El sufismo y la tradicion islamica. - Núm. 28, Septiembre 2003 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56593285

El sufismo y la tradicion islamica.

AutorChevalier, Jean
CargoPresentaci

Histórico y transhistórico, el sufismo se inscribe y describe en la historia. Pero no lo contiene ningún periodo, pues designa una actitud espiritual de hombre no limitada por frontera de tiempo o espacio. No se conoce el nacimiento del sufismo, se ignora el nombre de su fundador y el lugar preciso de sus primeras enseñanzas. Bajo su impulso, ritos y formas se iluminan con un sentido insólito y la letra de los textos descubre una enseñanza oculta."Se apoya en una tendencia coránica de piedad y tiende a desarrollar los valores espirituales implicados por el dogma, pero no incluidos en su formulación" (Dominique Sourdel).

La palabra viene de Suf, vestidura de lana basta no teñida, el término de al sufí, el que viste suf, parece haber sido acuñado hacia 776. En general se denomina sufí a todo místico musulmán, aunque no pertenezca a una cofradía determinada "ya no pueden separarse filosofía y sufismo en la alta espiritualidad del Islam, sin que la pertenencia a una tariqah (congregación sufí) deba tenerse en cuenta. La primera cátedra doctrinal de sufismo en la mezquita del Cairo fue en 890, pero antes de acceder a la enseñanza oficial, tuvo sus mártires, e incluso, tras esta consagración universitaria, siguió padeciendo persecuciones, desbordó el marco de las universidades igual que desbordó el de las mezquitas.

El sufismo no se encierra en ninguna fórmula, escapa a cualquier término de análisis, pues es una actitud global que moviliza todo el ser y se aplica a toda la vida, exterior e interior, personal y social. Es un método de introspección integral que saca partido desde el interior de todos los acontecimientos de la vida, venturas y desventuras. Pretende transformar el sujeto en el objeto contemplado, es decir, suprimir la distinción entre ambos por medio de una unión existencial. Y la llama que realiza la fusión es el ardiente deseo de Dios.

El sufismo es, en primer lugar, poner a prueba la fe. La fe descansa en el testimonio, no es un conocimiento directo a través de los sentidos, ni por el razonamiento, ni por la intuición. El sufismo tiende, sin suprimir su velo, a convertirla -la fe- en un conocimiento por la experiencia y, especialmente por la experiencia del amor, del que la fe nos afirma su existencia en Dios. Esta experiencia puede llevar al éxtasis, a la iluminación, a la transfiguración.

Entonces, el objeto de la fe, Dios, permanece oculto en su esencia, pero es, en cierto modo, vivido en una co-presencia en las profundidades del alma. La certidumbre adquirida con tal experiencia elimina de la fe lo que la falta de evidencia podría producir de inquietud, para alcanzar tal intensidad que el sufí se identifica con su Dios y puede gritar: "Yo soy la Verdad!". Semejante experiencia de la fe, para explicarse, ha dado origen a una poesía y una hermenéutica muy refinadas.

El sufismo ofrece también un carácter militante. Tras su participación en la guerra santa, ciertos ascetas se enclaustran en las fronteras, la guerra se hace interior, a la violencia de los combates le sigue la rudeza de las luchas del espíritu. "El apelativo colectivo de sufiya apareció en Alejandría en el 821 para denominar a los puritanos insurrectos que se habían agrupado. El término se aplicó luego a la corporación de místicos de Bagdad y se extendió, posteriormente, a todos los grupos místicos de Irak. Los grandes maestros viajaron mucho para perfeccionar su iniciación, llevar a cabo su misión, con frecuencia se les consideró agitadores. Acusados de herejías, errores, desobediencia y subversión, no podrán escapar a los procesos, las prohibiciones, expulsiones, exilio, órdenes de destruir sus escritos.

Estallido del lenguaje.

El sufismo hizo estallar el lenguaje corriente. La experiencia que pretenden expresar, tas haberla realizado, supera la capacidad de expresión de las palabras en su significado literal. Es preciso dar a las palabras una nueva capacidad, dimensión y consonancia desconocidas, un sentido que no estuviera encerrado en el signo como una flecha en el carcaj. El sufismo enriqueció el árabe no sólo con nuevos sentidos para las mismas palabras, sino también con nuevas palabras que la lengua clásica admitió a duras penas. El vocabulario debió evolucionar, forzosamente, con la aparición de ideas y experiencias nuevas. Préstamos de otras lenguas, creación de vocablos o signos, adición de sentidos insólitos.

El sufismo fue en el Islam un extraordinario fermento de vida interior. No es sorprendente que las lenguas en que se expresó primero -el árabe, el persa, el turco- hayan notado sus efectos. Su cuerpo doctrinal recibió de distintas lenguas, sobre un fondo árabe, los medios de elaborarse, y pudo pasar a innumerables dialectos africanos y asiáticos y a lenguas extranjeras, como el chino.

Una experiencia inefable siempre escapará a las estructuras del lenguaje. Para comunicar cierta idea lo que es en profundidad, debe, en cierto modo, recrearse en un registro que escapa a las leyes comunes del lenguaje y que no puede ser sino el de la poesía o de la música. Todos los místicos han recurrido a la poesía, a su música, a sus símbolos, a su libertad, a ese prodigioso esfuerzo de espontaneidad -sin paradoja- que consiste en romper, con palabras, la jaula de las palabras para dejar pasar algo inefable. El deseo secreto del hombre, que se sacia en la ascención mística, hace estallar todos los marcos.

El sufismo ha llegado a nosotros por una tadición que se ha ido comunicando de generación en generación, principalmente de forma secreta, bajo el sello de la ley del arcano, y a consecuencia de una lenta iniciación bajo la influencia de un maestro (pir) o de una comunidad (tariaqh).

La otra fuente de...

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