El poder del cuerpo y sus gestos; travestismo e identidad de genero en América Colonial: El caso de Catalina de Erauso. - Núm. 2003, Septiembre 2003 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56593240

El poder del cuerpo y sus gestos; travestismo e identidad de genero en América Colonial: El caso de Catalina de Erauso.

AutorVictor, Rocha
CargoTextos

"La mujer no llevara vestido de hombre, ni el hombre vestido de mujer, porque Dios aborrece al que hace tal cosa".

Deuteronomio 22, 5.

Si bien, Catalina de Erauso o la Monja Alférez sigue siendo considerada una mujer excepcional, en tanto transgresora de los comportamientos culturalmente asignados a las mujeres, y por lo tanto recordada por la historiografía tradicional en su calidad de "anormal" o "excepción que legitima la regla". Su historia nos permite acercarnos desde un punto de vista diferente al abordado en estudios anteriores, sobre la historia de las mujeres y de las mentalidades, [1] a la problemática de la construcción histórica de las identidades y relaciones de género durante el ordenamiento de la sociedad colonial americana en el siglo XVII. En tanto la figura de esta mujer viril, además de ser una monja, alegoría identitaria de una mujer consagrada a Dios, también experimenta la experiencia del travestismo, entendida como ocultamiento y negación de los signos la feminidad con el propósito de transformarse en un soldado de espada y cruz, valiéndose para ello de la indumentaria masculina y la imitación de lo que debía ser un hombre. Por consiguiente, Catalina de Erauso, al negar las exigencias de género que debía asumir, se constituyó en el "otro" que permitía regular simbólica y prácticamente por medio de los modelos del "deber ser", la identidad de las mujeres y su rol dentro de una sociedad altamente jerarquizada, de tipo señorial y cristiana. A través del travestismo podemos indagar en las estrategias utilizadas para definir lo que es propio o "natural", según el discurso, para una mujer o para un hombre, así como también, esclarecer si este comportamiento era aceptado o sancionado socialmente, y en este último caso, analizar las formas específicas de control y como se ejercían en el caso de las mujeres travestidas.

En este trabajo exploratorio, entendemos el género como el saber que asigna significados a las diferencias corporales producto de los procesos de simbolización que cada cultura desarrolla. Esta simbolización cultural nacida de la diferencia sexual conforma lo que se ha denominado el sistema sexo/género, es decir, aquel conjunto de prácticas, ideas, discursos, representaciones que dan atribuciones a la conducta objetiva y subjetiva de las personas en función de su sexo. Al mismo tiempo, dicho sistema da sentido a la satisfacción de los impulsos sexuales, a la reproducción de la especie humana y en general a las relaciones sociales y de poder entre las personas. Por esta clasificación cultural se definen no sólo la división del trabajo, las prácticas rituales y el ejercicio del poder, sino que se atribuyen características exclusivas a uno y otro sexo en materia de moral, psicología, sexualidad, comportamientos afectivos, etc. [2] Desde este punto de vista, la identidad de género supone siempre un constante cruce de variables que determinan la vivencia de la feminidad o masculinidad en una época y en un lugar determinado. La identidad de los sujetos históricos no se construye a partir de una sola categoría, más bien, es múltiple, ya que en ella confluyen la clase, etnia, edad y la sexualidad, entre otros.

En este contexto, el travestismo lo analizaremos tanto desde el plano simbólico como social, porque además de ser un producto cultural una condición y un status, también involucra una experiencia ontológica, vivida y experimentada de forma diversa y particular, sin embargo, siempre se encuentra articulada con la experiencia de la colectividad de la cual el sujeto forma parte. Partiendo de la idea de que la identidad de género es un proyecto incesante de construcción e interpretación por medido del cual los sujetos se construyen a sí mismos, consideramos al cuerpo, en tanto realidad material definido dentro de un contexto social específico, como el nexo privilegiado entre el yo y la sociedad, lo real y lo imaginario [3], es decir, el cuerpo como en el soporte entre la posibilidad de elección ante las normas aceptadas y los modelos de género impuestos culturalmente. De hecho, en el travestismo se juega con la diferencia entre la anatomía y el género que se exhibe, poniendo incesantemente en tensión el sexo anatómico, la identidad de género y la "performance de género", entendida como la puesta en escena a través de gestos, actos y discursos de lo que se considera propio del ser mujer y hombre ante la mirada de los otros. El carácter imitativo, contingente y dramático de la construcción de la identidad nos permite analizar por medio del concepto de "parodia de género", propuesto por Judith Butler [4], las experiencias concretas de los sujetos históricos con las ideologías e imaginarios que definen su existencia y lugar en la sociedad.

