Presentación del libro Metáforas de perversidad. Percepción y representación de lo femenino en el ámbito literario y artístico, de los editores Ángeles Mateo del Pino y Gregorio Rodríguez Herrera: mujer y teatro en Hispanoamerica una visión panorámica. - Núm. 36, Marzo 2006 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56845721

Presentación del libro Metáforas de perversidad. Percepción y representación de lo femenino en el ámbito literario y artístico, de los editores Ángeles Mateo del Pino y Gregorio Rodríguez Herrera: mujer y teatro en Hispanoamerica una visión panorámica.

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Durante mucho tiempo, el lugar principal de las mujeres en el teatro fue como actrices, y sólo en contadas ocasiones como autoras, eso sí, la mayoría de las veces confinadas estas obras a ser solaz de las compañeras de convento de las dramaturgas (Arenal, 1999; Arenal- Sabat Rivers, 1988; Zayas et alii, 1991; Hernández Araico, 1999), o bien a salones palaciegos. Esto es común a todo el teatro occidental [12] y por ende para Hispanoamérica, donde desde la llegada de los españoles esta presente el teatro en su concepción occidental. Por este motivo, poco se conoce sobre esta historia [13] y menos sobre los procesos personales de las que abrieron espacios para la creatividad y la expresión femenina en el teatro. Nada mejor que acercarse a las vivencias de algunas de ellas, aunque sea a modo de miscelánea, para tratar de ir sacando de ese sótano oscuro sus nombres, vidas y creaciones.

Debemos comenzar señalando que ya en las manifestaciones parateatrales del periodo precolombino la intervención de la mujer obedecía a un esquema similar al occidental, es decir, como actuantes, tal y como cuentan los cronistas, de los que selecciono dos ejemplos. En el primero de ellos, Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557) nos dice con respecto a los habitantes de las Antillas mayores:

Cuando querían hacer placer, celebrando entre ellos alguna fiesta, o sin ella, por pasatiempo, juntábanse muchos indios e indias, algunas veces hombre solamente y otras veces las mujeres por si; y en las fiestas generales, así como una victoria o vencimiento de los enemigos, casándose el cacique o rey de la provincia, o por otro caso en que el placer fuese comúnmente de todos para que hombres y mujeres se mezclasen ... Y uno de ellos tomaba el oficio de guiar (ora fuese hombre o mujer). [FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Gonzalo, Historia general y natural de las indias, primera parte, libro V, cap. 1. (ARANGO, 1997: 19-20)]

En el segundo, el padre Diego Durán (m. 1588) dice con respecto a Nueva España:

También había otro baile tan agudillo y deshonesto ... con tantos meneos y visajes y deshonestas monerías, que fácilmente se verá ser bailes de mujeres deshonestas y de hombres livianos. Llamábanle cuecuechnicatl, que quiere decir baile cosquilloso o de comezón. [DURÁN, Diego, Historia de las Indias de Nueva España, tomo II, México 1880, p. 231. (ARANGO, 1997: 22)]

Es decir, que participaban en las manifestaciones de danzas y pantomimas del mismo modo que los hombres, salvo cuando en éstas se incluían parlamentos, que estaban vetados a la mujer, quien sólo intervenía en los coros [14].

Y con la llegada de los españoles se introduce el teatro occidental, que tendrá una gran significación, pues fue utilizado desde los primeros momentos como un recurso para "cristianizar" a los indios, y desde entonces se impregnó de color local, adaptando los rituales y manifestaciones precolombinas a la doctrina cristiana, creando espectáculos de un rico mestizaje y en los que intervenían mujeres con absoluta naturalidad.

Será en el siglo XVII cuando la mujer haga su entrada en el teatro como dramaturga, además de como actriz profesional; y ocupa un lugar destacado la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) [Juana de Asbaje y Ramírez], excelente poeta y autora de dos comedias de enredo [15], así como de un sarao o fin de fiesta y de dos sainetes [16], dieciocho loas [17] y tres autos sacramentales [18]. Una intelectual en cuyo pensamiento se manifiesta ya el conflicto de dos concepciones del mundo y de la sociedad: la del hombre que busca la verdad a través de la ciencia y que se siente heredero y continuador del espíritu racionalista del Renacimiento; es decir, del que acepta el cambio frente al que persiste en mantener y conservar la tradición escolástica. Situada en la atmósfera dramática de dos mundos en pugna, Sor Juana ha de reflejar el espíritu contradictorio de su tiempo. Agustín Cué Cánovas sostiene incluso que

a pesar de sus indecisiones y titubeos, explicables en función de la sociedad y del régimen en que vivió, su figura extraordinaria anunciaba ya, en las postrimerías del siglo XVII, la nación embrionaria surgida del debate dramático y fecundo entre el antiguo y el nuevo régimen; entre la concepción de un Estado-Iglesia decadente y la realidad de un orden político apenas naciente, fundado en los principios de la libertad y de la independencia del país. En este aspecto, a pesar de sus contradicciones, Juana de Asbaje es precursora de la nacionalidad mexicana que surgía, lenta y afanosamente, de las entrañas de la antigua sociedad novohispana. (Cué Cánovas, 1951:3)

Es una de las personas más letradas de su momento, la curiosidad la acompañó siempre así como su gran deseo de estudio, Xavier Villaurrutia dice al respecto:

