La voz sola, cuento inédito de Pablo Torche. - Núm. 2003, Septiembre 2003 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56583957

La voz sola, cuento inédito de Pablo Torche.

AutorTorche, Pablo
CargoCuento corto

Ya pensé que no volvería a hablar con estas palabras, pensé que de esta aguja me desharía. Porque cuando un barco se aleja de la ribera, finalmente termina por perderla de vista. Así pensé yo que todo este intento sintáctico se perdería también de vista. Pero uno vuelve, a veces, a sentir lo mismo que hubo sentido en otro momento, uno vuelve a ser el mismo, encuentra lo que había dejado, oye lo que se había extinguido, uno, después de todo, es un destripador de momentos. Vender carne nunca deja de ser vender carne, ayer por la tarde nos juntamos en el bar La Espera, el bar La Espera es un lugar en extinción, no es todavía una especie extinta, es un lugar que se está extinguiendo. Gruesos baldosones cubrían el piso. En un momento yo me paré al baño y pude contar y "estudiar" los gruesos baldosones que cubrían el piso, muy a la antigua. El ruido de la calle prácticamente ni se escuchaba, sólo se escuchaba, del otro lado del tabique, junto a la barra, el televisor, entregando las noticias del día, y las conversaciones de dos o tres borrachos, yo me había reunido con otras tres personas más. Dos de ellos eran actores. Llegaron irradiando toda su "acoplación a los movimientos sociales." Yo les hice una mueca de reprobación, esa fue mi forma de saludarlos, pero ellos siguieron irradiando toda su "acoplación a movimientos sociales." Cuando ya pensé que nunca más volvería a hablar con esta voz que hice mía, pensaba, de hecho, que esta voz era pasado, cuando llegaron los actores compradores de movimientos sociales, yo pensaba que esta voz era pasado y si alguien me hubiese preguntado yo le habría asegurado (sin duda lo hubiera convencido) que esta voz era pasado. No estaba borracho en el bar La Espera. Pensaba en las fachadas continuas. Hace uno o dos meses, pensaba que dejaría esta ciudad, pensaba que dejaría esta ciudad para siempre. Pensaba que, una vez dejando esta ciudad, tan pronto dejara esta ciudad e incluso antes de dejar esta ciudad, sobrepasaría mi esquizofrenia y me haría uno, pero a última hora me arrepentí y no dejé esta ciudad, pensaba que dejaría esta ciudad y, además, pensaba que ya no hablaría de nuevo con esta voz que no es mía, pero de la cual yo me apropié hace algún tiempo porque me hacía bien o no me hacía bien, nunca me hizo bien, en realidad, me acomodaba, para esta voz yo era un buen ventrílocuo, de esta voz me resultaba fácil ser un ventrílocuo.

No estaba ebrio en el bar La Espera, estaba pensado en las fachadas continuas que había visto cuando venía hacia acá, Servicios funerarios, gente extraña por lo general, a las nueve de la noche, la mayoría de las oficinas mostraban gente del otro lado, mujeres mal vestidas, hombres llegando a sus casas, detrás de las ventanas iluminadas se me mostraban, al pasar, todo tipo de escenas. Todo se resuelve caminando. Caminando por Santiago. Yo que pensaba irme de Santiago y he aquí que, de un momento a otro, me doy cuenta que caminando por Santiago se resuelve todo. No es ya conversar con gente, conversar con gente no sólo no resuelve nada sino que por el contrario, vuelve todo más oscuro, destruye el alma humana. Conversar con actores, en particular, destruye el alma humana. La voz que tienen los actores y su siniestra complicidad con el mundo moderno, destruye el alma humana. Uno lucha por convertirse en algo que le parece entretenido o enriquecedor sin percatarse que ese algo, posteriormente, se confabulará contra uno. Uno lucha por tener por amigos a ciertas personas, ciertos seres que después conjurarán tu destino. Yo quería ser un escritor, pero gracias a Dios no me convertí finalmente en un escritor. Si soy algo ahora, Debería decir que soy un navegante, un "soldado vagabundo". Por otro lado podría decir que soy un experto en las comunicaciones, en las comunicaciones del alma humana. Pero un escritor jamás, gracias a Dios, forzadamente y contra mi voluntad, me libré de esa mala costumbre, de esa enfermedad, gracias a Dios me alejé de ese oficio y a todo lo que ese oficio implicaba lo denosté, excepto quizás su aspecto más nocivo, que es la tendencia a pasar el tiempo libre en compañía de actores, la compañía de actores te destruye lentamente, los actores no suelen utilizar, y diría, aún más, que no utilizan nunca, medios intempestivos para demolerte, los actores, para demolerte, utilizan un andamiaje de desmontación en serie, los actores son los grandes maestros de la desmontación en serie. Primero se acercan y revolotean junto a ti. Anhelan tus contenidos. Ése es su patrón de acercamiento: hambre de contenidos. Te hacen creer que desean tus contenidos, porque, te hacen creer también, son gente inteligente y lúcida, los actores, más que ningún otro ser, y antes que ningún otro, te hacen creer que son gente seria, a caballo, por así decirlo, del estado de descomposición del mundo, uno a los actores les cree que son seres a caballo del estado de descomposición del mundo, porque los actores representan extraordinariamente bien su papel de personas a caballo del estado de descomposición del mundo, uno realmente les cree que sienten el olor descompuesto del mundo, pero los actores no sienten el olor descompuesto del mundo, a los actores el mundo les alienta, les alienta a seguir viviendo. Y yo alguna vez me topé con esta actriz en algún momento de mi vida y la conocí, la miraba de reojo, ahora ya la había olvidado, pensaba que nunca más la iba a ver, implícitamente pensaba que nunca más nos veríamos, de pronto aparece en el bar La Espera, esta actriz, alentada de vida, con su pareja alentada de vida, la gente llena de vida nos perturba a todos, a mí la gente llena de vida me perturba, las actrices llenas de vida, de andar cool, modo silencioso y congraciatorio me perturban hasta hacerme trastabillar, se sentaron a la mesa en el bar La Espera y querían demostrarme que estaban llenos de vida y yo, en contraposición, quería demostrarles que estaba vaciado de vida, comenzaron a eruptar su vida, diría vomitar su vitalidad, pero no era vitalidad lo que eruptaban era vida. Se pasearon por una multitud de temas completamente vitales. Enseguida en cuanto nos vimos nos reconocimos, en la manera en que un niño reconoce que ha actuado bien a través de la sonrisa de su padre, no bien nos vimos nos reconocimos en el bar La Espera y nos dijimos claro que nos conocemos, ¿de dónde se conocen? dijo alguien, y dijimos de dónde nos conocíamos, en qué momentos de mi vida, y por medio de qué episodios, había trabado yo contacto con el mundo del teatro, contacto carente de dudas, a veces, cuando estoy rodeado de actores, preferiría morir, así me senté yo con estos actores y me dejé morir, mientras tomaba cerveza, otras veces, también con escritores, me siento morir, pero nunca es como con actores, lo más terrible es que ellos no lo saben, los actores están tan concentrados en realizar su papel, en pulimentar las aristas de su papel, los actores están tan concentrados en relucir, que no son capaces de darse cuenta como todos los demás, todos nosotros actuamos también.

Actuar, mi amigo había trabado contacto con esta actriz por medio de un casting, procedimientos...

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