Discusiones Judeo-Cristianas en Sefarad. - Núm. 49, Enero 2009 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 632228573

Discusiones Judeo-Cristianas en Sefarad.

AutorMoreno, Jaime

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

Ya es un lugar común hablar de la convivencia de las tres culturas (judía, cristiana y musulmana) en Hispania--Sefarad--al-Andalus. Por cierto, las tres culturas convivieron durante siglos, pero sus relaciones no discurrieron en la forma idealizada como suelen presentarlas las publicaciones "políticamente correctas". La convivencia fue tensa. Períodos de paz y de relativa armonía alternaron con otros de intolerancia y exclusión (i). Y cuando "los nuestros" construyeron el retrato de "ellos, los otros" no lo hicieron desde la admiración; esas construcciones estuvieron cargadas de antipatías, recelos y odiosidades (ii).

Me propongo resumir en este escrito los resultados de diferentes investigaciones acerca de las relaciones de los cristianos ilustrados con los medios intelectuales judíos en la Sefarad medieval. Procederé 1) presentando muy sucintamente las relaciones de colaboración para 2) detenerme mayormente en los enfrentamientos intelectuales y 3) consignar una muy breve reflexión final.

COLABORACION INTELECTUAL

El prototipo de colaboración intelectual lo hallamos en las conocidas "escuelas de traductores" que florecieron por Europa, encabalgadas entre el siglo XII y el siglo XIII.

Señalo cuatro de entre las más conocidas:

Toledo que florece bajo el arzobispo Raimundo (1130-1150), y que ha sido frecuentemente asociada a Alfonso X el Sabio (1252-1284). Iniciada por Domingo Gundisalvo (iii) y Juan Hispalense (= de Sevilla, identificado también con el judío Juan Abendeath o Ibn Dawud), acogió a notables representantes de la "intelligentsia" europea.

De su prestigio testimonia el inglés Daniel de Morley (iv) (Norfolk ca. 1140--Flitcham ca. 1210) quien, luego de consignar la penosa impresión que le causaron los intelectuales de París ("salvajes instalados con grave autoridad en sus sedes catedralicias", "la ignorancia los obligaba a adoptar una actitud monumental"), da rienda suelta a su entusiasmo por Toledo: "En nuestro días la enseñanza árabe, que consiste casi enteramente en las artes del quadrivium se imparte a las muchedumbres en Toledo y, por lo tanto, me apresuré a llegar allí para escuchar las lecciones de los más sabios filósofos del mundo. Como algunos amigos me invitaron a retornar, volví a Inglaterra con una preciosa cantidad de libros....Me puse en camino con el fin de encontrar un lugar donde pudiera florecer esta clase de estudios....". (v)

Cluny. Fundado en el 910, se transformó en un gran centro intelectual por obra del Abad Pedro, el Venerable (1092-1156). También él visitó Toledo en una gira por los monasterios españoles y, urgido por los problemas religiosos e inquieto por la seducción que la brillante intelectualidad musulmana ejercía sobre los cristianos, se aplicó a la traducción de textos árabes para conocer el "error mahumetanus" en sus fuentes.

"Me indigné,--escribe él--, viendo a los latinos ignorar la causa de semejante perdición y cómo la ignorancia les quitaba el poder de resistir, pues nadie podía responder, nadie sabía ". (vi)

Primero, logró reunir un corpus de textos que superaba con creces la información que el mundo latino poseía sobre el Islam. Es la famosa Collectio Toletana o Corpus Toletanum, compuesto por títulos y autores. Luego, de vuelta en Cluny, reúne a Roberto "Anglicus" de Chester, Herrmann el Dálmata, Pedro de Toledo y un Muhammad, "sarraceno", a los que posteriormente se agregó Gerardo de Cremona. "A fuerzas de ruegos y de dinero, escribe el Abad, los persuadí a que tradujeran del árabe al latín la historia y la doctrina de aquellos desdichados, e incluso su Ley que llamamos Corán". (vii) Y Roberto "Anglicus" (viii) fue el responsable de la primera traducción latina del Corán en 1142.

El trabajo del equipo no se agotó en lo polémico, pues tradujeron también textos científicos y filosóficos.

Oxford es una escuela interesada particularmente por las ciencias y por el platonismo.

Un grupo de intelectuales se reúne en torno a Walcher de Malveron (ca. 1091), originario de Lorena, y se dedica a la traducción de las obras árabes. Trabajan allí, entre otros, Rogelio de Hereford y Adelardo de Bath (1070-1142). Hacia 1158 los visitó el sabio trotamundos sefardita Abraham ben Ezra (Tudela 1092-Calahorra 1167).

Ellos influyeron sobre Roberto Grosseteste (1175-1253), quien también traduce y enseña en Oxford (ix). Entre sus alumnos se cuenta Rogelio Bacon (1210-1293?) quien defendía la existencia de tres revelaciones de la filosofía: Primero, fue revelada por Dios a los Patriarcas. Oscurecida por los pecados, fue re-revelada dos veces más: a Tales y a sus sucesores, principalmente a Aristóteles, y después a Avicena, el restaurador de Aristóteles.

Palermo es la sede de otro grupo de traductores atraídos por la brillante corte de Federico II Hohenstaufen quien hace confluir en su Cancillería trilingüe a griegos, árabes y latinos (1190 1250).

