De la naturaleza jurídica del dolo (II) - Responsabilidad extracontractual - Doctrinas esenciales. Derecho Civil - Libros y Revistas - VLEX 232259977

De la naturaleza jurídica del dolo (II)

AutorTomás Chadwick
Páginas379-411

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  1. Las dos escuelas psicológicas se esfuerzan en colocar los hechos de la experiencia psíquica en la base de sus investigaciones. En esto se distinguen de la psicología descriptiva de las facultades que, mediante una clasificación de ellas, forma conceptos generales bajo los cuales se ordenan los distintos procesos, de manera que toda actividad psíquica se conforme a un criterio preestablecido. La psicología descriptiva es metafísica, en tanto que la intelectualista y la voluntarista son empíricas.

    Pero; si las dos escuelas parten en sus investigaciones de hechos psíquicos y no de principios a priori, sus diferencias empiezan desde que se trata de saber el orden de procesos que ha de servirles de fundamento.

    La psicología intelectualista procura derivar todos los procesos psíquicos de las representaciones. A esta regla no escapan ni los sentimientos más subjetivos, como los impulsos y los primeros movimientos de la voluntad. Las representaciones, conocidas también con el nombre de procesos intelectivos, por el papel que desempeñan en el conocimiento objetivo, ocupan el centro de la psiquis, según esta escuela. Esta conclusión se debe a la decisiva importancia que se atribuye a uno de los factores de toda experiencia. El objeto prevalece, en esta teoría, sobre el sujeto. Las representaciones, que se hallan total o preponderantemente constituidas por sensaciones, son las formaciones psíquicas que, por excelencia, están llamadas a dar el punto de apoyo a esta teoría1.

    La psicología voluntarista no reconoce al objeto ninguna primacía sobre el sujeto. Las formaciones psíquicas que no se refieren a lo externo, ocupan, en este sistema, un puesto tan importante como las representaciones. El hecho primordial se hace consistir en el modo en que la experiencia psíquica surge en el sujeto. Este concepto excluye la persistencia de los datos puramente psíquicos. Son concebidos en el tiempo, en permanente mutación.

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    En tal sentido, los procesos volitivos tienen un valor típico, importantísimo para la inteligencia de los restantes procesos, lo que no significa que lo voluntario sea la única formación subjetiva.

    Sólo se sostiene que estos procesos constituyen una parte de la experiencia tan necesaria como las representaciones y sensaciones, para su cabal conocimiento, y que, además, todo otro proceso psíquico debe interpretarse por analogía con los procesos volitivos2.

    Como se desprende de lo dicho, las discrepancias entre las dos escuelas no se limitan a la determinación del hecho que ha de servir de base a la investigación psicológica. Giran, también, alrededor de otro problema esencial. Los intelectualistas difieren de los voluntaristas en el concepto sobre la relación de la experiencia interna con la experiencia externa, que es el antecedente necesario para fijar la posición de la psicología respecto de las demás ciencias y para señalar la naturaleza de los procesos psicológicos. Mientras el intelectualismo se confunde con la psicología del sentido interno, el voluntarismo se identifica con la psicología de la experiencia inmediata3.

    En la concepción del sentido interno, los procesos psíquicos tienen un contenido de un dominio especial, coordinado con la experiencia natural, suministrada por los sentidos externos, pero de ella distinto. La psicología así concebida, es independiente de la ciencia de la naturaleza. Tienen substancias distintas. A lo objetivo, se opone lo subjetivo, como dos experiencias diferentes. No tienen otro punto común que la función coordinadora que incumbe a las representaciones. Estas aparecen con una realidad semejante a la del mundo exterior, en cuanto son consideradas imágenes de los objetos que, estando fuera de nosotros, integran las formaciones psíquicas4. De ahí que, a pesar de las diferencias substanciales, el intelectualismo atribuya las propiedades de los objetos externos a sus representaciones y reduzca la finalidad de toda investigación en estas materias al conocimiento de las distintas formas de las representaciones. Al colocar en la base de sus investigaciones a las representaciones no hace sino cumplir, a su manera, con la indispensable realidad reclamada por el empirismo5.

    La psicología de la experiencia inmediata no reconoce diferencia efectiva entre la experiencia interna y la externa. La distinción que a este respecto hace se explica únicamente por la diversidad de los puntos de vista, desde los cuales se considera la experiencia, única en sí misma.

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    Uno es el de la ciencia natural, que considera los objetos de la naturaleza pensados independientemente del sujeto. El otro es el de la psicología, por el cual se investiga el contenido total de la experiencia en su relación con el sujeto. Las interpretaciones de estos dos puntos de vista se complementan recíprocamente. No hay una simple yuxtaposición, como en la concepción del sentido interno, sino un todo único que, en cada una de sus partes, supone una realidad común.

