Espacios de pobreza en la periferia urbana y suburbios interiores de la ciudad de México. Las desventajas acumuladas. - Vol. 42 Núm. 125, Enero - Enero 2016 - EURE-Revista Latinoamericana de Estudios Urbanos Regionales - Libros y Revistas - VLEX 632388497

Espacios de pobreza en la periferia urbana y suburbios interiores de la ciudad de México. Las desventajas acumuladas.

AutorAguilar, Adri
CargoEnsayo

Presentación

Este trabajo tiene como propósito avanzar en el conocimiento de los actuales espacios pobres en la Ciudad de México, a través del análisis de un grupo de siete asentamientos pobres de su suburbio interior y su periferia urbana. Se presentan los resultados de la aplicación de un cuestionario diseñado para este estudio, que tuvo por objetivo conocer la situación socioeconómica de la población, sus principales carencias en términos de necesidades básicas, su inserción laboral, y las principales relaciones sociales que indican algún grado de cohesión social al interior de los barrios seleccionados. Con este material se da un diagnóstico de los niveles de pobreza prevalecientes en dichos asentamientos. Para ello se identifican, en primer lugar, cuatro categorías socioeconómicas en sus habitantes: no pobres, pobres moderados, pobres extremos y pobres indigentes; luego, el peso específico que tiene el carácter periférico de los asentamientos; y finalmente, la debilidad de las relaciones sociales de los grupos residentes. El principal aporte de este trabajo es enfatizar la dimensión territorial de la pobreza urbana. Para ello destaca la acumulación de desventajas en cada lugar y cómo la condición de localización influye en el agravamiento de situaciones de inclusión desventajosa. En esa línea de análisis, se agrupan las colonias encuestadas en dos tipos de localizaciones, suburbio interior y periferia urbana, como espacios de pobreza diferenciados.

Espacios de pobreza y periferia urbana

La diferenciación socioeconómica en el espacio urbano tiende a reproducirse en el tiempo y con ello se perpetúan las desventajas de los grupos más desfavorecidos, esto es, localizaciones con un hábitat muy precario, pobre dotación de infraestructura urbana y baja presencia de servicios urbanos. Agrava esta situación la crisis económica por la que atraviesan los países en la región latinoamericana, que impide que los gobiernos de las grandes metrópolis respondan a las exigencias de viviendas y dotación de servicios urbanos en las zonas más pobres. Se trata de una coyuntura que agudiza las desventajas de estas zonas y funciona como mecanismo de exclusión social para los grupos residentes.

En los análisis de los barrios pobres de las ciudades de América Latina realizados a lo largo de los últimos cuarenta años destacan dos perspectivas centrales: la primera, en los años sesenta, desarrollada a partir del marco conceptual de la marginalidad social; y la segunda, en la década de los noventa, que tiene como base una concepción negativa de los efectos del modelo económico neoliberal en nuestras sociedades.

En el primer caso, en los sesenta, se definía la marginalidad urbana por la ausencia de un rol económico articulado con el sistema de producción industrial; un sistema en el cual un amplio contingente de fuerza de trabajo urbano, al no estar integrado en las actividades productivas de manera estable y con remuneraciones adecuadas, debe aceptar vivir en la precariedad de barrios pobres. Es decir, se definía la marginalidad por la presencia de sectores sociales al margen de los procesos económicos y políticos oficiales (Lomnitz, 1980, p. 17; Duhau, 1998, p. 34; Ward, 2004, p. 184; Ziccardi, 2008, p. 73). En estos grupos marginales destacaban los migrantes rurales (Muñoz, Oliveira & Stem, 1980), que ocupaban y se hacinaban en los tugurios y casonas del centro de la ciudad, para luego poblar la periferia. De esta época son los reconocidos estudios de Lomnitz (1980) sobre redes de intercambio, y los de Lewis (1964) sobre la "cultura de la pobreza" en la Ciudad de México. La vivienda era la principal reivindicación de estos grupos, que organizaron movimientos sociales en varios países; sin embargo, los bajos ingresos de las familias que los integraban les impedían participar en el mercado habitacional, incluso el subsidiado. En tales condiciones, muchos de esos grupos fueron expulsados de sus barrios originales a las periferias lejanas, donde crearon barrios populares de autoconstrucción (Ziccardi, 2008, p. 82; Duhau, 1998, p. 120).

En el caso de los estudios sobre los efectos de la aplicación extendida del modelo económico neoliberal, muchos se han referido a las profundas transformaciones sociales que a partir de los años 1980 dicho modelo ha generado en América Latina. Estos trabajos centran su atención en el proceso de empobrecimiento de amplios sectores de la población durante el periodo iniciado en esa década. También enfocan su análisis en la "nueva pobreza" de las clases medias, que vieron cómo se deterioraban sus condiciones de vida durante esos años; y en las transformaciones que enfrentaron los sectores tradicionalmente pobres--los llamados "pobres estructurales"-en la región, que sufrieron una intensificación de sus condiciones de privación y llegaron al fondo de la estratificación social (véase Kaztman & Wormald, 2002; Eguía, 2004; Enriquez, 2003; Bayón & Saraví, 2006, p. 56).

En México, diversos procesos confluyen para explicar la concentración y mayor profundidad de la pobreza en el espacio urbano, a la vez que bloquean la movilidad socioeconómica y residencial de los pobres; entre ellos, bajos niveles educativos, precariedad laboral, desempleo, falta de protección social, inadecuada infraestructura, falta de acceso a equipamiento, redes sociales inexistentes o deficientes y disminución de la capacidad de asociación y gestión colectiva, todas desventajas de carácter concentrado y acumulativo (Enriquez, 2003; Bayón, 2008, p. 128). Tal escenario ha producido severos ajustes en el ámbito de la vida social y familiar, que se explican a través de un proceso de desventajas acumuladas. Este concepto alude al impacto que la exclusión laboral ha provocado en distintos ámbitos de la vida social. Lo que hoy se observa es la suma o acumulación del déficit y deterioro de las condiciones de sobrevivencia, un desgaste que resta a los pobres capacidad de acción y de reacción y los hace mucho más vulnerables (González de la Rocha, 2004, p. 194; 2006, pp. 108-112).

Frente al agravamiento de la pobreza urbana, y particularmente en cuanto a la inserción de las personas y familias en los sistemas de bienestar y el mercado laboral, hay autores que proponen adoptar el enfoque de la exclusión social, que representa una visión más integral de la vulnerabilidad social. Representante de esta aproximación es Saraví (2006), para quien "no se trata simplemente de un problema del mercado laboral, sino de la crisis de los mecanismos de integración social; una integración precaria y débil al mercado de trabajo asociada con otras desventajas, como el acceso a la educación, a la vivienda, a los servicios de salud, a un ingreso decente, a niveles aceptables de participación social" (p. 25). Todo lo anterior representa los eslabones de un proceso de acumulación de desventajas que conduce a un estado final de desvinculación respecto de la sociedad, es decir, de exclusión social.

Dos aspectos hay que destacar de los barrios pobres en esta nueva fase: primero, la concentración de pobres en determinados barrios; y segundo, la localización periférica de la pobreza. A continuación nos referimos brevemente a estos dos aspectos.

La formación de los espacios pobres. En estos barrios se concentra un marcado nivel de privación material, en contraste con los barrios de mayor nivel socioeconómico, con una población que vive en condiciones de extrema pobreza. De acuerdo con Katzman (2001, p. 181), esta precariedad se refuerza por varias vías: primero, las redes vecinales son ineficaces para conseguir empleo u oportunidades de capacitación; segundo, hay dificultad para mantener una organización vecinal básica; tercero, los niños y jóvenes carecen de modelos de rol exitosos y de oportunidades de exposición a esos modelos; y cuarto, las situaciones de desempleo crónico aumentan la predisposición a explorar fuentes ilegítimas de ingreso. En el caso del acceso al trabajo, se hace cada vez más difícil, pues actualmente se exigen niveles educativos que aseguren competencia, y el lugar donde viven estas poblaciones--las estigmatizadas periferias urbanas--puede influir negativamente. Por otra parte, suele existir una mala conexión entre la localización de los grupos de bajos ingresos (en zonas periféricas) y la localización de empleo; hay indicios de que los barrios de ingresos bajos pueden estar convirtiéndose en barrios social y económicamente más aislados que en el pasado (Roberts, 2006, p. 203). Para Katzman (2001), el reciente escenario social y económico ha creado condiciones que favorecen el surgimiento de barrios que se acercan mucho a los rasgos típicos del gueto urbano (p. 182); la pobreza no es inherente al lugar, sino producto de una historia de ese espacio urbano y de las relaciones de poder entre actores que se sucedieron en ese lugar en un momento determinado, y que llevaron a legitimar una solución (política) confinada a esa escala y localización (p. 44).

La periferización de la pobreza. Respecto a la localización espacial de estos grupos sociales, existe una marcada tendencia a encontrarlos cada vez más en la periferia urbana de las metrópolis latinoamericanas (Janoschka, 2005, pp. 101-104; Winchester, 2008, p. 35; Ariza & Solís, 2009, pp. 200-203; Aguilar & López, 2013). Se trata de asentamientos recientes producto del proceso de periurbanización, muchos de ellos de carácter informal y con déficit marcados de servicios públicos. La recuperación de zonas centrales y la revaloración de espacios rehabilitados han empujado a los grupos pobres a buscar medios informales para resolver su problema de falta de vivienda, y lo han hecho en terrenos baratos con difícil acceso y con alto riesgo ambiental. Estos espacios pobres se distribuyen, así, en la periferia más alejada de las ciudades y con las mayores carencias; se trata generalmente de las peores localizaciones, donde los asentamientos forman agrupaciones en una situación muy marcada de exclusión...

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