Entre los intelectuales de su entorno destaca Miguel de Escoto. En 1217 estuvo traduciendo en Toledo el Kitab al-hai'a de Al-Bitruji (x). En 1220 lo encontramos en Bolonia trabajando para el Papa y en 1228 ya está en la corte de Federico II donde permaneció hasta su muerte en 1235. Fue el primero en dar a conocer al mundo latino las obras de Averroes, las que marcaron por largo tiempo el desarrollo de la discusión filosófica europea.

Señalo finalmente el atractivo que los musulmanes, tanto por su solvencia intelectual como por su relativa tolerancia, ejercieron sobre el Maestro Pedro Abelardo (1079-1142). Éste confidenció que, durante la época más dura de su vida, pensó en irse a vivir entre ellos. "Dios sabe cuántas veces, hundido en la más profunda desesperación, pensé en dejar el territorio de la cristiandad e irme con los sarracenos para vivir en paz y, mediante tributo, vivir como cristiano entre los enemigos de Cristo" (xi)

Y en los últimos meses de su vida, asilado en Cluny bajo la protección del Abad Pedro, escribió sus Collationes, diálogo entre un filósofo, un judío y un cristiano. El filósofo de Abelardo es "un hijo de Ismael que pertenece a un pueblo en el que los niños son circuncidados a los doce años". El Maestro, pues, encarna la filosofía en un musulmán. El judío de las Collationes tiene un carácter mucho más abstracto.

"Tras las escenas iniciales hay dos diálogos: entre el judío y el filósofo pagano, y entre el filósofo y el cristiano. El diálogo que parece faltar entre el cristiano y el judío no es en realidad necesario. Abelardo quiere demostrar que el método dialéctico es el adecuado para el pensamiento teológico. En una conversación directa entre el judío y el cristiano hubiera sido difícil dejar de lado la argumentación basada en las autoridades comunes. La introducción del filósofo fuerza a restringirse al método dialéctico. El diálogo entre el filósofo y el cristiano muestra además cómo con ese método común ambos se unen en la reflexión teológica ... La obra de Abelardo está cerca del diálogo con un pagano de Gilberto Crispin, un ejercicio de reflexión filosófica cristiana y no de polémica real. El mismo Gilberto Crispín se había propuesto algo semejante en su diálogo con un judío (llamado Disputatio Judei cum christianis. Nota del "excerptor"). Su intento sin embargo fracasó: el peso de la tradición fue demasiado fuerte y el resultado es un diálogo didáctico tradicional". (xii)

La finalidad de Abelardo era "mostrar que ni el pecado original ni la Encarnación habían producido un corte absoluto en la historia de la humanidad. Intentaba valorizar todo lo que era común a las tres religiones que representaban, para él, la suma del pensamiento humano. Aspiraba a encontrar nuevamente leyes naturales que, por encima de las religiones, permitieran reconocer al hijo de Dios en todo hombre. Su humanismo terminaba en la tolerancia; frente a lo que los separaba, él buscaba lo que unía a los hombres, recordando que hay muchas habitaciones en la casa del Padre ". (xiii)

A fines del siglo circuló un anónimo conocido como Las peregrinaciones del alma en el otro mundo. El tratado, escrito en forma de sermón, concluía citando a "los justos legisladores, muy sabios, preocupados de salvar a los demás, sobre los que descendió la luz de Dios, cuyo conocimiento y Verbo se halla en su lengua, como Moisés, Mahoma y Cristo que fue más poderoso que los otros dos y cuya palabra tuvo más valor".

ENFRENTAMIENTO INTELECTUAL

El enfrentamiento intelectual entre judíos y cristianos tomó varias formas. Una de ellas fue la de cartas, intercambiadas principalmente entre judíos conversos y judíos tradicionales. Famoso fue el epistolario del converso Abner de Burgos y su amigo de infancia, el judío Isaac Pulgar/Polgar.

Otra forma fue la de diálogos que proliferaron a partir del s. XII y donde se hacía participar a un judío y un cristiano (a veces también un musulmán).

Hubo finalmente discusiones que fueron de dos tipos: discusiones privadas, muy frecuentes, generalmente amigables e informales y discusiones públicas, convocadas por la autoridad cristiana para demostrar la verdad de la fe cristiana y urgir la conversión de los judíos (xiv). Me detendré sobre estas discusiones públicas o "Disputationes".

EL GENERO "DISPUTATIO" (xv)

Desde la época del Magíster Pedro Abelardo la "Quaestio" se había instalado como método típico de los "scholastici".

El ejercicio comenzaba por el acto magistral por excelencia que era la "Lectio" de la Escritura y el comentario de otras "auctoritates". La "Quaestio" nacía de la "Lectio", sea como pregunta espontánea de los auditores, sea como problema planteado por el Magister.

Paulatinamente la "Quaestio" se independizó del texto bíblico y se alzó como el procedimiento general por excelencia.

Inicialmente se entendió por "Quaestio" el problema surgido de la posibilidad de sostener dos proposiciones contrarias, ambas aparentemente verdaderas, como las recogidas por Abelardo en su Sic et non. Con el tiempo, "Quaestio"...

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