Andrés Morales: la poesía vuelve crepitando como el fuego. - Núm. 37, Marzo 2006 - Cyber Humanitatis - Libros y Revistas - VLEX 56845740

Andrés Morales: la poesía vuelve crepitando como el fuego.

AutorZapata, Miguel
CargoEnsayo cr

La poesía de Andrés Morales está dominada por varias esferas. En una de ellas abunda el paisaje que abarca el orden del espíritu, y en la otra, cohabitan el amor, el lenguaje y la muerte. Su poesía es una amalgama de la tradición chilena revisada (Huidobro, Mistral, Neruda, Rojas, Hahn, Zurita) con la poesía mística española y variados ingredientes de Rilke, Baudelaire y Rimbaud. Los elementos que primordialmente se yuxtaponen en su obra son el desierto y el agua. El desierto trae el sentido de la soledad del mundo, y también la idea del amor y la escritura. El agua se manifiesta como la metáfora del desierto: el mar es un desierto lleno de dunas y palabras, y también esa carencia, ese vacío en el tiempo. Por eso no es extraño encontrar desde sus primeros libros la presencia del agua: "En todos los ríos del mundo/buscaba el desierto en el agua" (Soliloquio 22)1. Después de casi dos décadas desde la publicación de su primer libro, la poesía de Morales ha venido explorando y arriesgando con nuevas formas y temas. El mar (el desierto del agua, el vacío) se manifiesta desde sus primeros poemas publicados. En este contexto, el agua (el texto) es una grieta que debe debe reparar el lenguaje. Pero en ese proceso interminable, el poeta muestra el trayecto de una poética que se va dispersando: entra y sale de la vanguardia, retoma otros cauces, gira entre la percepción de los interiores (la casa, el lenguaje) y el exterior (la ciudad y su crueldad), y todo esto en medio de una descarga de imágenes que provienen de una compleja transparencia. La casa (el primer universo) se abre para ser ya no la casa sólo la casa del hablante sino la casa del mundo, ahí donde viven los libros y las ciudades. Al mismo tiempo aparece tempranamente la señal del desastre, que lo emparenta con cierta temática practicada por el mexicano José Emilio Pacheco y el chileno Oscar Hahn. Desde su propio territorio, Morales apuesta hacia una poesía que va desde el interior (una pieza sin ventanas) hacia los exteriores de la naturaleza, desde la soledad de una botella y una casa, hasta el Apocalipsis del mundo. El desastre en la poesia de Pacheco siempre se aproxima al caos azaroso de la urbe. En Hahn hay una vertiente de las formas clásicas, y la muerte y el amor son prácticas fundamentales en sus poemas. Hahn emplea elementos de la literatura fantástica, donde se advierte una revitalización del lenguaje clásico español, con giros del habla popular chilena. Morales prefiere el...

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