Uuna mirada al movimiento popular desde dos asonadas callejeras (Santiago, 1888-1905). - Núm. 41, Enero 2007 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 634501261

Uuna mirada al movimiento popular desde dos asonadas callejeras (Santiago, 1888-1905).

AutorGrez Toso, Sergio

* INTRODUCCIÓN

Desde que los sectores populares emergieron como un actor relevante en la escena social, la historia de Chile ha sido jalonada por asonadas en las que se ha expresado su descontento, protesta y reivindicaciones.

El motín, la irrupción espontánea y más o menos violenta de peones, jornaleros y trabajadores de baja calificación laboral, fue un fenómeno común durante el siglo XIX. Mineros de la plata y del carbón, trabajadores de las guaneras, pampinos de las salitreras, gañanes empleados en el tendido de líneas férreas y otros grupos asimilables al peonaje, recurrieron a menudo a estas expresiones "primitivas" de rebeldia social [1].

En el ámbito urbano propiamente tal prevalecieron formas más "modernas" de protesta y de actividad reivindicativa: las huelgas obreras y peticiones artesanales predominaron por sobre las asonadas callejeras y "acciones directas" destinadas a presionar o golpear a los patrones y al aparato estatal.

Sin embargo, los disturbios populares marcaron episódicamente la vida de algunas ciudades en situaciones de crisis política o económica, sentando un precedente y una tradición que alcanzaría mayores desarrollos durante el siglo XX. En el contexto de las luchas por la Independencia y de los agitados años de la década de 1820, en la coyuntura política de 18451846 y durante la severa crisis económica de los años 1876-1878, el "bajo pueblo" urbano se volcó a las calles y se manifestó como "turbas", causando alarma en la elite y las autoridades [2].

El surgimiento de un movimiento popular organizado no eliminó instantáneamente las manifestaciones más espontáneas y violentas de protesta social; solo modificó algunas de sus expresiones contribuyendo, sin proponérselo, a que los motines o asonadas se hicieran más corrientes en los escenarios urbanos ya que tras sus convocatorias se movilizaron sectores "marginales" que no contaban con organizaciones sociales ni representación política.

La asonada callejera se convirtió desde fines del siglo XIX en un punto de conjunción momentánea de "los de abajo", lugar de encuentro y de disociación de fuerzas que convergían aparentemente en pos del logro de una reivindicación común, pero que eran, en realidad, el enunciado de tendencias profundas hacia la disgregación.

Los motines urbanos son, desde esta perspectiva, un campo privilegiado para la observación y el análisis de algunas características del mundo de los trabajadores. En este artículo nos proponemos poner al servicio de un estudio comparativo de la evolución del movimiento popular la información disponible sobre las asonadas del 29 de abril de 1888 y de fines de octubre de 1905. No se trata de una investigación detallada sobre esos acontecimientos, su génesis, desarrollo y consecuencias, sino de comprender a partir de ellos fenómenos más generales del movimiento de los trabajadores. Dicho de otro modo: nuestro trabajo es un intento de reflexión sobre el movimiento obrero y popular con motivo de lo sucedido en ambas jornadas, y no un estudio pormenorizado de las mismas.

LA "HUELGA DE LOS TRANVIAS"

El veintinueve de abril de 1888 compareció ante el Juez del Crimen de Santiago el reo Antonio Poupin Negrete, sastre, presidente del recientemente fundado Partido Democrático, e interrogado bajo promesa de decir la verdad declaró:

"El Domingo pasado, reunidos en Asamblea General, en lugar de nuestras sesiones, situado en la calle de Huérfanos No 1 140 A., se acordó tener hoy un meeting público con el objeto de hacer una representación a la Ilustre Municipalidad, a fin de que obligase a la Empresa del Ferrocarril Urbano, a cumplir sus contratos sobre construcciones de líneas, o, en transacción con ella, a reducir a dos centavos y medio el pasaje de los carritos. Al efecto se replicaron avisos en los diarios, invitando al pueblo, se repartieron proclamas, y por último hoy, a las 4 P.M. nos reunimos al pie de la estatua de San Martín; y antes de los discursos, se repartieron al pueblo varios números del periódico Igualdad, en número de cincuenta según cree que don Abelino Contardo había repartido entre los socios antes de dirigirnos a ese lugar. Hicimos uso de la palabra yo, Contardo, don José Pío Cabrera, don Juan Rafael Allende, un jovencito Hers que se inscribió con este objeto y don Malaquías Concha que dio lectura a las conclusiones del meeting. En todos estos discursos, que habían pasado previamente por una censura, se observó el lenguaje más moderado y conducente sólo a su objeto. Después nos dirigimos a la casa del señor Intendente, para manifestarle los fines a que habíamos arribado, poniendo en sus manos el acuerdo referido. Durante el tiempo de los discursos nos apercibimos que una parte del pueblo se dirigía en actitud hostil a la línea de los carritos urbanos que pasa por la Alameda; y que volcaron uno de estos, desenganchando otro y lanzándolo a su propio impulso, hacia la estación de los ferrocarriles. Por nuestra parte, tratamos de contenerlos, y suspendimos el meeting, dirigiéndonos con la parte del pueblo que quedaba alrededor de la estatua de San Martín, a la casa del señor Intendente; pero no habiéndolo encontrado, Contardo dirigió de nuevo la palabra al pueblo para que se retirase en buen orden, asegurándole que la Comisión se encargaría de poner en manos de dicho funcionario aquellas conclusiones. No he presenciado pues otros desórdenes o ataques a la Empresa del Ferrocarril Urbano que el de los dos carros indicados, y solo cuando me retiraba de la casa del señor Intendente, al oír el toque de las campanas de las bombas, supe que el pueblo había volcado y prendido fuego a varios carritos, ocurriéndoseme que se referían a los dos de que antes habia hablado. Ignoro quienes puedan haber azuzado al pueblo, lanzándolo en estos desórdenes y graves delitos expresados. Pero lo que es por nuestra parte, repito que hemos aconsejado siempre la moderación según pude verse en mi discurso impreso de hoy, que presento y del que andaba trayendo algunos ejemplares en mi bolsillo" [3].

