Presentación de El libro de los valles, poemario de Verónica Zondek. - Núm. 28, Septiembre 2003 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56593288

Presentación de El libro de los valles, poemario de Verónica Zondek.

AutorZondek, Ver
CargoExtracto - Poema

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

* II Encuentro Iberoamericano de Creación Literaria, 1998

* Especial de Escritoras. Cyberhumanitatis No16, primavera 2000

No sé por qué me detuve en tanto recodo, ni por qué seguí al caminante. Sólo sé que una vez que lo hube visto sobre la sinuosa espalda de ese monte, con su ojo clavado en las heridas del paisaje, entonando la melancolía entera con sus labios, no pude detenerme. Caminé tras su sombra hasta borrar mi propia huella, entendiendo que el ocaso de un día es eso exactamente: un negro manto de silencio derramándose hasta cubrir todo antecedente. Y al quedar sin habla, seguí sus pasos, para ver mis propios paisajes en sus ojos y erosionar la tierra con mis lágrimas de él. Vi con horror, lo peor de una ciudad y en contento la belleza de algunas gentes. Me estremecí en los bordes del acantilado, y medí con angustia lo inevitable. Vi mi propia medida en todos los zapatos que encontré en el camino y supe que no me sería posible eludir el imán poderoso del andariego.

El parecía no torturarse en las bifurcaciones, ni sufrir ante la falta de respuestas. Aparentaba traspasar incorpóreo todo conflicto, como si su andar fuese el acto de dar vuelta las páginas de un libro áureo. Lo vi observar inalterado la belleza y el horror, mientras mis ojos se cubrían con olas hirvientes una y otra vez. Entonces quise grabar lo recorrido en una página, al modo de la lluvia que graba la tierra. A veces, tibia y dulce. Otras, salada como la transpiración que brota del ardor y del esfuerzo. Y otras, como el hielo de los viajes tan lentos del témpano. Todo ello como variadas aristas en el tiempo de un sendero por recorrer.

Ilusión Avanza en el espejismo del contento. Busca su cuerpo en la ilusión de un sueño. Encuentra una versión completa de sí en un espéculo concertado. Camina entonces y toca su inercia. El hálito suyo es habido en insectos luminiscentes. Su ojo traspasa el poder de la vista. Su cuerpo levita. Su palabra absorbe el eco imposible. Alcanza una caricia. Su mano apresa un derrame de letanía. Nada impide la frontera de su ojo. El momento exacto es de aparición. Profundo y abierto percibe un ángel. Profundo en el mapa Hay valles en el mapa que se acogen a ley de amnistía y tallan con humo su memoria ósea y no dejan rastro. Hay valles en el mapa que construyen un nombre y sobre el nombre erigen una importancia y sobre ésta se visten de gala y se inclinan con sed. Hay valles en el mapa como el suyo que no son de luz ni olvido y arrastran su ilusión hasta alguna cima sólo para resbalar por la cota contraria y volver a saborear el gusto a barro original. En su valle y ahora se sufre leve de mareo matutino y todo está pronto a parirse en algún lecho tibio. Hay en la cantera más profunda del valle un cartel cegado que reza: mi vida por dos cuencas que sepan ver. Mapocho El río atrae una bandada de pájaros. Los pájaros visten negro traje y camisa blanca. Los pájaros son cerdos voladores y pastan el gris de la ciudad. El sólo observa. Inclina aterido el cuerpo sobre un borde en el Puente Pedro de Valdivia. Observa cómo sus trajes se tornan marrón. Escucha caer un lamento en los cielos del olvido. Santiago, el Valle de Gaviotas, es triste. Es de tumulto tan grande que el graznido feroz se desarma y el ojo insiste en recordar cuerpos a la deriva: carroña carroña entrañable para cerdos sin vuelo. Entre pluma tibia y tanta la memoria encuentra asilo. Es azul el horizonte y extensa el ala posible. Hombre supremo Valle Concreto es entero un conquistado. Al entrar ve el brillo dactilar del constructor y ve al miembro de cepa y la seña suya en pétrea ramificación. Valle Concreto está ordenado. No hay aliento inscrito en las aristas. Valle Concreto rechaza con determinación al helecho y evita bordado el pensamiento. Sus ojos acarician el acontecer del orden. El valle acoge conquistas de hombre supremo. Un tenue abrazo pasea su primavera por las calles y clamor no dice alguno. Ahora un cheque en blanco y la muerte del deseo. Registro de Santiago Merodea...

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