El universo significante en la poesía de Rosamel del Valle (6). - Núm. 32, Marzo 2005 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56739048

El universo significante en la poesía de Rosamel del Valle (6).

AutorCastellano Gir
CargoEnsayo cr

Lo tornasol

Hemos señalado (154-156) la importante función estructural del locus tornasol, que podríamos considerar, si no el más importante en toda la simbología poética estudiada aquí, uno de los más importantes, y ciertamente el más singular u original. Hemos visto también que, dentro de las imágenes coaguladas por este adjetivo gravitatorio y central, podemos distinguir niveles o caracteres existenciales o cromáticos, según sea el sustantivo asociado a él.

En Fuegos y ceremonias notamos la irrupción del adjetivo tornasol, no asociado entonces a un sustantivo, sino como adjetivo sustantivado, "tornasol sin fin que alguien llama / El sueño prometido" (FC, 30). Es importante la asociación a "sueño", y todavía más, "sueño prometido", como tierra prometida, región a la que el poeta aspira.

En el mismo libro, dos importantes imágenes aparecen luego: "La tierra / Movía mágicos anillos en un sueño tornasol" (45) y su importancia radica en la referencia a la vida que el poeta ha escogido "sin traicionar ni traicionarse" (83) y se pregunta ¿Tiene un nombre esa vida? Lo tiene, sólo que es un fenómeno tornasol" (ibid.).

El gusano, humilde reciclador de la materia y también del logos, alcanza una categoría superior al ser asociado con tornasol en la provocatoria cosmogonía de Rosamel del Valle, quien trastorna las categorías y los valores, otorgando primacía a lo que otros consideraron despreciable a diferencia de Martí, por ejemplo, que sigue una escala "tradicional" y "lógica" en su categorización de los símbolos, especialmente aquellos que se refieren al reino animal y vegetal. Es más, el gusano tornasol se convierte en otra fase de la metaforfosis del poeta mismo, hurgando entre los residuos de las vidas y del cosmos, donde reina desde lo abisal, desde las raíces:

Viejo gusano tornasol. Eres el mismo. El que hurga entre raíces, Entre humedades, entre terrones. El mismo que levanta las piedras Para mirar el leve universo plastado. Para verse vivir En la danza del tiempo. El mismo que se harta en el banquete Del jardín. El mismo que va con un sol al hombro Y una honda ardiente en batalla con la soledad petrificada. No es tuyo todavía el regocijo de levantar un dios para ti sólo Aun entre el oleaje de las multitudes en cuyo pecho duerme La angustia y con un ojo abierto el ángel combatiente? ¿No eres todavía el que se sienta a la mesa con los signos? ¿El que se lee las líneas de la mano bajo la lámpara? ¿El que reune los años en el pozo y los cuenta a medianoche El mismo gusano tornasol, dice la piedra que me sirve de almohada. (FC, 124-25). Es el gusano tornasol quien oficia en las tinieblas donde fermenta la mágica visión del poeta, en explosión jaculatoria:

Mas, todo es celebración. Y el que bebe la lluvia en la nube Será también el que coció un pan de terrones. Así canta mientras duerme el gusano tornasol parecido a la alondra. Así canta El trueno en el alma y el gusano celebra la resurrección. Así El alquimista bebe el vino cálido con raíces de visiones. Así el viejo tigre pierde los dientes con la leche. La Celebración sin par. 128-29) (FC,

Toponimia

La toponimia no es frecuente en los primeros libros de Rosamel del Valle, aunque en Mirador se refiere a Santiago ("San Diego al sur ...", poema 6), en PBN y en Eva y la fuga, se hace un uso generalizado de la toponimia santiaguina en función simbólica/ fijadora del universo urbano. El cerro de Santa Lucia (llamado "Huelén" [Dolor] por los indígenas del valle de Santiago) por ejemplo --al que también le fuera dedicado un poema de Nicolás Guillén, refiriéndose a su uso como refugio erótico de los amantes santiaguinos, ("cerro de Santa Lucía/tan culpable por la noche / tan inocente de día" (1))-- para Rosamel está en el centro de una aparición mágica/onírica:

Así, esta mañana paseaba yo por el Cerro Santa Lucía cuando algo me hizo volver la cara, algo como una llama encendida de súbito o como el pie casi imperceptible de un ruido. Se trataba, pues, de la misma mujer de veinte años de quien me extravié en la curiosa circunstancia...

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