La "jornada del 29 de abril" de 1888 provocó un fuerte impacto en la opinión pública y en las autoridades. El "bajo pueblo" santiaguino, convocado por la representación política del movimiento popular organizado, había irrumpido en el centro de la capital para apoyar una reivindicación que concernía a la defensa de su nivel de vida. La flamante vanguardia política, el Partido Democrático, constituida esencialmente por artesanos, obreros calificados y algunos jóvenes intelectuales escindidos del Partido Radical, había sido sobrepasada por la acción de las "turbas" de desheredados que impusieron su sello a la manifestación, transformando un meeting pacífico, respetuoso del orden y de las leyes, en una explosión de violencia popular que se extendió desde el centro a los barrios periféricos, produciendo cuantiosos daños a la propiedad pública y privada.

La "huelga de los tranvías" es la primera atalaya desde la cual observaremos la evolución del movimiento de trabajadores entre 1888 y 1905.

¿Qué ocurrió aquel día en las calles de Santiago? ¿En qué medida esos sucesos eran reveladores de ciertos procesos en curso? ¿Qué correlaciones pueden establecerse entre los hechos de violencia del 29 de abril y las características del movimiento popular que se venía desarrollando desde mediados de siglo en los centros urbanos del país?

Este movimiento se había estructurado en torno al artesanado y los gremios de obreros urbanos de mayor calificación como carpinteros, ebanistas, sastres, zapateros, cigarreros y tipógrafos, que asumieron un rol de vanguardia formando mutuales, filarmónicas de obreros, cooperativas, escuelas nocturnas de trabajadores, logias de temperancia, periódicos populares, cajas de ahorro y desarrollaron otras iniciativas que encarnaban un proyecto de "regeneración del pueblo" de tipo liberal, laico, reformista e ilustrado. Sus reivindicaciones más persistentes fueron el proteccionismo para las manufacturas nacionales y la reforma o abolición del servicio en la Guardia Nacional. En el plano político, la natural adhesión inicial a los postulados del liberalismo de sectores de la elite, había ido dando paso al surgimiento de una corriente liberal popular que se fue diferenciando y más tarde distanciando del liberalismo de las clases dirigentes. La fundación del Partido Democrático a fines de 1887 consumó la ruptura entre ambas corrientes, conformándose por primera vez en Chile una organización política que planteaba como principal punto programático la "emancipación política, social y económica del pueblo" [4].

Pero el Partido Democrático nació cuando la transición hacia la modernidad económica capitalista se aceleraba en Chile con la conquista de las regiones del salitre y de la Araucanía y el renovado impulso de las obras públicas y la industrialización durante el gobierno del presidente Balmaceda. La metamorfosis del peonaje en proletariado minero e industrial cobraba nuevos bríos, proliferando las protestas proletarias y populares bajo la forma de motines, huelgas y levantamientos en los centros mineros; huelgas y petitorios obreros en las principales ciudades.

Cuando en abril de 1888 se produjo la llamada "huelga de los tranvías" estos procesos habían cobrado cierto desarrollo, y si bien no se notaba la profundidad que se percibiría en la huelga general de 1890 y en los años posteriores, la misma asonada puede ser analizada como el anuncio de lo que se estaba gestando.

La "jornada del 29 de abril" develó el desfase existente entre la vanguardia social y política del movimiento popular y la masa de desheredados -peones, gañanes, jóvenes aún no incorporados de manera regular a las actividades económicas, vagabundos o "marginales", en un sentido más amplio- que concurrieron a la protesta convocada por el Partido Democrático y a la que adhirieron las mutuales.

Casi todos los relatos -de policías, conductoras de carros urbanos, militantes y dirigentes del Partido Democrático, reporteros y...

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