobre el testigo en Donoso. Quisiera especificar esa afirmación en un punto. Hablo, por supuesto, de la mirada del testigo, por lo tanto de un testigo que ve, que percibe. Pero, en Donoso, no se trata de una mirada como mera percepción de algo, no involucrada en lo que percibe, sin enfectos en su objeto, atenta sólo a un simple registro de lo que ve. No: la mirada aquí es un modo de relación donde quien mira y quien es mirado entran en sutiles relaciones que de algún modo los compromete porque los afecta. Podría decirse más exactamente: la mirada es un canal por donde circulan, y no en una sola dirección, las relaciones de poder.

Ahora bien, si el testigo en Donoso es alguien que mira, el contenido de esta mirada no siempre se traduce en un discurso como testimonio visual. Es decir, el testigo que mira no siempre dice lo que mira, hablando por si mismo, en primera persona, diciendo "yo". Justamente, en El lugar sin límites un personaje, Alejandro Cruz, de pronto asume el rol de testigo, en cuanto mira algo que ocurre delante de sus ojos, un cierto acontecimiento, pero del mirar del testigo no se origina ningún testimonio directo. Sabemos que es un testigo y que mira, y que su mirada no es ajena a las relaciones de poder, pero lo sabemos, o lo inferimos, indirectamente, por el relato del narrador de la novela. Tenemos aquí, entonces, el caso de un testigo sin testimonio: Alejandro Cruz es testigo de un suceso, pero no comunica desde su "yo" lo que su mirada registra. Desde luego, un testigo sin testimonio, para que lo sea, requiere de la intermediación de alguien que lo atestigüe. Podría ser él mismo quien diga "yo lo vi", "yo estaba ahí", absteniéndose sin embargo de decir lo que vio. O podría ser otro, un tercero, como el narrador de la novela, quien presente al personaje en términos tales que el lector no puede sino reconocerlo como testigo.

El testigo y su mirada, en este novela, remiten siempre al personaje ya nombrado, Alejandro Cruz. ¿Quién es Alejandro Cruz? Un hacendado, dueño de las viñas que rodean al pequeño poblado de La Estación El Olivo, dueño también de parte del poblado mismo, incluido el prostíbulo, y para sus pretensiones políticas, las de ser parlamentario, dueño además de los votos de los habitantes del pueblo, conquistados con promesas de desarrollo (como dotar al pueblo de electricidad). Alejandro Cruz es aquí el nombre del titular del poder, el del patrón, el que maneja los hilos, visibles o invisibles, de unas voluntades sometidas (a regañadientes, como Pancho Vega, o entusiastamente, como el resto del pueblo), que terminan confirmando y sosteniendo esa titularidad.

Debo postergar un poco la reflexión sobre el rol de Cruz como testigo, para detenerme primero en su mirada, antes de que ésta sea la de un testigo, pero ya la mirada del poder. En este sentido, hay un pasaje notable en la novela, el del primer encuentro de Cruz, recién elegido diputado, con la Manuela, el...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR