Cómplice del sol. - Núm. 34, Marzo 2005 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56738935

Cómplice del sol.

AutorAhumada, Ernesto
CargoPoema

COMPLICE DEL SOL Abrí los ojos en un momento tenso, cuando la esfera de oro estalló sobre mi cabeza. Estaba deslumbrado, loco, indefenso ante tantas bellezas. Eran los efectos de la alquimia: nigredo, albedo, rubedo: mariposas reencarnadas en mujeres: héroes portadores de espadas y poetas clásicos que en sus noches de embriaguez escriben versos surrealistas: escrupulosos secretos cobijados bajo las mantas de los místicos: delirantes visiones: desenfreno del arte: ruptura que es tradición: ruptura que es un enjambre de ojos que parpadean dulzura violeta: ruptura que es sangre y una multitud de violines acongojados por el relámpago. Y entonces, el músico prodigio, con el alma herida y temblorosa, escribirá el réquiem por la muerte de su padre. Y todos estaremos bien, estaremos atentos a la música, atentos a los portentos de los humildes que duermen en los museos, esperando descubrir los secretos de los pintores holandeses, mientras ellos, los rubios pintores y sus óleos, ellos y sus telas, imágenes de la construcción universal, descansan a la orilla de unos molinos de agua. Y yo abriendo mis ojos, sujetándolos con alfileres que costureras pasionales ocupan para crear los vestuarios que nos protegerán en el teatro callejero: una tormenta de otoño, con las hojas llevando mensajes de amor: unas visitas, con licores y maquillaje sensual, ahora, que la metamorfosis es un aire denso: un aire que traspasa los huesos, calcinando las esencias con los movimientos de las caricias nocturnas: un aire de metrópoli y tribus juveniles oliendo a marihuana y plásticos del siglo XXI. Os hablo de los jóvenes apresados en los espejos convexos, detenidos ante el sexo negro. Os hablo de los jóvenes asustados ante los trajes militares. Os hablo de los jóvenes escapando de las balas y del vértigo, magnetizados por los relojes de arena en un momento tenso, en un momento sublime en que los dioses vengan la sangre de los niños. Entonces sueño, vivo y corro a toda velocidad, con una botella de vino prendida a mis labios, abriendo los ojos, pensando que los signos de la aurora eran esferas que me hacían ver la realidad a través de un espejo delirante, como un viajero del tiempo paralelo, que en donde existe un jubilado dando de comer a las palomas, percibe la piedad de un ángel que adora el retrato de una antigua dama con fama de hechicera. Por eso voy creando una mirada nueva, una película con ánimo de amar al hijo de Dios, a pesar de los tormentos de los vendedores...

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