Desde una edad tempranísima, pues, despierta esta pasión por saber. Más tarde, muy poco mas tarde, porque Sor Juana fue siempre precoz, oyó decir que en la Universidad de México se estudiaba la ciencia. "Y apenas lo oí, cuando empecé a matar a mi madre con instantes e importunos ruegos, sobre que, mudándome el traje, me enviase a México, en casa de unos deudos que tenla, para estudiar y cursar la Universidad; ella no lo quiso hacer (e hizo muy bien), pero yo desplegué el deseo en leer muchos libros, muchos libros varios que tenía mi abuelo, sin que bastasen castigos ni reprensiones a estorbarme: de manera que cuando vine a México, se admiraban no tanto del ingenio, cuanto de la memoria y noticias que tenía en edad que parecía que apenas había tenido tiempo para aprender a hablar." Sigue el motor de la curiosidad. Va dejando de ser la niña ocupada en las tareas de casa y preocupada en cambio en el afán de conocimiento. Empezó a aprender la gramática en veinte lecciones, y además, se imponía sacrificios para lograr el objeto de su aspiración en materia de conocimientos. Era entonces cuando se cortaba el cabello, que era un adorno natural y que sigue siendo lo más apreciado por las mujeres, y poniéndose algún plazo para aprender alguna disciplina; mientras no la aprendía, se dejaba el cabello corto y no permitía que le creciera, sino hasta cuando lograba alcanzar su fin. (Villaurutia, 1952:43)

Logró marcharse a ciudad de México, desde su natal San Miguel de Nepanthla, donde brilló en la corte del Virrey y donde se fraguaron muchas leyendas en torno a ella, sobre todo cuando decidió internarse en un convento. Ella manifestó que se recluía para hallar la tranquilidad que necesitaba para estudiar y escribir [19], aunque hasta su celda llegaron las envidias y críticas, como ella refleja en el siguiente soneto:

En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas? ¿En qué te ofendo, cuando sólo intento poner bellezas en mi entendimiento y no mi entendimiento en las bellezas? Yo no estimo tesoros ni riquezas; y así, siempre me causa más contento poner riquezas en mi pensamiento que no mi pensamiento en las riquezas. Y no estimo hermosura que, vencida, es despojo civil de las edades, ni riqueza me agrada fementida, teniendo por mejor, en mis verdades, consumir vanidades de la vida que consumir la vida en vanidades. A pesar de las críticas y acosos logró dedicarse a la escritura en su celda, rodeada de sus libros [20] hasta que el Obispo de Puebla la "casi" obligó a deshacerse de ellos [21], momento desde el que no vuelve a escribir.

No hablaremos de su amplia obra poética porque no es este el lugar. Pero con respecto a su teatro, debemos mencionar que está fuertemente influenciada por el teatro áureo español, sobre todo por Calderón de la Barca, su obra es barroca en cuanto a lo formal, pero en su contenido se perciben muestras de mestizaje, así sucede en su loa para el auto sacramental El Divino Narciso, donde trata el espíritu de la conquista [22], así como en el propio auto, donde atavía a los personajes con vestimenta mexicana. Del mismo modo que deja entrever en sus textos algunas notas en las que se observa el orgullo criollo, como en este pasaje en el que América se dirige a Occidente en los siguientes términos:

Si el pedir que yo no muera, / el mostrarte compasiva, / es porque esperas de mi / que me vencerás altiva, / como antes con corporales, / después intelectivas / armas, estás engañada; / pues aunque lloro cautiva / mi libertad, ¡mi albedrío / con libertad más crecida / adorará mis deidades!

O en la loa a la comedia Los empeños de la casa, donde también se percibe ese sentimiento criollo frente a la metrópoli:

Fortuna

Bien venida sea / la excelsa Maria, / diosa de la Europa, / deidad de las Indias.

Acaso

Bienvenido sea / el Cerda, que pisa / la cerviz ufana / de América altiva.

Es en las loas donde mejor de deja entrever este americanismo y la transculturación; con respecto a los sainetes hay que mencionar que refleja el ambiente palaciego del momento en Sainete Primero "De Palacio", mientras que en el Segundo destaca el uso del teatro dentro del teatro [23], que, además de por ser una de las primeras en utilizar este recurso, da pie a que introduzca a mosqueteros, reventadores y murmuraciones del mundillo teatral. Las comedias son del más puro estilo de capa y espada, en Los empeños de la casa hay ciertas dosis feministas, en cuanto sus personajes femeninos no dudan en luchar por casar con quien desean y no con quien les imponen, hay un pasaje en el que Doña Ana confiesa a su criada la importancia de su libre albedrío en asunto de amores:

Doña Ana

¿Qué te admira? / Es ciega la voluntad./Tras de mi, como sabes, vino / amante y fino Don Juan, / quitándose de galán / lo que se añade de fino, / sin dejar a qué aspirar / a la ley del albedrío, / porque si él es ya tan mío / ¿qué tengo que desear? / Pero no es aquesta sola / la causa de mi despego, / sino porque ya otro fuego / en mi pecho se acrisola. / Suelo en esta calle ver / pasar a un galán mancebo, / que si no es el mismo Febo,/ yo no sé quien pueda ser. / A éste, ¡Ay de mí!, Celia mía, / no sé si es gusto o capricho, / y ... Pero ya te lo he dicho, / sin saber que lo decía.

Sor Juana...

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