El desenlace: Marxismo y Nacionalsocialismo - Tercera Parte. El individualismo ético y su proyección política y jurídica - Derecho y Justícia. Lo suyo de cada uno. Vigencia del Derecho Natural - Libros y Revistas - VLEX 327822763

El desenlace: Marxismo y Nacionalsocialismo

AutorGonzalo Ibañez Santa María
Páginas421-443
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Con todo lo grave, feroz y sangriento que fue el experimento de
los años del Terror, el grueso de las consecuencias de las ideas
formuladas y acuñadas en los siglos precedentes y que hemos
englobado con el nombre genérico de “individualismo”, estaban
por producirse. La humanidad se había horrorizado con lo su-
cedido: no sabía cuánto más iba a tener que horrorizarse con lo
que estaba por suceder. Nos referimos a los dos grandes sistemas
totalitarios que se construyeron en la Europa de los siglos XIX y
XX, esto es, el marxismo, por una parte, y el nacionalsocialismo,
por otra. Los muertos, que en la Revolución Francesa tuvieron
que contarse por decenas de miles o, en el peor de los casos (La
Vendée), por centenas de miles, esta vez iban a tener que con-
tarse por decenas de millones. En estas páginas nos ocuparemos
fundamentalmente del primero de estos sistemas totalitarios,
mucho más extenso en su inf‌luencia territorial y en el tiempo
que el segundo. Pero algo diremos también de este último.
Al f‌inalizar las guerras napoleónicas, en 1815, el mundo euro-
peo que emergió de ellas era radicalmente distinto al que en
ellas había ingresado casi veinticinco años antes. En lo político,
las monarquías habían comenzado a tambalearse seriamente
y, a pesar de los excesos, las ideas que presidieron los sucesivos
períodos de la Revolución Francesa, moderadas ahora en su ex-
tensión y aplicación y, muchas veces, mezcladas con ideas de la
tradición cultural de Occidente, lograron subsistir, pasar la prueba
y recuperar protagonismo. En medida importante ello sucedió
C A P Í TU L O I V
EL DESENLACE: MARXISMO Y
NACIONALSOCIALISMO
DERECHO Y J USTICIA
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porque las monarquías del siglo XIX, a excepción de la inglesa,
no pudieron –y no quisieron tampoco– sacudirse la sombra que
para ellas signif‌icó el período del absolutismo, lo cual por cierto
contribuyó a que muchos apreciaran en las ideas del individualismo
liberal la única alternativa seria a ese tipo de monarquías. Pero
no sólo las guerras cambiaron a Europa; también inf‌luyó, y de
manera muy decisiva, la profunda transformación que produjo la
denominada Revolución Industrial, que, en sus inicios, coincidió
aproximadamente con el período que comentamos.
A este respecto corresponde señalar, en primer lugar, que a
mediados del siglo XVIII se produjo en Inglaterra una mejora muy
importante en los rendimientos agrícolas, como asimismo en las
condiciones sanitarias de vida, lo que permitió reducir los índices
de mortalidad, en especial de los recién nacidos y de infantes, y
provocar, por ende, un sostenido aumento de la población. En
seguida, sucedió que muy poco antes de 1789, en 1784, James Watt
patentó en Inglaterra su máquina a vapor destinada a producir
gigantescos cambios en la fabricación de productos. De hecho,
esta máquina, asociada con la máquina hilandera inventada veinte
años antes, también en Inglaterra, permitió la instalación y, luego,
el desarrollo de la moderna industria manufacturera –en primer
lugar, textil– capaz de producir mucho más en menos tiempo y
a más bajo costo que lo que lo hacían las antiguas formas artesa-
nales. En principio, estas máquinas hacían el trabajo de muchos
artesanos; pero su multiplicación y su aplicación a diversas ramas
industriales absorbió la mano de obra que, en un primer momen-
to, quedó cesante con el cambio tecnológico; y, poco después,
comenzó a requerir mucha más. Por otra parte, la invención de
los barcos a vapor tanto como la de los ferrocarriles, ya en el siglo
XIX, complementó este fenómeno permitiendo una circulación
de bienes y de personas en tiempos mucho más reducidos, con
costos mucho menores y con una mucha mayor seguridad. En
def‌initiva, la Revolución Industrial estaba destinada a cambiar la
faz económica del planeta. Primero fue en Inglaterra, después en
otros países europeos y, en f‌in, por etapas, abarcó diferentes par-
tes del planeta. El crecimiento económico fue acelerado, pero la
riqueza así creada no llegó a todas partes de manera equitativa.
La mayor demanda de mano de obra fue absorbida por la
población rural. Fue así como comenzó el vaciamiento masivo de

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