La escena a destiempo. Homo politicus, v. Mexico D.F. 2005. - Núm. 52, Septiembre 2009 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 634766881

La escena a destiempo. Homo politicus, v. Mexico D.F. 2005.

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Jacques Derrida

"Alguien, usted o yo, se adelanta y dice: quisiera aprender a vivir por fin". (EM 11)

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Esta primera frase abre el exordio de los Espectros de Marx. Aunque podría haber sido también la primera frase de una pieza teatral, habría podido abrir la escena en un texto dramático. Eso, y además, podríamos preguntarnos seriamente si se trata de un simulacro. ¡Seriamente, qué delirio! Tengamos el cuidado de notar que con este modo de escribir, Jacques Derrida no impone una simple forma, mucho menos una forma dramática aunque sin duda la reflexión se dirija también al teatro; digamos con justicia que Derrida habrá abierto ya la cuestión del simulacro y su inconsistencia, así como la de su presencia y efectividad. La cuestión es precisamente y con las palabras del autor, si "¿hay ahí [y subraya "ahí"] entre la cosa misma y su simulacro una oposición que se sostenga?" (EM, 24). Esta pregunta se dirige sin titubear a la filosofía, pero no sólo a ella, también a la teología, y sin duda, también al teatro y a la política. Esta pregunta, si algo dice mientras cuestiona la firmeza de una oposición, es que el orden conocido ya no está asegurado. Hay un desacuerdo, un desorden entre la palabra y la presencia.

Así, entre lo que hay y lo que se nombra aparecen ciertos límites que por definición se han presentado infranqueables, también en el teatro como en casi toda la cultura. La verdad en el teatro, como la verdad en la política, se sostiene de la oposición entre la cosa real y su representación. Cierta historia del teatro y de su poética ha dejado la marca de un trabajo que se basa en la imitación, desdoblando la vida y surcándola por la negación. Este trabajo mimético entiende por vida la representación de un principio trascendente, y por teatro la representación de esa vida, así que, en el justo sentido del término, degradación es el resultado de la representación como imitación, degradación y también orden, orden vertical. Ahora bien, para garantizar la efectividad de las definiciones y de las leyes, por lo tanto, para garantizar la efectividad del orden, no debe haber entre la vida y sus representaciones ninguna fractura, nada, ningún ahí, ningún espacio. Si acaso aparece es necesario ajustarlo.

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¿Por qué hablar?

En esta escena, hoy, frente a ustedes, ¿por qué adelantarme y hablar?

En primer lugar, desde días antes, desde siempre, ¿por qué escribir?

En primer lugar, para contabilizar ganancias y deudas. Quizás solamente para prevenir las pérdidas, para evitar los gastos inútiles. Si hemos de creer a los historiadores, fue una motivación esencialmente económica la que detonó la escritura. Las tablillas de barro con miles de pequeñas muescas no constatan sino la existencia de negocios entre los hombres. Siglos después, convertida la cuña en grafía y la tablilla en papel y tinta, ¿qué economía motivó la imprenta, qué negocios se sellaron con ella? Abierta la posibilidad infinita de la repetición, el libro creyó capitalizar la memoria de Occidente, soñó con clasificar sus instituciones, con trazar las fronteras pertinentes de la civilización. Acaso lo hizo ... por la fuerza, por momentos. Pero no lo logró. No previno pérdidas ni evitó gastos inútiles. En ocasiones, la memoria cedió al olvido. Con frecuencia, las instituciones se derrumbaron. Cambiaron las fronteras, como cambian, siempre. Nadie pidió explicaciones al barro, a la cuña, al papel, a la tinta, a la imprenta. Las técnicas de la escritura, nuestro registro más preciado, guardaron su secreto. Los siglos continuaron acumulando tablillas, libros, archivos.

En última instancia, entonces, ¿por qué escribir? Sobre todo, ¿por qué escribir acerca de una obra, cerca de ella, mas no en su acontecer mismo?, ¿por qué evocar la escena, por qué adelantarse y hablar fuera de ella? Hoy, entre nosotros, ¿qué contabiliza el documento impreso, qué registran las numerosas superposiciones electrónicas que lo llevaron al papel, qué previene una imagen digital, qué intentan evitar? Ante todo, ¿qué creemos que conjuran? Sin duda, creemos que escribir es no perder: en el libro contable, no perder una cifra; en la biografía, no perder la vida; en la correspondencia, no perder al amigo; en el pensamiento, no perder una tradición, un futuro incluso ... El registro está arraigado en nosotros como una necesidad, como una voluntad empecinada de retorno. Como si la tinta o el cristal líquido de la pantalla nos permitieran pintar al óleo, capa sobre capa, escribimos sobre lo ya escrito, nos adelantamos y hablamos sobre lo ya hecho. Tal vez se escribe porque es estrictamente necesario, porque existen aún negocios pendientes entre los hombres, porque aún es...

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