La igualdad política. Robert A. Dahl. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 2008, 132 pp. - Núm. 15-2, Junio 2009 - Ius et praxis - Libros y Revistas - VLEX 74640572

La igualdad política. Robert A. Dahl. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 2008, 132 pp.

AutorChristian Suárez Crothers
CargoDoctor en Derecho por la Universidad Complutense
Páginas367-374

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Robert Dahl, el conocido politólogo de la Universidad de Yale, ha publicado este libro sobre la igualdad política, cuya primera edición en español comentamos. El libro reviste interés tanto porque recoge una visión más completa de reflexiones anteriores de Dahl sobre el tema, como también porque aporta un conjunto de instrumentos útiles para medir la relación entre las características de la democracia ideal, con los derechos democráticos indispensables para el funcionamiento democrático y para el logro de la igualdad política.

El libro se organiza en un prólogo, siete capítulos y un apéndice. Después de una introducción, los capítulos se titulan en forma de preguntas, salvo uno; en el siguiente orden:

  1. ¿La igualdad política es un objetivo razonable?, III. ¿Se puede lograr la igualdad política?, IV. ¿ Un papel respetable para las emociones? V. Igualdad política, naturaleza humana y sociedad. VI. ¿Aumentará la desigualdad política en los Estados Unidos? Y VII ¿Porqué la desigualdad política puede disminuir? Al final, incorpora un apéndice que titula Definición de puntuación poliárquica, un conjunto de diez parámetros conclusivos que clasifica a los países según su grado de democracia.

Ya en el prólogo, subraya el autor que la existencia de la igualdad política es una premisa fundamental de la democracia aunque advierte que, sin embargo, no se ha entendido bien ni su significado, ni su relación con la democracia, como tampoco "con la distribución de los recursos que un ciudadano puede utilizar para influir en las decisiones públicas.

Estamos, por tanto, en presencia de un tema que la ciencia del derecho constitucional

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general y nacional no puede eludir, más aún en las condiciones de un país como el nuestro, de desigualdades extremas y de notorias deficiencias en su sistema político-institucional. En tiempos de elecciones presidenciales, las características de los líderes que postulan a la presidencia hacen interesante recurrir a este libro para intentar comprender, entre otras cosas, si es o no peregrina la idea de que Chile transita por la ruta dahliana "más insidiosa" -la expresión es de Dahl- a la oligarquía, vale decir, aquella en que la mayoría fracasa al emprender "las acciones políticas que, sean necesarias para proteger y preservar estos derechos (los derechos democráticos "necesarios") de las violaciones impuestas por líderes políticos que poseen más recursos para obtener sus propios fines políticos."1 El lector es quien debe sacar, por cierto sus conclusiones.

Dahl comienza su trabajo partiendo de dos supuestos que estima "difíciles de rechazar en un discurso público, abierto y razonable. El primero, es el juicio moral sobre la "suposición de la igualdad intrínseca" de las personas. Eso significa: i) que ninguna persona es intrínsecamente superior a otra y, ii) que existe el deber de dar igual consideración a los intereses de cada persona. El segundo supuesto de Dahl, surge inevitablemente de la aceptación del primero ("igualdad intrínseca") y de la pregunta, que de él también emana, sobre quién o qué grupo "está mejor calificado para decidir"2

Llevada esta pregunta al ámbito del gobierno de un Estado -dice Dahl- la suposición más segura sería la siguiente: "ninguna persona está sin duda mejor calificada que otra para gobernar como para que se le deba encomendar el gobierno del Estado con autoridad absoluta y definitiva."

Para ir inmediatamente al fondo del tema tratado por el autor, vamos a señalar que Dahl tiene una visión positiva del desarrollo que la igualdad política ha tenido en el mundo, singularmente a partir del siglo XVIII. A su juicio, frente a la evidente existencia de desigualdades, se ha producido desde entonces y hasta ahora, de manera "sorprendente" -como él mismo manifiesta- "un movimiento histórico monumental"3 en favor de la igualdad política, el que, junto al desarrollo de la democracia, es "uno de los cambios más profundos de la historia de la humanidad."4 Un cambio que no puede sino ser explicado como un gran fenómeno cultural.

Lo anterior se comprende inmediatamente, nos relata Dahl, si se recuerda que, por siglos, "la afirmación de que los seres humanos adultos merecen ser tratados como iguales políticos,

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comúnmente había sido vista por muchos como un evidente disparate, y por los gobernantes, como un derecho peligroso y subversivo que debían suprimir."

Citando el libro de James Surowiecki, The Wisdom of Crowds5 , publicado en 2004, y trabajos de Shapiro y Kenneth J. Arrow, sobre las falacias de las mayorías y minorías, las políticas democráticas, la elección social y los valores individuales, reafirma el principio democrático de mayoría ("de análisis cuidadoso y... convincente desde John Locke hasta el presente", como regla del gobierno representativo), así como la confianza en la "... creencia de que, si se dan las oportunidades apropiadas, los grupos pueden llegar a decisiones sensatas"6 Por cierto, Dahl no desconoce los peligros de la democracia y por ello justifica aquellas supra-mayorías (mayorías cualificadas diríamos nosotros) siempre y cuando estén orientadas únicamente a limitar el gobierno democrático representativo a través de ciertos "derechos" democráticos "necesarios" que, precisamente, tiendan a impedir que el principio democrático sea alterado, como ocurre con el derecho a la libertad de expresión, por ejemplo. Algo muy distinto de nuestras supermayorías orgánicas y de otro tipo.

Dahl formula y justifica, para explicar el fenómeno a que hacemos referencia, el modelo de tipos ideales, argumentando que los tipos ideales no sólo se utilizan en el ámbito de las ciencias sociales (como en el caso de Weber y sus tres criterios ideales de legitimación del poder), sino que también, y muy frecuentemente, en las ciencias "exactas". Es cierto que los tipos ideales no son necesariamente un reflejo perfecto de la realidad, pero sí plantean un objetivo de utilidad política y...

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