Michel Foucault, los intelectuales y la representacion. A proposito de los intelectuales indigenas. - Núm. 35, Junio 2005 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56739180

Michel Foucault, los intelectuales y la representacion. A proposito de los intelectuales indigenas.

AutorZapata, Claudia
CargoTextos

"El intelectual decía la verdad alos que todavía no la veian y en nombre de los que no podían decirla: conciencia y elocuencia [...] El papel del intelectual ya no consiste en colocarse 'un poco adelante o al lado' para decir la verdad muda de todos; más bien consiste en luchar contra las formas de poder allí donde es a la vez su objeto e instrumento: en el orden del 'saber', de la 'verdad', de la 'conciencia', del 'discurso'. Por ello, la teoría no expresará, no traducirá, no aplicará una práctica, es una práctica"

(FoucauIt [1972] 1988;9).

"Justamente gracias al poder que posee el término 'Poder', Foucault admite que usa esa 'metáfora como un centro que va extendiéndose paulatinamente a su entorno'. Pero el peligro consiste en que tales deslizamientos se tornan la regla antes que la excepción en manos menos cuidadosas. En ese punto de irradiación, animando un discurso efectivamente heliocéntrico, el lugar vacío del agente se llena con el sol histórico de la teoría: el Sujeto Europeo".

(Spivak [1988] 1998:179-180).

  1. En la actualidad, el problema del otro cruza la reflexión que se realiza en el campo de las humanidades y de las ciencias sociales. Michel Foucault es uno de los intelectuales que ha contribuido al debate sobre este tema con una obra que releva precisamente a sujetos cuya configuración se aleja del sujeto moderno. El autor que nos convoca dedicó gran parte de su vida a analizar los flujos de poder que silencian a este tipo de sujetos, pero también buscó crear las condiciones para que ellos hablaran. Con esta idea, Foucault suponía que los otros pueden habtar y conocer "por si mismos" y que el deber de los intelectuales es permitir que estas voces sean conocidas. Creyó cumplir esa función cuando creó, en 1971, el Grupo de Información sobre las Prisiones (G.I.P), cuyo principal objetivo era otorgar la palabra a los recluidos. También cuando escribió, en 1973 y junto a un grupo de sus estudiantes, el libro Yo Pierre Riviere, para sacar del anonimato a un parricida del siglo XlX a través de sus confesiones a la justicia.

    Ese deseo permanente de mostrar los discursos de los "otros", tiene como punto de partida la premisa ya indicada: que esos otros están en condición de hacerlo y, más aún, que esos discursos contendrían un potencial revolucionario al desestabilizar los pilares del orden y practicar lo prohibido. De este proyecto se desprende una posición clara respecto de los intelectuales y del rol que estos deben jugar en la sociedad, la que desarrolló junto a su colega y amigo Gilles Deleuze a principios de los setenta, en un momento de efervescencia política producto de los sucesos de mayo 68 en París. La conversación se publicó por primera vez en 1972 y en ella Foucault sostiene: "los intelectuales han descubierto, después de las recientes luchas, que las masas no los necesitan para saber; ellas saben perfectamente, claramente, mucho mejor que ellos; y además lo dicen muy bien" (9).

    Pero este fin de la representación que ambos auguraron estuvo muy lejos de cancelar el debate. Una de las polémicas sobre este tema, es aquella que inició Gayatri Spivak en 1988, cuando publicó el ensayo "¿Puede hablar el subalterno?" donde confronta abiertamente los planteamientos de Foucault y Deleuze. Si bien las discusiones en tomo a la representación es muy anterior a estos autores, me centraré en la crítica de la bengalí porque no deja de ser interesante que esta provenga de ese campo teórico amplio que se propone la crítica a la modemidad, al cual también se adscriben Foucault y Deleuze con importantes contribuciones. Gayatri Spivak es una de las representantes más connotadas de la crítica postcolonial (algo así como la crítica a la modemidad desde regiones no europeas), quien se encarga de sembrar la duda sobre la real apertura de intelectuales metropolitanos como Foucault y Deleuze, negando tajantemente que el modelo teórico elaborado por ellos contenga la posibilidad de mostrar al otro y de permitir que este hable, especialmente cuando ese otro es un no europeo.

    Spivak dirige su crítica hacia el tipo de sujeto que se articula en la obra de Foucault y Deleuze. En primer lugar, porque erigen un modelo a partir de sujetos que constituyen un "otro" en el espacio europeo, del cual obtienen conclusiones generales sobre temas como la representación y la función de los intelectuales. En segundo lugar, cuestiona la tríada poder / deseo / interés en que se constituye ese sujeto. La autora acusa una sobrevaloración del deseo, que resta importancia al objeto de ese deseo, omisión que no es menor puesto que ese objeto es el que finalmente permite sancionar si el interés se corresponde con el marco de relaciones más amplio en que los sujetos se encuentran insertos. Por el contrario, para estos autores, el deseo aparece siempre como lo contrario a ser engañado. Encontramos aquí el núcleo analítico que les permite afirmar el fin de la representación, pues cuando el deseo es (siempre) correcto, todo lo externo aparece como engaño.

    Lo que Spivak se propone es, precisamente, reposicionar el interés, pero en relación con el objeto más que con el deseo. La relación entre ambos --deseo y objeto- hace necesario incorporar un elemento por completo ausente en Foucault y Deleuze...

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