Thera, poemario de Kurt Folch Maas. Presentación de Verónica Jiménez. Presentación de Alejandro Zambra. - Núm. 2003, Septiembre 2003 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56583967

Thera, poemario de Kurt Folch Maas. Presentación de Verónica Jiménez. Presentación de Alejandro Zambra.

CargoIncluye poemas

Una noche de insomnio, minuciosa, por Verónica Jiménez

Thera es un título que llegó justo a tiempo para la impresión. Saltó en el último minuto sobre la tapa del libro, con el auxilio de un modesto lápiz de pasta. Me gusta pensar que la fuerza de las coincidencias, que llevó a Kurt a cambiar el nombre de su poemario a pocos días de ser publicado, tal como le ocurrió a Vallejo con Trilce, hará de éste un libro de relectura permanente. Se trata de un conjunto de poemas por los que siento un cariño especial, fui testigo de su proceso de escritura y, por lo mismo, la lectura que hago de él está mediatizada por las emociones que me provocaron esos asomos preliminares. Hace un par de semanas Kurt me pidió que le dijera de qué se trataba este líbro. Yo le respondí que del amor y del desamor. La respuesta era bastante cursi, pero, sobre todo, inexacta, justamente porque me resultaba difícil separar la obra de su proceso. Pensaba mas bien en las lentas horas de vigilia nocturna en las que suelen superponerse las imágenes coleccionadas sobre el telón de un presente más que necesario, ineludible. Esas horas, de las que son justo reflejo estos poemas, se me aparecen ahora como una larga y minuciosa noche de insomnio, en la que los lugares comunes terminaran por mostrar su exacta relevancia. En muchos sentidos, Thera es un conjunto de situaciones inscritas dentro de atmósferas construidas con retazos de paisajes y de escenografías privadas, y también con abstracciones, con alegorías, con la oscuridad que late dentro de la boca llena de luz que profiere palabras, instrumentos de tortura que siempre llegan a destiempo, palabras que aparecen truncadas por la memoria, pues en ella el pasado se escribe sólo en la medida de sus deformaciones. Kurt lo señala con precisión el poema "Rumor de Remos": "Deshacer la trama // de un oscuro canto / entre los árboles. La miel / (amarga) del ojo. La luz / que todo lo oxida // -el paisaje y los hechos-. // Y con voz de elegía eyacular / lo ruinoso: ternura de los amantes, / rumor de remos en la noche. // Cosas así // en la penumbra de un cuerpo sediento de sal".

A lo largo de sus páginas el libro desarrolla un tejido que no sólo hilvana imágenes que se crean y recrean una y otra vez -la arena, el polvo, la luz, la sal-, sino que indaga insistentemente en los devaneos de la escritura, en sus cómo, en sus para qué, y en la condición irremediable de quien escribe con la ciega disciplina de un juez que termina por comparecer ante sí mismo, en medio de un paisaje para nada ambiguo: "Canta la boca llena de / luz hundida en la noche / de quienes no damos fruto / ni benigno ni ponzoñoso, sino / charlatanería: palabras. El monólogo / del eríal".

En lo formal, esta conciencia se despliega a través de múltiples fracturas, de espacios, de abruptos cortes de versos, de encabalgamientos repentinos, de discursos acotacionales muchas veces cifrados por la ironía, por la sequedad que recompone una tela con retacería o recoge las migas de algo disperso. Esta forma de escritura brinda muy pocas concesiones, con excepción de algunos versos, que constituyen verdaderos remansos en un cauce plagado de quiebres. Debido a esto, el libro impone un método que se va descubriendo paulatinamente en la lectura y que es necesario encontrar para desentrañar la relación que existe entre lo aparente y las cosas dichas de perfil, entre el oleaje y el silencio, por ejemplo, o entre la tinta y la ceniza, o en la tierra y la sal. Pienso en este libro como un espacio en el que la escritura se muestra por medio de sus evidencias, pero también a través de la génesis de los versos, unas veces expresada de un modo explícito, como cuando señala: " ... leemos con los dedos la luz / y escribimos con cuidado / como quien se hunde en la hoja // de un cuchillo, / o una espada // al amanecer" o menos aparente, como cuando expresa: "... es el relave / de un dialecto de erratas: / ansiedad que florece como un / cascabel de lamentos templados / bajo la luna que toca tu sangre." En síntesis, veo en Thera la exposición de un detallado y conmovedor epílogo que la escritura rinde a los hechos vividos, un epílogo que se abre y cierra con un paréntesis: "... el dolor / un...

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