Algunas reflexiones sobre la muerte suscitadas por la ética del cuidado de si. - Núm. 35, Junio 2005 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56739182

Algunas reflexiones sobre la muerte suscitadas por la ética del cuidado de si.

AutorPiazze, Juan
CargoTextos

El tranquilo sueño de la razón no dejará de generar monstruos. Monstruos que son consecuencia de la domesticación, del conformismo y de la seguridad garantizada por el ejercicio del poder. Foucault dará una doble función a este ejercicio: En primer lugar, una anátomo política del cuerpo humano que obedece a la mecánica de las disciplinas. El principal objetivo de ellas, como ya ha sido detallado en el capítulo anterior, es la comprensión del cuerpo como máquina. Estos procedimientos intentan conseguir docilidad política y utilidad económica de los individuos. En segundo lugar, destaca una biopolítica de la población. En este caso se considera al cuerpo individual en tanto forma parte de la especie. Esta operación queda a cargo de una serie de intervenciones y controles reguladores del individuo en tanto partícipe de los avatares propios de la especie humana: nacimiento, muerte, migración, reproducción, etc . Por lo tanto, el cuerpo es considerado como soporte de los procesos biológicos. Los mecanismos de poder ya no tienen allí por objeto la muerte, sino actúan como administradores de la vida:

"Las disciplinas del cuerpo y las regulaciones de la población constituyen los dos polos alrededor de los cuales se desarrolló la organización del poder sobre la vida".[1]

Así tiene lugar el biopoder, cuya principal herramienta es el sexo. En efecto, el sexo es una bisagra en la que se cruzan las disciplinas del cuerpo y las regulaciones de la población. El dispositivo de la sexualidad permite establecer un dominio sobre los individuos y sobre la especie, logrando por primera vez que lo biológico se refleje en la política. Por medio de la normalización de la conducta sexual, el cuerpo queda tramado por una red que involucra la política y la economía. Las técnicas de poder y saber, esta vez apuntan a controlar y regular la vida a partir de patrones político-económicos. Su centro de operaciones se ubica en el potencial biológico de la humanidad.

La manera cómo se puede encontrar satisfacción al interior del sistema corresponde a las exigencias impuestas por éste: se trata de una plástica y enrarecida felicidad que responde a los patrones de normalización. Se trata de alejar la muerte como principal elemento de dominio, puesto que para hacerse cargo de la vida se requiere de mecanismos continuos, reguladores y correctivos. Este poder se tiene que encargar de codificar la vida de acuerdo a un sistema normativo-judicial:

"la ley funciona siempre más como una norma, y ... la institución judicial se integra cada vez más en un continuum de aparatos (médicos, administrativos, etc) cuyas funciones son sobre todo reguladoras."[2]

Debido a la notable presencia de este mecanismo regulador de la vida en términos de normalidad y de justicia para establecer un control continuo sobre el cuerpo en sus dos dimensiones, individual y de la especie, es que la psiquiatría comienza a cobrar mayor importancia al interior de los mecanismos establecidos para mantener un control social. Lo que ella pondría en evidencia es la necesidad que existe de una higiene o medicina social: El cuerpo social deja de ser un dominio exclusivamente jurídico-político, porque en él empiezan a cobrar relevancia los aspectos biológicos, por lo que se hace necesaria la intervención médica. A partir de datos biológicos se establece la norma, con lo que tiene lugar una psiquiatrización del cuerpo colectivo. Por tanto, la psiquiatría más que responder a exigencias de orden epistémico, descubrir nuevas verdades en torno a la composición psíquica humana, responde también a una nueva forma de dominio adoptada por los mecanismos de poder, el control de la población debe considerarse no sólo como una realidad social sino también biológica.

De esta forma, el ideal de felicidad en tanto plenitud de vida se ve desplazado por una felicidad normada. Es por ello que la felicidad total...

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