For no more, cuento inedito de Elisa Castillo. - Núm. 46, Marzo 2008 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 68429555

For no more, cuento inedito de Elisa Castillo.

Para Rodrigo

Siempre en tu mente ten a Itaca. La llegada a allí es tu destino. Pero no precipites el viaje en absoluto. Es mejor que muchos años dure. Y que, ya anciano, arribes a la isla, rico con cuanto obtuviste en el camino, sin esperar que riquezas te dé Itaca. Itaca te dio el hermoso viaje. Sin ella no hubieras emprendido el camino. No puede darte nada más.

Ítaca, Constantino Cavafis.

Antes de que amaneciera, y mucho antes de que el despertador sonara, estaba despierta sintiendo el palpitar acelerado del corazón asomándole en la boca. La sangre recorría su cuerpo en oleajes poderosos. De algún modo, la marea en alza que la colmaba hasta los límites de la piel era el preludio del viaje: algo de ella había partido hace mucho, abandonando el cuerpo a su destino. Giró levemente la cabeza y lo descubrió durmiendo a su lado. Estaba como siempre, con esa serenidad que la cautivaba y su blanca piel irradiando luz entre las sábanas. Estaba como siempre, es cierto, pero le pareció ajeno, desconocido. Disfrutó quedarse acurrucada a su lado tratando de reconocerlo, de hacerlo coincidir exactamente con uno de sus recuerdos románticos. Sabía que era el hombre con el que había compartido los últimos años de su vida, las iniciaciones y retos de los veinte años, pero el tiempo había cubierto todo con una gruesa capa de nieve, congelando los seres que fueron, atrapando las palabras de amor, convirtiendo la vida chispeante que compartieron en pesados cubos de hielo. Pero dormía y seguramente soñaba con ella, con su despedida en el aeropuerto, con una escena de amor de una película romántica en la que se atrevía a decirle que moría sin ella, a riesgo de pecar de machismo profundo. Lo miraba imaginando ese sueño entre sus ojos, porque jamás se atrevería a decirle este secreto anhelo de pertenencia. En la fragilidad del sueño ella podía encontrar huellas de ese amor que aún mantenía encendido los carbones bajo su falda.

Sonó el despertador y lo maldijo en voz baja mientras apretaba el botoncito blanco para desactivarlo. Como siempre, Manuel se incorporó lentamente y la buscó con su boca sin abrir los ojos. Buenos días mi amor, te voy a extrañar. Yo también, pero necesito hacer este viaje. No hubo respuesta, sólo un beso en la frente y una sonrisa forzada. Un largo abrazo le prometió que volvería feliz.

El agua de la ducha le pareció pesada, le dolía el cuerpo bajo el chorro caliente. Luego todo pasó muy rápido: secarse el pelo, maquillarse, vestirse y sentarse a esperar a que llegara el taxi que la llevaría al aeropuerto. Por más que recorría su departamento, no lograba sentir que algo le pertenecía. Ese amanecer todo estaba dejándola partir. Nada cambiaría para sus muebles y objetos inútiles. Todo podía quedarse para siempre bajo la capa de recuerdos, porque nada en este espacio la extrañaría. Si no fuera por la mirada de Manuel chorreando sobre su cara. Sus labios sólo pronunciaban sentencias definitivas: el pasaporte está en el bolsillo interno de tu bolso de mano, junto con los demás documentos; no olvides llevar a mano tus pasajes; puse tu perfume en el equipaje y una pequeña botellita en tu cartera. Sin embargo, detrás de cada frase, sus ojos se empeñaban en confesarle el miedo a perderla, la pena de dejarla ir, la angustia de no entender por qué nueva esperanza iniciaba esta trayectoria desconocida. Era confuso todo. Era doloroso todo. Él lo era todo.

Otro timbre estridente diluyó la neblina del momento. El taxi esperaba en la puerta del edificio. No se atrevió a mirarla, sólo cogió el equipaje y se apuró en salir al pasillo. El llanto le llenó los...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR