La guerra preventiva: Escuela Santa Maria de Iquique. Las razones del poder. - Núm. 41, Enero 2007 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 634501245

La guerra preventiva: Escuela Santa Maria de Iquique. Las razones del poder.

AutorGrez Toso, Sergio

* INTRODUCCION

¿Por qué se masacró a los huelguistas en Iquique el 21 de diciembre de 1907?

¿Cuál fue el sentido de la operación militar ordenada por el poder contra los obreros instalados en la Escuela Santa María y en la Plaza Manuel Montt?

Según Eduardo Devés, autor del principal estudio sobre este luctuoso acontecimiento, además de existir una contradicción de intereses entre los salitreros y el fisco, de un lado, y los trabajadores del otro, las autoridades estaban convencidas que los miles de obreros chilenos, peruanos y bolivianos que habían bajado desde la Pampa y unido su movimiento reivindicativo al de sus compañeros iquiqueños, constituían una amenaza real o potencial para la seguridad de la ciudadanía, para sus vidas y propiedades[II. La negativa de los pampinos de abandonar la Escuela Santa María confirmaba a los ojos de las autoridades que eran un peligro real y que no iban a subordinarse a las exigencias patronales [2]. La suerte estaba echada.

Partiendo de esta interpretación, ampliamente probada por la investigación de su autor, quisiera ahondar en las motivaciones que tuvieron los dirigentes del Estado responsables de la masacre a través del análisis de sus comunicaciones y de las explicaciones que dieron a la opinión pública. Al mismo tiempo, intentaré avanzar una breve reflexión acerca del sentido general de este acto represivo en el contexto de los debates sobre la "cuestión social" en vísperas del Centenario de la Independencia de Chile.

Luego de una sucinta revisión de los hechos que condujeron al ametrallamiento de los trabajadores, analizaremos las justificaciones de los principales agentes del Estado más directamente involucrados en estos sucesos.

LA MASACRE

El jueves 19 de diciembre el Intendente Carlos Eastman llegó a Iquique. Esa tarde se entrevistó con los miembros del comité general de huelga y luego hizo lo mismo con los dirigentes de la Combinación Salitrera, intentando llegar a una solución del conflicto.

Aun cuando los empresarios salitreros le manifestaron su voluntad de estudiar y resolver convenientemente las peticiones de sus operarios, también expresaron su negativa a discutir bajo la presión de los huelguistas porque "si en esas condiciones accedieran al todo o parte de lo pedido por los trabajadores perderían el prestigio moral, el sentimiento de respeto que es la única fuerza del patrón respecto del obrero [3].

Al día siguiente, el Intendente intentó convencer a los líderes del movimiento reivindicativo para que los pampinos volvieran a sus lugares de trabajo, dejando en Iquique solo a la delegación encargada de las negociaciones. El comité de huelga, argumentando que eso sería casi imposible de lograr, propuso como alternativa un aumento de 60% de los jornales durante un mes, a fin de dar tiempo a ambas partes para ponerse de acuerdo en una solución definitiva a las reivindicaciones proletarias [4].

A primera hora del sábado 21, Carlos Eastman recibió por segunda vez a los directores de la Combinación Salitrera. Al comunicarles la propuesta de los trabajadores, la apoyó y les informó que el Presidente de la República lo había autorizado cablegráficamente para comprometer al gobierno en el pago de la mitad del aumento de salarios que se acordara durante el mes de negociaciones. Pero los representantes patronales fueron inflexibles en su negativa. El problema, argumentaban, no era cuestión de dinero, sino de principios: negociar bajo la presión de la masa "significaría una imposición manifiesta de los huelguistas y les anularía por completo el prestigio moral que siempre debe tener el patrón sobre el trabajador para el mantenimiento del orden y la corrección en las faenas delicadas de las oficinas salitreras" [5].

La respuesta empresarial llevó al comité de huelga a suspender las conversaciones con la autoridad regional. El Intendente Eatsman, utilizando los buenos oficios de Abdón Díaz, Presidente de la Mancomunal de Obreros de Iquique, intentó convencer a los pampinos que aceptaran negociar en los términos propuestos por los salitreros y pasadas las 13 hrs. se dirigió telegráficamente al Presidente de la República expresándole "la impostergable necesidad de solucionar la cuestión el mismo día" para no dejar la ciudad a merced de la amenaza de los trabajadores del nitrato. La orden de desalojar la Escuela Santa María y la Plaza Manuel Montt donde se encontraban los huelguistas reunidos en meeting permanente fue transmitida por escrito al Jefe de División, general Silva Renard, poco antes de las 2 de la tarde [6].

Al llegar a ese lugar, acompañado por el coronel Ledesma y cien granaderos, Silva Renard constató que desde la terraza de la escuela el consejo directivo de la huelga presidía el acto en medio de las banderas de los distintos gremios y nacionalidades presentes en el movimiento. El militar calculó en 5.000 los ocupantes del inmueble y en 2.000 los que se encontraban en la plaza [7]. Reinaba, según su descripción, un ambiente enfervorizado:

"Aglomerados así oían los discursos y arengas de sus oradores que se sucedían sin cesar en medio de los toques de cornetas, vivas y gritos de la multitud. Como se comprenderá, los oradores no hacían otra cosa que repetir los lugares comunes de guerra al capital y al orden social existente" [8].

Comisionado por Silva Renard, el coronel Ledesma se acercó al Comité Directivo de la huelga para transmitirles la orden de evacuar el lugar y dirigirse al Club Hípico. Cinco minutos más tarde Ledesma volvió donde su superior, comunicándole el rechazo de los trabajadores a abandonar el lugar. Silva Renard hizo avanzar las dos ametralladoras del crucero Esmeralda, colocándolas frente al plantel educacional y apuntando hacia la azotea donde se hallaban los cabecillas de los obreros. Un piquete del regimiento O'Higgins se ubicó a la izquierda de las ametralladoras "para hacer fuego oblicuo a la azotea por encima de la muchedumbre aglomerada al lado de afuera" [9].

Nuevas conversaciones entre los huelguistas y los capitanes de navío Arturo Wilson y Miguel Aguirre tampoco dieron resultado. Entonces el propio Silva Renard se dirigió a la puerta de la escuela donde parlamentó con el comité compuesto por Olea, Briggs, Aguirre y otros trabajadores. Luego de media hora de infructuosas discusiones, el general se retiró haciendo saber a sus interlocutores que emplearía la fuerza [10].

La plana mayor de los militares descartó la idea de un ataque a la bayoneta y una carga a caballo por considerarla peligrosa...

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