Muerte y tiempo en la trayectoria poética de Andrés Morales. - Núm. 37, Marzo 2006 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56845739

Muerte y tiempo en la trayectoria poética de Andrés Morales.

AutorAhumada Pe
CargoEnsayo cr

Andrés Morales quien se perfila como una de las figuras más promisorias en el contexto de la última poesia chilena1, define su quehacer poético como "profesión de vida".

Tanto en su concepción de la poesía, como una memoria puesta en tensión con el pasado y con el futuro, como en su percepción del poeta, a quien considera un eterno renovador del lenguaje y un reformulador de las preguntas esenciales, podemos reconocer en la escritura de Morales las resonancias propias de su doble condición de poeta y profesor especialista en Literatura.

Los ocho poemarios que configuran su actual obra aparecen ya, como un corpus significativo y con una clara evolución que, al momento de nuestra lectura, podría dividirse en dos etapas. La primera, una suerte de indagación general, con el despliegue de los tópicos que centran el interés poético. En ella se instauran los temas de la existencia humana, la Historia como construcción cultural: la visión de Chile como espacio originario y como objeto del deseo; la muerte, la conciencia de la temporalidad; la visión desencantada de la contemporaneidad, la poesía y el poeta. A esta etapa pertenecen sus primeros textos: Por ínsulas extrañas, Soliloquio de fuego y Lázaro siempre llora. El segundo momento, corresponde a un proceso de selección y privilegio de uno de estos tópicos, sobre el que se detiene la reflexión del poeta. En este caso, la indagación especifica recae sobre el azar, la escritura, la belleza y el oráculo. A esta serie se integran las obras posteriores: No el azar, Ejercicio del decir, Verbo, Vicio de belleza y Visión del oráculo2.

Por ínsulas extrañas3, publicado en 1982, a los veinte años del poeta, funda públicamente este discurso.

Con mirada retrospectiva, el poemario revela su condición de caja china que contiene, en gran medida, aquellos temas que atraen el interés del escritor y que alcanzarán, en futuras ediciones, un desarrollo mayor.

A juicio de Miguel Arteche, prologuista y crítico inicial, enfrentamos la producción de un "poeta joven", cuyo discurso permite entrever la "voluntad de forma" unida a la "ausencia del yo" que deja paso a la visión del hombre y su circunstancia4. Tres elementos nos parecen fundamentales en la consecución de esta imagen y corresponden a los temas de la Muerte, el Tiempo y el Espacio, que la escritura pone en relación, para definir la esencia del ser y de la circunstancia humana.

La estructura del poemario responde a la combinación de dos series. La primera, integrada por 18 poemas, que se presentan en su carácter individual, dispuestos a lo largo del texto en pequeñas articulaciones de dos, tres o cuatro poemas. La segunda serie corresponde a unidades de sentido, donde se reúnen cinco o seis poemas que desarrollan las distintas variaciones del tema común y que se identifican a través de un título unificador.

En el poemario surge la figura de un poeta visionario que asume, en su escritura, la misión de ofrecer las verdades últimas y definitivas.

El planteamiento básico corresponde a la visión de la vida como una existencia precaria, que se realiza en un espacio ajeno. Es la irrealidad de un mundo espejeante, donde el ser humano vive el reflejo del reflejo.

La muerte se vuelve, entonces, el elemento singularizador de la existencia humana. Instancia externa que nos señala y nos aguarda, pero al mismo tiempo, condición íntima e inherente al propio vivir. En este contexto, el poeta nos entrega la verdad clave:

"la muerte es algo lento no se espera, se nace con sus dientes y va creciendo en cada despedida en cada hijo, en cada sombra (p. 26).

Para el poeta, la percepción esencial de la muerte radica en la percepción esencial del tiempo. En este sentido, la muerte es tiempo.

La segunda percepción, instaura la imagen del mundo contemporáneo como el espacio patético de la muerte donde, paradójicamente, se realiza la vida humana.

Del ámbito de lo oscuro, lo cerrado y marginal, la muerte se ha desplazado a lo claro y a lo abierto, en definitiva, al centro. Ella domina la ciudad y su presencia se anuncia por...

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