    Al contenido objetivo llamamos sensación y a su forma compuesta, representaciones. Las reacciones del sujeto se denominan sentimientos. Estos elementos son simples abstracciones, pues no hay sensación alguna que no despierte en nosotros sentimientos o impulsos de diversa intensidad, como tampoco es posible un proceso sentimental que no se refiera a un objeto representado. Todos los procesos psíquicos contienen al mismo tiempo factores subjetivos y objetivos y, por lo mismo, contienen en sí las condiciones generales tanto de todo conocimiento cuanto de toda actividad práctica de los hombres6.

    En este sentido los procesos volitivos son también típicos. En sus distintos estados, sirven a la psicología para poner en evidencia la unidad de lo elementos subjetivos y objetivos en todas las formaciones psíquicas. 42. La tipicidad de los procesos volitivos en los dos aspectos esenciales de la psicología facilita su interpretación y tiene para nosotros una gran importancia.

    Por una parte, la identidad, en todas las formaciones psíquicas, de los dos elementos que se componen, impide caracterizar al acto volitivo por la naturaleza de aquéllos. La reacción del sujeto y el contenido objetivo nada significan considerados en abstracto. La peculiaridad del acto volitivo está en la forma concreta en que se combinan, porque en psicología, como en química, las propiedades de las combinaciones son distintas de las de sus componentes.

    Por otra parte, el examen de las formas que reviste el acto volitivo supone el del proceso, al cual está encadenado. Se trata, en efecto de una sucesión de hechos, en la cual los primeros condicionan a los posteriores, pues no sólo los hacen posibles, sino que les fijan su dirección, y, con ello, su adecuada configuración.

    El acto volitivo es el término de un proceso que tiene su origen en un sentimiento inicial. Sigue a éste una emoción, que se diferencia por la intensidad de sus efectos y el curso más o menos regular que presenta. Esta intensidad de los efectos psíquicos se traduce en fenómenos físicos que acompañan a la emoción —llamados movimientos pantomínicos—Page 382o que junto a ella se encuentran en potencia. No son simples alteraciones de nuestro organismo que sólo puedan demostrarse mediante observaciones rigurosas como en los sentimientos. Son de más alto grado, pues los propios órganos del movimiento son conducidos a participar en la influencia emotiva7.

    Esta circunstancia, unida al hecho de que regularmente el curso de la emoción concluya en un sentimiento final, determina la forma específica en que se combinan los elementos de toda experiencia en el acto volitivo.

    El acto volitivo es el desenlace de la emoción. Se distingue de ésta en que la acción exterior que suponen despierta sentimientos que, por contraste con el contenido de la emoción, dan fin a la emoción misma. La condición psicológica primitiva y fundamental de los actos volitivos se halla en el contraste de los sentimientos, que constituye la forma específica de su elemento subjetivo. El contenido objetivo es la acción exterior, el cambio o fenómeno producido. La unidad de estos factores queda de manifiesto en el hecho de que el contraste psíquico resulte de la oposición entre el contenido sentimental de la emoción y el sentimiento de actividad que lleva aparejado toda acción exterior. Uno y otro factores son inseparables en el acto volitivo8.

  2. La forma en que se da la unidad de los elementos psíquicos en el acto volitivo no permite atribuir el contenido y dirección de éste a su representación anticipada, como lo pretende la escuela intelectualista. Las representaciones como ya lo hemos dicho, no pueden ser consideradas como estados o formaciones independientes del proceso volitivo. Siempre van unidas a los sentimientos. De esta manera intervienen desde el movimiento inicial de la emoción, hasta la realización del acto externo. El sentimiento primero, que puede tener origen en una excitación emotiva externa o interna, se presenta invariablemente ligado a lo objetivo, puesto que proviene de éste o al mismo está referido. En los estados superiores, tal conexión es, todavía, más relevante. La recíproca influencia de lo subjetivo y objetivo, dada en el tiempo, imprime su sello de intensidad y sucesión unitaria al curso de la emoción. Por último, el sentimiento de actividad, que produce el contraste con el sentimiento final de la emoción, es inseparable, a su vez, de la representación de esa actividad, sin la cual aquél no existe ni puede existir. No queda por eso desvirtuada la importancia decisiva de los sentimientos en la preparación y realización del acto. Ellos constituyen la fuerza impulsiva de toda actividad psíquica. Son, por sobre todo, las reacciones del sujeto.

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  3. La causación externa toma de este modo una configuración especial en el proceso volitivo.

    No se trata únicamente de la sucesión de los hechos, como tendremos ocasión de...

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