La identidad dijo una vez Borges, es una fatalidad o una máscara [5], una construcción laboriosa en relación con los espejos, en palabra de Lacan [6]. Una mascarada para Joan Riviére [7] que obliga a las mujeres a exagera su imagen de feminidad con el fin de disimular el verdadero poder alcanzado en la sociedad contemporánea, y así podemos seguir citando otros ejemplos sobre la emergencia de la problemática de la identidad en la actualidad, pero sólo queremos demostrar que la pregunta por ésta no es exclusiva al siglo XX, aunque asume un carácter diferente, el cuestionamiento sobre las llamadas identidades hegemónicas, basadas en la complementariedad de los sexos y la heterosexualidad, históricamente han sido subvertidas por el accionar de hombres y mujeres que consciente o inconscientemente se han sentido excluidos por un sistema de construcción "legítima" de las identidades en términos de oposiciones binarias y maquineas, donde no existe posibilidad de escapar sino solo constituyéndose en el otro distinto. Para ello, debemos construir una nueva memoria histórica que rescate la vivencia de aquellas/os que han tensionado desde las prácticas concretas un sistema sexo/género patriarcal y naturalizado a partir del siglo XVIII de acuerdo a Michel Foucault [8].

Antes de comenzar nuestro análisis, debemos recuperar, aunque de forma superficial, las experiencias de otras mujeres travestidas para dar cuenta de la problemática relación entre identidad femenina en sus múltiples fragmentos (esposa/madre/monja) y la necesidad de redefinir o escapar de estas identidades hegemónica impuestas e inscritas políticamente en el cuerpo de las mujeres.

Genealogía de los cuerpos femeninos enmascarados con ropajes masculinos: el travestismo en la tradición cristiana. Una revisión teórica [9].

"Eunucos que se hicieron tales a sí mismo por el Reino de los Cielos".

Evangelio según Mateo 19, 12.

"Otras se visten de hombres, cambian la indumentaria, se avergüenzan de ser de lo que nacieron, se cortan los cabellos y alzan, con impudor, la apariencia de un hombre" (eunuco en el original latino).

San Jerónimo. Carta No 22. A la virgen Eustoquia.

"Lo que la propia naturaleza aborrece tiene que ser inapropiado. La naturaleza viste a cada sexo con la indumentaria adecuada".

San Ambrosio. Carta No 78.

Existe una desconocida tradición de vida de santas en las que mujeres, a causa de su conversión a la virginidad, visten ropas de hombre y viven como hombres, ya sea en sus propias casas, el monasterio o en el desierto [10]. El ejemplo más antiguo de esto, transformado luego en el principal modelo ascético femenino, se encuentra relatado en los Hechos Apócrifos de Pablo y Tecla, (excluido de los libros canónicos) en los que santa Tecla se vistió de hombre para unirse a Pablo en su misión evangelizadora para convertir a los paganos. Uno de los hechos más importante que cruza la historia de Tecla es el rechazo al matrimonio y la desobediencia ante las órdenes de su madre, todo ello con el propósito para seguir como un verdadero apóstol "la palabra virginal de la que Pablo había hablado" [11]. Otro ejemplo, más bien de transformación simbólica de género, se pude encontrar en el diario escrito hacia el año 203 por una mujer notable de la ciudad de Cartago antes de vivir la experiencia del martirio junto a su esclava Felicidad. En este diario, santa Perpetua nos habla de sí misma, de su conciencia y de un Dios todopoderoso, para lo cual se apropia de los instrumentos de la escritura, sin embargo, transgrede sus reglas, ya que el lenguaje docto no le permite expresar sus vivencias relacionadas con lo divino En uno de sus tantos sueños, antes de morir por la fe, se vio en el anfiteatro despojada de ropa y transformada en un hombre que luchaba contra las fieras. Estas dos historias fueron recordadas constantemente como modelos a imitar por las autoridades de la Iglesia y utilizadas por las propias mujeres con la finalidad de legitimar la elección de una vida casta y dedicada a la vida espiritual. Sus vidas adquirieron gran popularidad gracias a la complicación de relatos hagiográficos en lengua italiana hecha por el padre dominico Santiago de la Vorágine en el siglo XIII. Esta colección encontró una rápida acogida en el medio clerical como secular, lo que permitió su publicación en distintas lenguas vernáculas, entre ellas la española. Distintas investigaciones sobre la cultura literaria de los conventos en España y en América colonial, además de comprobar su existencia en las bibliotecas, han logrado establecer que era un libro fundamental en la educación de mujeres piadosas y de las propias monjas [12]. Sabemos que Catalina de Erauso además de saber leer y escribir, conocía latín, una herramienta útil para la lectura de libros religiosos, lo cual nos lleva a...

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