Las personas - Segunda Parte. Elementos de ciencia jurídica - Derecho y Justícia. Lo suyo de cada uno. Vigencia del Derecho Natural - Libros y Revistas - VLEX 327822447

Las personas

AutorGonzalo Ibañez Santa María
Páginas107-124
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UNA PALABRA, SU SIGNIFICADO Y SU HISTORIA
Si hay algo que complica todo el proceso de distribución de objetos
al interior del cuerpo social es el hecho de advertir que las personas
somos todas diferentes. No hay una que sea igual a la otra. Verif‌icar
esta realidad conduce a enfrentar directamente uno de los postulados
favoritos del discurso habitual en el campo político: “las personas
somos iguales”. Pero, ciertamente, a la hora de asignar a una persona
el cargo de conductor de una locomotora no se puede sino distinguir
entre aquellas que tienen sólo tres años de edad y aquellas que ya
son adultas; entre quienes tienen una salud compatible con el cargo
y quienes padecen de enfermedades inhabilitantes.
Es cierto que todas las personas somos iguales en el sentido
de que participamos de una naturaleza común a todas y de que
todas somos partes del cuerpo social desde el momento de la
concepción hasta el momento de la muerte. Y que, por lo tanto,
el bien que buscamos debe ser efectivamente común para todas.
Pero, dicho esto, en lo que a las distribuciones se ref‌iere, no es
posible dejar de lado las diferencias entre una y otra persona.
Por eso, precisamente, el lenguaje jurídico usa el término “per-
sona”. En su origen, este término tradujo al latín la expresión
griega prosopon, que designaba la máscara que los actores usaban
arriba del escenario, en especial si estaba ubicado al aire libre.
Dicha máscara contenía un adminículo a través del cual la voz
se aumentaba; es decir, era un auténtico megáfono y como el
actor siempre la sostenía con la mano poniéndosela al frente de
la cara, era en ella donde se dibujaba la caracterización que a él
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le correspondía representar en la obra. Como cada papel que
se representaba en la obra era distinto de los demás, todas las
máscaras eran siempre distintas entre sí.
A este término griego, los romanos lo tradujeron tomando como
su principal signif‌icado aquel de aumentar la voz, en lo cual no de-
jaban de tener razón, porque en virtud de ese cometido se habían
inventado lasscaras. Por eso las denominaron personas, que deriva
de per sonare, esto es, sonar más fuerte o sonar a través; pero no se
quedaron ahí, sino que, yendo más allá de este signif‌icado primi-
tivo, denominaron personas también a los mismos actores: actor
y persona pasaron a ser sinónimos. De ahí la expresión dramatis
personae para designar a quienes intervenían como actores en la re-
presentación teatral de un drama. En este punto conviene advertir
que el término se usaba siempre en plural, porque de verdad son
muy escasas las obras de teatro donde el actor es uno. Y como los
actores jugaban papeles todos distintos, persona también se usó en
plural para signif‌icar la diversidad de roles; pluralidad y diversidad
fueron los dos conceptos que se encerraron en el término persona.
No puede extrañar, por ende, que de este ámbito teatral, el término
haya pasado muy pronto al ámbito jurídico, pues sucede que un
proceso judicial, sobre todo si es penal, también es un drama.
En el proceso judicial, los actores, como en la obra de teatro,
juegan papeles diferentes: hay algunos que son jueces, otros,
litigantes; estos, abogados, actuarios; esos, peritos, testigos, etc.
Pero, más allá del proceso judicial, en la vida jurídica cotidiana
cada uno juega papeles distintos y que pueden ir cambiando: de
vendedor de una propiedad se puede pasar a arrendatario de otra;
o a cumplir un contrato de obra, y así sucesivamente. Volviendo
a la época romana, con el correr del tiempo, y sobre todo de la
mano del estoicismo, persona pasó a signif‌icar a todo individuo
de la especie humana, cualquiera sea su edad, sexo, estirpe o
condición como recuerda nuestro Código Civil. Sin embargo, al
cambio sobrevivió una palabra derivada, personaje, que recuerda
el viejo signif‌icado: nadie diría que en una obra de teatro los
personajes son todos iguales, unos con otros.78
78 La historia, sin embargo, no se detuvo ahí. El año 313, el emperador Constantino
sacó a la Iglesia de las catacumbas y le dio respaldo legal, decretando la libertad de
cultos. Pero Constantino no sabía en qué problemas iba a verse envuelto, porque

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