Formación del orador - Retórica. Un ensayo sobre tres dimensiones de la argumentación - Libros y Revistas - VLEX 275055771

Formación del orador

AutorRodrigo Valenzuela Cori
Páginas161-178
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TRES ADVERTENCIAS PARA EL RETÓRICO
EN FORMACIÓN
Como la retórica no es un armario de trucos a aprender, sino un
camino de desarrollo a recorrer, lo más útil que podemos ofrecer
a quien siga la senda no es una colección de tretas útiles para sus
discursos, sino algunos consejos para su viaje. Como el camino
abunda en señales engañosas, varios consejos son en realidad
advertencias. He aquí tres.
Ante nada, la retórica no es sólo un estilo de discurso, sino
también un estilo de pensamiento. En seguida, es un estilo de
pensamiento que se funda no en razones, sino en la efectividad
de la oratoria. Finalmente, es un estilo de pensamiento y oratoria
que no persigue ideal alguno de conocimiento, sino un ideal de
poder.
He ahí tres advertencias que son tres escándalos: la retórica,
tan voluble y mercenaria, pretende ser pensamiento y no mero
adorno; se apoya en la efectividad, no en razones; y se orienta a
lograr poder, no verdad ni virtud. Las tres advertencias son impor-
tantes para que el retórico no yerre el camino de su formación.
La primera sirve para que el aprendiz –todos lo somos– no se
pierda bajo el griterío comerciante de los vendedores de aderezos,
joyas de fantasía, perfumes baratos, ropa que realza la figura, y
otros afeites tales como cursillos de presentación efectiva, lecciones
de expresión corporal, clases de liderazgo, todo lo cual ha sido
venta exitosa en los bazares de todos los tiempos. En esto coincido
con Platón: los perifollos de todo tipo, “colores, esmaltes y ropas,
hacen a los hombres mostrar una belleza espuria olvidando la
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RETÓRIC A
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verdadera belleza que es dada por la gimnasia”.85 ¡Haga enton-
ces su gimnasia el aprendiz de orador! Desarrolle el pensamiento
retórico, no la decoración que pobremente lo simula.
La segunda advertencia, evita que el aprendiz confunda la
retórica con la parodia en que ella es presentada como pariente
respetable, pero pobre, de la lógica. En esa parodia se la saca
de su medio natural, que son los enfrentamientos en la ciudad,
para traerla al pizarrón de la sala de clases; se la despoja de su
calidad de acto, para examinar sus restos mortales como texto;
en seguida, se meten esos restos textuales en la jaula de la lógica
para ver cuán bien caben, concluyéndose que la jaula le sienta no
completamente, pero sí razonablemente. La retórica, entonces, se
presenta como una lógica light, diciendo por ejemplo Aristóteles
que “los entimemas… son la sustancia de la persuasión retóri-
ca”86 o diciendo Perelman dos milenos y medio más tarde que la
persuasión retórica se logra mediante argumentación, quizá no
necesaria como la de la lógica, pero aspirando no obstante a ser
universal. Sin embargo, cualquier abogado sabe que no combate
sólo con argumentos, sino con performance; ni reduce su discurso
persuasivo a silogismos, sino fuertemente a cuentos y metáforas;
ni diluye su efectividad con desvíos o desvaríos para convencer
a un auditorio universal, sino que se enfoca en lo necesario y
suficiente para convencer al auditorio concreto que resolverá
el asunto por el cual se ha comprometido a ayudar profesional-
mente a alguien. Recuerde entonces el caminante que la retórica
es combate cívico, no juego de salón, y que la práctica social de
la argumentación existe desde mucho antes que algún filósofo
o lógico se haya puesto a pensar si el asunto cabía en alguno de
sus moldes regalones.
Y la tercera advertencia, sobre búsqueda no de un ideal de co-
nocimiento, sino de poder, evita que el aprendiz sea domesticado
85 Gorgias 465. Platón no aprobaría el uso que estoy dando a su cita. De hecho,
él usa esta metáfora para atacar a la retórica como remedo falso de la justicia. Yo
la estoy usando para acusar el mero adorno del discurso como remedo falso de
la retórica.
86
Aristóteles, Retórica, 1354ª 10-19. Los entimemas son silogismos incompletos
en que el auditorio es inducido a colocar la premisa o conclusión que falta. O sea,
para Aristóteles lo sustancial de la retórica sigue siendo el silogismo lógico, sólo que
este pariente pobre que es la retórica se toma la libertad estilística de no explicitar
todas sus partes dejando la tarea en manos del auditorio.

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